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Traducción: Ana María Rauh

Rudolf Steiner

ISIS Y MADONNA, Berlín 29.4.1909, GA 57

Goethe ha señalado reiteradas veces que aquel que se aproxima a los misterios de la naturaleza, siente añoranza por el encuentro con el intérprete de estos misterios, el arte. Y dentro de sus creaciones, Goethe ha mostrado durante toda su vida, que el arte para él ha sido intérprete de la verdad.

Podemos afirmar empero que con este criterio Goethe ha acertado algo que a modo de convicción básica, como motivo fundamental, ha recorrido todas las épocas de la evolución humana.

En medida más o menos consciente o inconsciente, en diversas artes se nos presentan diferentes “lenguajes”, para por así decirlo, expresar determinadas verdades que viven en el alma. A menudo se trata justamente de las verdades más secretas, los conocimientos de mayor misterio, que no pueden ser conducidos a rígidos conceptos, a fórmulas abstractas y que luego buscan su expresión en la representación artística.

Hoy contemplaremos una misteriosa verdad de esa índole, que durante siglos quiso expresarse en el arte, que también en determinados estrechos círculos, siempre ha encontrado su fórmula científica, que empero para los círculos más extensos, recién a través de la ciencia espiritual podrá alcanzar popularidad. Goethe mismo pudo acercarse a esa verdad con su alma, de los más diversos lados.

En una de las conferencias que aquí hemos dado con referencia experimentado por Goethe. Se había señalado como Goethe, al leer un escrito del griego Plutarch, se encontró con la particular narración acerca de Nikkias, quien quería devolver a los romanos una ciudad ubicada en Silicia, en poder de los Cartagenos, razón por la cual era perseguido. En su huida fingió ser demente, y del grito que lanzaba se dedujo que no se trataba de una demencia común: “Las madres, las madres me persiguen” – dado que en la región había un así llamado “Templo de las Madres”, edificio en misteriosa construcción antigua, y se supo entonces el significado de “las Madres”. Cuando Goethe pudo así nuevamente tener una plena percepción de la expresión “las Madres”, supo a su vez, que a lo espantosamente bello de la escena de Fausto en el segundo acto, donde quiso representar algo sublime, no podía expresarlo mejor, que a través de la ida de Fausto mismo a las madres.

¿Qué representa la ida de Fausto hacia las madres? Aunque Mephisto le entrega la llave a Fausto, él mismo no puede encontrar a ese imperio, en el cual reside las madres. Mephisto es el espíritu del materialismo, el espíritu contenido en las fuerzas y en los poderes de la existencia material que incumben al ser humano. Para él, el reino de las madres es el reino del nada. Fausto, el ser humano espiritual con inclinación hacia el espíritu, puede responder: “En tu nada, espero hallar el todo”. Allí sigue aquella peculiar, significativa descripción del reino de las madres, donde se nos dice, como viven y actúan en un ámbito, desde donde se generan las figuras del mundo visible; de qué manera tenemos que sobreponernos a todo aquello que vive en el tiempo y en el espacio para poder llegar a esas madres. Configuración, re-configuración, es la esencia de su imperio. Misteriosas diosas son las que imperan en un reino-espíritu, detrás de la realidad sensoria. Hacia allí tiene que descender Fausto en el momento en el cual tiene que adquirir conocimiento de aquello que se eleva por encima de todo lo sensorio, todo lo físico. Solamente de esta manera Fausto puede conducir a una debida conciencia, de que con respecto a este reino de las madres, se trata de un lugar al cual el hombre pude acceder, al despertar las fuerzas espirituales, que duermen en su alma; es para él, el gran momento en el cual se manifiestan las entidades y los hechos espirituales, que constantemente nos rodean, que empero no podemos ver con los ojos sensorios, al igual como el ciego no ve al color ni a la luz, donde su ojo espiritual y su oído espiritual se abren con respeto a un mundo que se encuentra detrás del mundo físico. La entrada a ese mundo, está señalada con la ida al reino de las madres.

Cuando el hombre emplea determinados procesos íntimos sobre su alma, ciertos procesos exactamente prescriptos de la sumersión interior a su mundo de la imaginación, del sentimiento y de la voluntad, de hecho se abren a estos ojos, estos oídos espirituales y con ello a nuevos imperios que lo rodean. Se ha señalado asimismo, que aquel que entra a este reino, se confunde a causa de las impresiones que sobre él cobran efecto. Mientras que en el mundo físico tenemos los objetos con nítidos contornos, con lo cual nos ubicamos, en el mundo espiritual tenemos un sentimiento de confusión de configuración que se entreteje, exactamente así, como lo describe Goethe en la segunda parte del Fausto. De este reino de las madres empero procede aquello que es dado a nuestros sentidos, nacido de la misma manera, como el metal emanado de la madre de los minerales en las montañas. Y por el hecho de que este misterioso reino, el reino de las madres de todas las cosas físicas y terrenales, que por así decirlo contiene las sustancias divinas de todo, resuena con Goethe, con tanta belleza fascinante, la expresión “Las Madres”.

Es por ello que ha entendido lo que estaba leyendo en Plutarch. Entendió que cuando alguien exclama “¡Las Madres, las Madres!, no como un demente-está viendo un reino exento de sentido, sino que está viendo un reino de realidad espiritual. Al leer a Plutarch, Goethe por aquel entonces estaba considerando al problema mundial de las madres y a ese problema lo ha integrado a la segunda parte del Fausto.

Aquel que quiere entrar a este reino de las madres, al reino del mundo espiritual, en épocas antiguas tuvo que pasar por una prueba – al lado de todas las demás pruebas que ustedes pueden hallar definidas en mis artículos de “¿Cómo se obtiene conocimientos de los mundos superiores?”, lo que siempre se ha denominado la purificación preparatoria, la catarsis del alma. Tuvo que prepararse de manera tal que su alma, del cual debían ser extraídas las fuerzas espirituales superiores, ya no registre coerción, ni pasión referida al mundo habitual sensorio que por así decirlo se haya purificado de todo aquello que la conduce a lo aparentemente sensorio, aquello que es placer de los ojos y de los oídos para los sentidos, y lo que sujeta la razón al cuerpo físico. El alma debe estar libre de todo esto, para poder entonces despertar dentro de sí al ojo espiritual y penetrar al reino del espíritu. Aquello que se denomina el alma purificada, lo que se denomina el alma que ha pasado por la catarsis, el alma ya no orientada hacia lo físico-sensorio, en los lugares donde algo se había sabido de este misterio, se ha denominado el interior superior del hombre, aquel interior del cual se decía: esto no procede de aquello que puede ser investigado por ojos externos, esto procede de fuentes superiores espiritual anímicas, esto no posee origen terrenal, posee origen celestial. A esta alma purificada, se la imaginaba relacionada con el verdadero origen del hombre; dado que aquello que ha sido la ciencia espiritual en todas las épocas, no ha podido hallar en el mismo sentido de un desarrollo puramente material, de una perfección sensoria, de una imperfección de los sentidos. Esto que hoy estamos llamando desarrollo, lo que denominamos ascenso de un ser sensoriamente baja hasta un ser que transita con perfección sensoria sobre nuestra tierra, en la ciencia espiritual no es calificado como erróneo, tal como se ha dicho reiteradas ve es, es reconocido plenamente. La teoría de la evolución y  de la descendencia científica natural, es reconocida plenamente por la ciencia espiritual; señalándose empero al mismo tiempo que aquello que llamamos ser humano, no se agota en ese desarrollo, que se trata tan solo del lado externo del desarrollo de la humanidad.

Al contemplar retrospectivamente, el camino del hombre en el curso del tiempo, hallaremos que en la medida en la cual retornamos a figuras sensorias de menor perfección, nos encontraremos con el origen del hombre. A menudo ya hemos retornado a una época en la cual el desarrollo de la humanidad, donde aquello que hoy llamamos ser humano, no tenía existencia física aun, hallándose albergado aun, dentro de una existencia anímica-espiritual. Reiteradas veces hemos llamado la atención al hecho de que en el sentido de la ciencia espiritual, imaginamos la “figura sensoria, la corporeidad física del hombre, como la concentración de un ser humano otrora únicamente espiritual anímico. Aquel hombre espiritual-anímico se ha concentrado en el ser humano de la actualidad, de la misma manera como el agua se solidifica en hielo. También esta imagen ha sido empleada reiteradas veces. Al respecto se ha dicho: imaginemos una masa de agua, la misma se solidifica convirtiéndose en hielo, de modo tal que finalmente tenemos un resto de la masa del agua y la otra parte, convertida en hielo; allí tenemos la imagen de la generación del hombre. En aquellos hombres espirituales-anímicos, no hubo aun nada de lo físico-sensorio de la corporeidad, aquello que hoy  pueden ver ojos y tocar manos. Poco a poco, se torna más y más físico, hasta llegar a su configuración de la actualidad. Aquel tiempo en el cual puede retornar con la mirada la ciencia externa, muestra al hombre, en la figura física, en la cual hoy lo estamos viendo. La ciencia espiritual empero, retorna a lejanías del pasado, en las cuales el hombre fue dado a luz en el mundo espiritual, siendo aun, un ser espiritual-anímico. Al contemplar hoy su alma, nos decimos: lo anímico-espiritual, que hubo por aquel entonces. Contemplamos al interior del hombre, conocemos así su entidad espiritual anímica y decimos: tal como es en su interior, ha sido otrora, al nacer del seno del mundo espiritual. Este ser anímico, por afuera se encuentra envuelto por lo inferior del mundo sensorio, pero puede purificarse nuevamente, puede elevarse hacia una contemplación liberada de lo sensorio, pudiendo llegar de esta manera hacia la espiritualidad, de la cual proviene por nacimiento. Ese es el proceso del conocimiento espiritual, que pasa por la purificación. Vemos entonces en el espíritu del hombre seres anímico y al hablar no meramente mediante imágenes sino de manera real, decimos: al tomar conocimiento de este ser anímico en toda su verdad, vemos entonces que no es de este mundo. En el fondo de este ser anímico estamos viendo un mundo divino-espiritual, del cual proviene por nacimiento. Tratemos ahora, conducir a una imagen sensoria aquello que acabamos de mencionar. Preguntemos entonces ¿Lo que acabamos de decir, no lo poseemos transformado en una imagen sensoria, en la cual el mundo espiritual se encuentra simbolizado por formaciones de nueves de las cuales emergen figuras espirituales a modo de cabezas de ángeles, que representan al alma humana?

¿Acaso en la Madonna Sixtina de Raffael no tenemos una imagen nacida del mundo divino-espiritual?

Avanzamos y nos preguntamos: ¿qué sucede con el ser humano que ha purificado su alma, que ha ascendido a conocimientos superiores que en su alma ha accionado las formas espirituales, que dentro de él imparten vida a aquello que a modo de lo divino palpita en el mundo? El hombre que dentro de sí, da a luz al hombre superior, un hombre que representa un pequeño mundo dentro del gran mundo, que a partir del alma purificada, da a luz al verdadero ser humano superior, qué es?

A él lo caracteriza aquello que denominamos la clarividencia.

Tratemos de crear una imagen del alma que da a luz de sí, del universo espiritual, al hombre superior, entonces tan solo es necesario, contemplar la imagen de la Madonna Sixtina, al maravilloso niño en los brazos de la Madonna.

Es así que con la Madonna Sixtina, tenemos frente a nosotros una imagen del alma humana, nacida del universo espiritual; generado a partir de esta alma lo supremo que puede generar al ser humano, su nacimiento espiritual, aquello que se encuentra dentro de él, una re-generación de la actividad creadora del mundo. Tratemos de elevar a nuestra percepción aquello que realiza la conciencia clarividente.

La edificación de nuestro mundo otrora estaba edificada sobre la espiritualidad divina, descabellado seria de otra manera buscar un espíritu en el mundo si ese espíritu originalmente no hubiese construido al mundo. Aquello que nos rodea afuera en el mundo se ha originado en el espíritu que estamos buscando en el alma. Así el alma se ha originado en el divino espíritu paterno, que vive y vibra colmando al universo, dando a luz al Hijo de la sabiduría, similar al espíritu paterno, siendo una repetición del mismo.

Comprendemos entonces como Goethe se aproximó a este problema en todo su significado místico, cuando a todo el contenido del Fausto lo quiso resumir en el Chorus mysticus, al orientarse al alma humana como lo eternamente mujeril, que nos eleva hacia el espíritu universal del mundo. Es así que Goethe aun al final del Fausto ha sido fiel a su aproximación a la Madonna. A partir de la figura que la representación de la Madonna ha adquirido, difícilmente puede ser reconocido aquello que ahora ha sido expresado como una imagen, lo cual sin embargo se basa sobre una profunda verdad. Cuando empero con este problema de la Madonna retrocedemos hasta su rigen, nos daremos cuenta, de que de hecho – aun muchas veces de manera velada – aun hoy, en la figura de la Madonna nos hallamos frente al mayor problema de la humanidad. De hecho estas Madonnas han experimentado un cambio, de la figura simple, que conocemos en las  catacumbas, donde vemos al Niño extendiendo las manos hacia el pecho de la madre. Desde ese simple gesto, que posee poco elemento artístico, es un largo camino hasta el siglo 15, donde al cabo de muchos cambios, el Niño y la Madonna se han convertido en el sentido de la actualidad en un diseño más artístico, llegando hasta Michelángelo y Raffael. Sucede que aun cuando estos maravillosos artistas no se les ha revelado el conocimiento pleno, si han experimentado una clara percepción de una verdad más profunda del problema de la Madonna. Al estar parado frente a la así llamada Pietá de Michelángelo en la Iglesia de San Pedro en Roma, donde la Madonna está sentada con el cuerpo sin diva sobre su regazo, nos invaden los más bellos sentimientos, la Madonna entonces a la edad en la cual el Cristo ya ha pasado por la muerte, en belleza juvenil. Por entonces había sido una cuestión muy discutida, por qué Michelángelo había pintado la Madonna a esa edad de manera tan juvenil. Se lo ha preguntado a Michelángelo mismo y él respondió, que la experiencia indica que las mujeres vírgenes mantienen su frescura juvenil hasta la avanzada edad, entonces ¿por qué no tendría él el derecho de representar en su frescura juvenil a la madre del Dios aun a esa edad? ¡Un peculiar criterio expresado aquí por Michelángelo! Aun sin expresarlo de esta manera, lo estamos viendo asimismo en los cuadros de Raffael. Este concepto lo podemos comprender empero tan solo al retroceder lejos en el tiempo, en el cual aun en lo externo cobraba vida aquello que en las Madonnas estamos observando como inconscientemente artístico. Podríamos retornar muy lejos, y en definitiva hallaríamos al problema de las Madonnas en todo el mundo. Podríamos ir a la antigua India y encontraríamos a la diosa con el Niño-Krishna en su pecho, podríamos participar de u n servicio religioso chino y encontrar también allí, imágenes similares.

No vayamos empero a regiones tan lejanas y en cambio atenernos a aquella representación procedente de épocas antiguas, que reproduce en un sentido significativo aquello que tan bellamente nos ofrece la Madonna. Contemplemos las representaciones Isis con el niño Horus. Estas representaciones surgidas plenamente de la sabiduría egipcia, en cierto modo podrán convertirse en clave para nosotros, con respecto a una correcta comprensión de la representación de la Madonna. De hecho tenemos que tomar en consideración aquello que en realidad es la sabiduría que ha conducido a esta particular figura divina del antiguo Egipto, hacia Isis, y que aquello que esa sabiduría expresa en la leyenda de Isis y de Osiris es para nosotros. Al comprenderla en su real profundidad, esta leyenda nos conduce al problema propiamente dicho de la humanidad. Podemos investigar la religión egipcia en sus pormenores y nos daremos cuenta que lo más importante y significativo será para nosotros, la leyenda de Osiris, el rey que en remotas épocas ha imperado como en un tiempo dorado entre los hombres, casado con su hermana Isis, que ha aportado dicha y  bendición a los seres humanos. Un rey humano, con poder divino y divina virtud, así se sitúa frente a la mirada del antiguo habitante egipcio, hasta que sufre la muerte por iniciativa del Set, su mal hermano. Y padece la muerte de una extraña manera. En un banquete su mal hermano Set, al cual más tarde se lo llamó Typhon, hace preparar una caja y mediante un ardid se lo induce a Osiris a acostarse en esa caja. Logrado esto, se cierra la caja con la tapa, la cual luego es entrega a las aguas del rio, de modo tal que el agua lleva la caja a lo desconocido. Isis, la dolorida esposa, busca al marido en todos los lugares, hasta que al cabo de mucho tiempo lo encuentra en Asia. Lo trae consigo a Egipto y allí, el mal hermano lo destroza en muchas partes, las cuales son sepultadas en diferentes lugares. Es por ello que hay tantos sepulcros de Osiris en Egipto. Entonces, Osiris se convierte en el rey de los muertos, del mismo modo como antes había sido el rey de los vivos en la tierra. Desde el mundo del más allá, un rayo toca la frente de Isis, al cabo de ello, da a luz a Horus, que se convierte en emperador de ese reino.

En el sentido de la leyenda egipcia, Horus es el hijo póstumo de Osiris. El Horus generado mediante la fecundación desde el más allá, reina en el mundo sensorio-terrenal; Osiris reina en el imperio de los muertos. Mientras que aquí el alma está encerrada en el cuerpo, está supeditada al poder de Horus, al abandonar al cuerpo, llega al reino de Osiris, convirtiéndose a su vez en Osiris –así lo certifica el libro egipcio de los muertos. En ocasión de cada juicio, de manera muy significativa como se lo presenta en el libro egipcio de los difuntos, se apela al alma a su llegada: “Tú Osiris, que has hecho, etc., de  modo tal que por lo tanto el alma va madurando para convertirse en un Osiris, al pasar por el umbral de la muerte.

Así, en el sentido del Egipto antiguo, estamos contemplando dos imperios, el reino de Horus, y el reino al cual el alma entra después de la muerte y en el cual reina Osiris. Al mismo tiempo empero sabemos que se hallaba en el sentido de lo iniciados egipcios, que el iniciado que accede a facultades clarividentes, ya durante su vida terrenal llega a ámbitos que el alma puede conocer recién al cabo de la muerte, vale decir que puede conectarse con Osiris. Por lo tanto el iniciado mismo se convierte en un Osiris. Se desprende de lo físico, renuncia a todos los hábitos de la vida física, todas las pasiones y apetencias, se purifica frente a lo físico, se convierte en un alma depurada y como tal se reúne con Osiris ¿qué representa esta leyenda? Es una idea infantil, cuando se sostiene que esta leyenda nos cuenta por ejemplo el curso del sol alrededor de la tierra. Allí en la “mesa verde”, de los eruditos se inventa, que Osiris es el sol y al ponerse el sol, se trata de la superación por parte de los poderes invernales de la naturaleza, que debían ser caracterizados por Set, el mal hermano Typhon; y en Isis se nos representaba la luna, que busca al sol, para recibir la radiancia de su luz. Solamente aquel que a partir de su propia cabeza establece una teoría de mitos de la naturaleza, puede proponer tal cosa. En realidad, la leyenda de Isis es la expresión dada en imagen referida a una profunda verdad. ¿Qué época era esa, en la cual ha reinado Osiris sobre los hombres? Se trata de las épocas aquellas en las cuales los hombres habían sido aun, seres espirituales-anímico, en las cuales todavía moraban en el mundo espiritual-anímico, entre seres tales que igual a ellos, eran “entidades espirituales anímicas”. Cuando por lo tanto se habla del reino de Osiris, esto no se refiere al reino físico, sino a un reino del pasado, en el cual el hombre imperaba como entidad espiritual-anímica. Y la figura del hermano hostil de Osiris, se refiere a la entidad aquella que ha rodeado al hombre con el cuerpo físico, que a una parte de su ser espiritual-anímico lo ha compactado en cuerpo físico. Vemos así como el Osiris otrora puramente, es colocado en una caja. Esa caja no es otra cosa que el cuerpo humano físico. Como empero Osiris es una entidad que según toda su naturaleza no puede descender hasta el mundo físico, que debe permanecer en el mundo divino-espiritual, esa colocación en la caja – en el cuerpo humano – para Osiris, es equivalente a la muerte. Aquí por lo tanto se está representando en un sentido más amplio, la transición de aquel reino espiritual-anímico, hacia la época del desarrollo físico de la humanidad. Osiris no pudo entrar a ese reino físico, y entonces Osiris murió para el mundo exterior físico y se convirtió en rey en lugar de aquel, al cual llega el alma al alejarse del mundo físico sensorio o cuando desarrolla las fuerzas clarividentes.

Es por ello, que el iniciado se reúne como alma con Osiris ¿qué le ha quedado al hombre de aquel reino espiritual anímico?

Al hombre que no como Osiris se ha replegado del mundo físico-sensorio, sino que ha entrado en el mismo ¿qué le ha quedado? Su alma – su ser espiritual anímico – que siempre lo estará impulsando hacia los gérmenes originarios de lo espiritual-anímico, hacia Osiris. Es el alma humana que vive en nuestro interior, es Isis, en cierto modo, lo externamente-femenino, que vive en nuestro interior y no eleva hacia el reino del cual procedemos.

Esta Isis, que se purifica, liberándose  de todo aquello que ha recibido de lo físico, es fecundada desde el mundo espiritual y luego da a luz al ser humano superior, a Horus, que triunfará sobre todo lo humano-bajo. Miramos así a Isis, como a la representante del alma humana, como aquello que dentro de nosotros ha nacido como lo divino-espiritual del universo del Padre, lo que en nosotros ha quedado, lo que está buscando a Osiris y lo encuentra únicamente en ocasión de la iniciación o en la muerte. Al ubicar a modo de cuadro, esta leyenda de Osiris e Isis frente a nuestra alma, enviamos nuestra mirada directamente al reino aquel que se encuentra detrás de lo sensorio-físico, hacia la época aquella en la cual el hombre aun se encontraba con las madres, los fundamentos originarios de la existencia, cuando Isis aun no se hallaba encerrada en u cuerpo físico, cuando en la era dorada aun estaba reunida con su marido, Osiris. Allí se nos aparece aquello que a modo de excelsa humanidad, como supremo ideal humano nace del cuerpo humano, fecundado por el eterno espíritu del mundo mismo.

Entonces ¿cómo podría ser integrado al reino de las madres algo diferente al ideal supremo, la máxima humanidad, por lo tanto el Cristo – dado que él es el ideal que ellas representan¡ en el Fausto de Goethe, nos encontramos con tres madres, sentadas sobre trípodes de oro - ¡tres madres! El alma humana ha realizado su desarrollo en las épocas, en las cuales aun no se encontraba en el cuerpo humano. Aquello que hoy tenemos frente a nuestra mirada de índole sensoria, como fecundación humana y parto humano, se nos aparece tan solo a modo de símbolo y alegría de la figura anterior del mismo proceso. En la madre carnal estamos viendo, por decirlo así, la definitiva figura física de una madre espiritual, ubicada detrás de la misma, y vemos a esa madre espiritual, no fecundada de la misma manera como hoy acontece, sino proveniente del universo mismo, del mismo modo como también nuestra alma en su superior conocimiento la tenemos fecundada a partir del universo. Retornamos la mirada hacia configuraciones cada vez más espirituales de la fecundación y  la procreación.

Es por ello que al hablar en un sentido realmente científico-espiritual, no se habla solamente de UNA MADRE, sino de LAS MADRES, imaginando, que aquello que hoy estamos viendo frente a nosotros como madre sensoria es la ultima configuración de la figura espiritual-anímica del reino espiritual. De hecho existen publicaciones de Isis, que no representan UNA madre, sino MADRES, tres madres. Adelante tenesmo una figura, Isis, con el Niño Horus sobre el pecho, del mismo  modo como también se encuentran representadas las más antiguas figuras de la Madonna; pero detrás de esa figura tenemos otra figura, una Isis que sobre la cabeza tiene los dos conocidos cuernos de vaca y alas de buitre, entregando al niño la cruz con asa. Allí estamos viendo lo que adelante es físico, es humano, aquí ya más espiritualizado. Detrás de esta vemos aun una tercera fase del alma humana. De esta manera vemos estas tres imágenes de Isis, una detrás de la otra. Nuestra alma humana de hecho porta tres naturalezas  dentro de sí, una naturaleza VOLITIVA-su entidad ubicada en lo más profundo de su ser – una naturaleza DEL SENTIR y una naturaleza DE LA SABIDURÍA. Estas son las tres  madres del alma, se presentan en las tres figuras de la Isis egipcia.

El hecho de que detrás de la madre en principio sensoria, se encuentra la madre suprasensoria, la madre espiritual, la Isis de la época espiritual previa, y que allí por ejemplo en las figuras se encuentran colocadas las alas de buitre, los cuernos de la vaca, y la esfera mundial en el centro de la cabeza, es un símbolo de gran profundidad. Aquello que algo entendían de la así llamada antigua teoría de los números, siempre han dicho – y esto se corresponde a una profunda verdad- que el sagrado tri-número representa lo divino –varonil en el universo y mediante la imagen este triple numero era representado por el globo del mundo y los dos cuernos de vaca que si se quiere son una especie de réplica de la hoz de la Madonna, pero en realidad la representación del fecundo accionar del la fuerza de la naturaleza.

El globo del mundo es la expresión del trabajo, de la acción en el mundo. Horas tendríamos que estar hablando, para llevar a cabo una réplica referida a lo varonil en el mundo. Así, detrás de la Isis sensoria se encuentra su representante, la Isis suprasensoria, que no es fecundada por su semejante, sino por la deidad varonil, que vive y actúa en el mundo. El proceso de la fertilización aun se expone como algo que tiene aproximación al proceso de la toma del conocimiento.

La conciencia de que el proceso de la toma de conocimiento es una especie de proceso de fecundación, aun se conocía en épocas pasadas. En la biblia podemos leer: “Adán conoció a su mujer y… dio a luz”. Aquello que hoy recepcionamos como lo espiritual da a luz lo espiritual en el alma. Esto es algo que aun constituye un último remanente del antiguo modo de la fertilización. Lo que allí se expresa,  nos muestra como hoy somos fecundados por el espíritu del mundo, lo recepcionamos en el alma humana en el sentido del espíritu del mundo, para obtener al conocimiento humano, el sentimiento humano, la voluntad humana. Esto se nos muestra en Isis. Es fecundada por lo varonil-divino, para que su cabeza se fertilice y al niño no se le provee materia sensoria, como en el caso de la Isis sensoria, sino la cruz con asa, la esvástica, aquello que es el símbolo de la vida.

Mientras que por la Isis física, se provee la materia física de la vida, aquí se le entrega al espíritu de la vida en su símbolo.

De esta manera, detrás de la madre vital-física, aparece la madre vital del espíritu, y detrás de la misma, la fuerza original de todo lo viviente, representada con la fuerza vital, así como la voluntad imperaba detrás de todo, en un pasado remotamente lejano, aun espiritual. Allí tenemos a las tres madres, y también tenemos la manera en la cual estas tres madres desde el universo entregan al sol, la fuerza dadora de vida. Allí tenemos la expresión de una profunda verdad del universo – no artística, pero simbólica. Aquello que de esta manera como símbolo de Isis ha transitado por la evolución egipcia, fue asimilado por la época posterior y que fue transformado según el avance hecho por la humanidad, a través de la aparición del Cristo-Jesús en la tierra; dado que en el Cristo-Jesús había llegado el gran ejemplo para todo aquello que el alma humana debe dar a luz desde sí misma. Esta alma humana en su fecundación a partir del espíritu del mundo es simbolizada en la Madonna. Por lo tanto en la Madonna, ciertamente nos encontramos con la Isis renacida, debidamente acrecentada y sublimizada.

Aquello que al comienzo de la conferencia pudimos presentar a modo de imagen, se presenta ahora frente al alma, como relacionado con la evolución de la humanidad, emanando desde la lejanía del antaño, transfigurado artísticamente, desarrollado en los cuadros modernos, que en todo el mundo han sido colocados frente al alma humana, ávida de arte. Vemos allí, como de hecho el arte se convierte en intérprete de la verdad, tal como lo firma Goethe. Allí vemos como en definitiva, cuando nuestra mirada se eleva hacia la Madonna, y cuando esa mirada está compenetrada por el sentimiento del corazón, el alma todavía recibe una participación del gran enigma del mundo. Vemos allí como en una entrega tal nuestra alma como lo eternamente-femenino dentro de nosotros siente la ansiosa búsqueda del divino espíritu paterno, nacido del universo, al cual damos a luz en el propio alma a modo de sol. Aquello que somos como seres humanos y la manera de la cual estamos relacionados con el mundo es lo que presenciamos al contemplar las imágenes de la Madonna. Es por esa razón que etas imágenes de la Madonna constituyen algo tan sagrado para nosotros, más allá de cualquier corriente religiosa o dogma religioso. Así podemos sentirlo como algo procedente del  universo, cuando las indefinidas formaciones de nubes se convierten en cabezas de ángeles, y del conjunto se va generando la representante del alma humana. Y a su vez, la Madonna contiene aquello que puede ser dado a luz del alma humana el verdadero ser humano superior, aquello que se encuentra latente en cada hombre, lo mejor del ser humano, aquello que a modo de espíritu fluye y late en el mundo. Esto lo ha sentido también Goethe, al dar el toque final a su Fausto, cuando lo hizo pasar las diferentes gradas, que conducen hacia los conocimientos más elevados, y hacia la vida superior. Es por ello que le indica que vaya a ver las madres, es así que el hombre “Madres”, para él cobra un sonido espantosamente-hermoso, y le permite intuir la sabiduría proveniente de antiguas épocas. Es por ello que Goethe sintió, que debía enviar a Fausto hacia las madres, que solamente allí podía buscar y encontrar lo eterno, imperecedero, aquello eterno, mediante lo cual puede generarse el Euphorion. Porque el alma humana se le apareció representada por la Madonna, en el “Chorus mysticus”, Goethe expresa al enigma del alma en las palabras: “Lo eternamente femenino nos hace ascender”. Es por ello que Raffael con su maravilloso cuadro de la Madona ha logrado conducir nuevamente a las regiones hacia las cuales conducían las antiguas imágenes de Isis. Desde aquello que es espiritual, que ya  no puede ser expresado a través de figura humana, porque se apelaría a figuras demasiado sensorias, desde aquella Isis que simbólicamente por su fuerza se halla representada solamente mediante la cabeza del león, descendemos hacia la Isis humana, que mediante la materia sensoria transmite su fuerza al Niño Horus. Inconscientemente, Raffael ha expresado esto en su  Madonna Sixtina; la ciencia espiritual conducirá a la humanidad conscientemente hacia la altura, hacia el mundo espiritual, desde el cual ha descendido.

Platón ha dicho: otrora, el hombre ha sido un ser espiritual, ha descendido tan solo por el hecho de que se le han quitado las alas espirituales, de que ha sido envuelto por un cuerpo físico. Se liberará nuevamente de este cuerpo sensorio, y ascenderá a los mundos espirituales-anímicos. Esto ha sido anunciado filosóficamente por Platón. Esto lo expresan asimismo los cuadros de las Madonnas, siendo en el sentido más bello aquello que Goethe quiso expresar en su dicho: el arte es la interpretación más digna de los reconocidos misterios del mundo.

No tenemos que temer que el arte se torne abstracto o hasta alegórico, cuando se verá obligada - ¡digo obligada! -  reconocer las superiores realidades espirituales; no temamos que artísticamente se toen erigida y exenta de vida, cuando ya no puede atenerse a burdos modelos exteriores.

Solamente por el hecho de que el hombre ha perdido la capacidad de reconocer lo espiritual, también el arte está sujeto a los sentidos externos. Cuando empero la humanidad encontrará nuevamente el camino de retorno a las alturas espirituales y conocimientos, también podrá saber, que existe realidad verdadera en el mundo espiritual y que aquel que contempla esa realidad, podrá crear con plenitud de vida, sin atenerse esclavizado a modelos sensorios. Recién entonces podremos comprender a Goethe, cuando en envergadura de mayor amplitud,  mutuamente se acompañen  el arte y la sabiduría, cuando el arte nuevamente será una interpretación de lo espiritual. Entonces el conocimiento y el arte nuevamente estarán mancomunados, u en su conjunción podrán ser religión; dado que lo espiritual volverá a actuar en su forma nuevamente en los corazones humanos, a modo de lo divino, generando la religiosidad verdadera, autentica, mencionada por Goethe. “Quien posee ciencia y arte, asimismo posee religión”, dijo Goethe.

De hecho quien posee ciencia referida a los misterios espirituales del mundo, y sabe el mensaje dado por la Isis-Madonna, ve en ello plenitud de vida, algo mucho más viviente que en una imitación burda de modelo humanos-esclavos, exteriores, físicos. Y alguien, quien como a través de un velo envía su mirada a lo espiritual contemplando lo viviente que representan las Madonnas, puede sentir nuevamente devoción, exenta de toda dogmática, sin prejuicio, en plena libertad espiritual. Reunirá en su alma ciencia o sabiduría y arte, generando dentro de sí, una libre religiosidad, autentica devoción.

10.09.2016