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Walter Bühler

EL SOL COMO CORAZÓN CÓSMICO

Sin la realización de una mirada hacia el cosmos, no es posible una profunda comprensión del hombre. El sol, la luna y las estrellas y sus ritmos, son el lado externo de un mundo de esferas de imágenes primarias, cuya consonancia promueve la cristalización del microcosmos ser-humano. Esto cobra validez asimismo también con referencia a todo sistema orgánico u órgano en particular. “Aquello, que está contenido en cada órgano, es posible de comprender tan solo cuando el órgano en cuestión es comprendido a partir del cosmos”.

Es empero la entelequia humana misma, que participa en la tarea en tales procesos suprasensorios, en ocasión del paso a través de las esferas según su destino. Estos procesos luego se convierten en elemento impulsador del desarrollo embrional humano.

“Tomemos al más noble de los órganos: el corazón humano…esa formación plástica, externa, el corazón humano, tal como es de manera individual en cada persona es el resultado de aquello que ha elaborado en común tarea con los dioses desde la muerte y un nuevo nacimiento- en primer lugar, la persona tiene que trabajar en la dirección que desde la tierra va hacia Leo. Hacia la imagen estelar de leo en el zodíaco. Esa dirección es corriente desde la tierra hacia la imagen estelar del hombre, para que pueda producir al corazón en forma de germen; allí se encuentran fuerzas cósmicas-.

Luego, cuando el hombre ha pasado por esa región que se encuentra en las vastedades del espacio sideral, tiene que llegar a regiones más próximas de la tierra, a la región solar. Allí, a su vez también se desarrollan fuerzas, que siguen perfeccionando al corazón. Y luego el hombre llega a la región tal, en la cual ya es tocado por aquello, que llamamos calor terrestre. Allí, se prepara al corazón en una tercera etapa.” Luego Rudolf Steiner refiere, como en la región de Leo actúan en principio “fuerzas puramente morales y religiosas”, que en la región solar, son captadas por las fuerzas etéricas. Y recién en la región fogosa, próxima a la tierra, “las fuerzas comienzan a entrar en actividad,   que luego configuran al germen físico para el hombre, que luego desciende como ser espiritual-anímico.” A diferencia de órganos tales como el hígado o el pulmón, “que recién se forman en la proximidad de la existencia terrenal”, el corazón ocupa una posición especial, dado que es configurado procedente de las lejanías de todo el cosmos.

“Con respecto al pulmón, el hígado, en lo cósmico el hombre se asemeja a la proximidad terrestre, con respecto al corazón, es un amplio ser cósmico… al pasar al corazón quisiéramos anotar al universo entero.”

Este origen de amplitud cósmica del corazón, también lo convierte en el cuerpo humano en un órgano universal, que mediante el sistema arterial y circulatorio de modo sin par, llega a todos los órganos, los une entre sí,  los refiere a sí mismo, aunándolos en integridad de organismo. Por lo tanto en ocasión del estudio del sistema circulatorio-cardíaco y sus enfermedades, es una necesidad procedente de la naturaleza del objeto, el tomar en cuenta en mayor medida los aspectos cosmológicos. Esto empero nos conduce a contemplar al más majestuoso fenómeno del cosmos mismo, al SOL. Al considerarlo a modo de estrella fija, entonces a su vez es el representante de los misterios más cercanos a nosotros de las lejanías macrocósmicas del espacio. De hecho, la observación solar y la física solar, a modo de una rama especial de la astronomía moderna, es fomentada con todos los medios, porque a través de cada información y aclaración referida a nuestro astro central, se aguarda una conclusión con respecto a los enigmas de toda la galaxia y sus miles de millones soles de estrellas fijas, es decir, conocimientos que de esta manera tan solo pueden ser obtenidos mediante este objetivo, de modo relativamente fácil. Rudolf Steiner así lo ha expresado: “Elevando la mirada puedo ver al poderoso corazón del mundo, en el luminoso circulo del sol. Elevando la mirada puedo sentir, al animado sol humano, en el cálido latir del corazón.”

No se trata aquí de algo simbólico, sino del contexto de lo espiritual en el hombre, con la espiritualidad del mundo: “Dado que aquello que se encuentra en el interior de nuestra piel no es otra cosa que la imagen espejo del organismo exterior del mundo. Cuando entonces a modo de esquema tenemos aquí al hombre y tenemos allí de alguna manera su circulación sanguínea, entonces seguimos la vía de esta circulación sanguínea… eso acontece en el interior del hombre. Al salir al espacio sideral y vamos en dirección al sol, vemos que se corresponde con el corazón en el interior del hombre. Y aquello que desde el corazón pasa por el cuerpo, o en realidad desde el cuerpo llega al corazón, por irregular que en cierto modo es, es similar a los movimientos relacionados con el curso del sol… en lugar de trazar una forma en el pizarrón, tendríamos que indagar los jeroglíficos contenidos en nuestro interior. Luego empero tendríamos que aprender a partir de esto cualitativo, entender aquello que acontece allá afuera en el universo.”

Una exposición más pormenorizada de las referidas corrientes cósmicas, las brinda Rudolf Steiner en una conferencia acerca de leyes estéticas de formas (caminos para un nuevo estilo de edificación”, del 5.7.1914). Muestra allí como entidades de naturaleza elemental y de organizaciones jerárquicas inferiores, son enviadas por el sol a determinados cuerpos celestes, a los que compenetran vivificándolos retornando al sol a modo circulatorio. Al respecto “al observador oculto se le aparece el sol como dividido en cuatro partes, en cuatro espacios, en forma de cruz”. Son lugares solares, denominados como “cámaras”. “Así podemos ver una corriente tal de entidades migratorias, a partir de una determinada cámara – diríamos – desde el sol hacia la tierra, penetrando en la tierra, transvivificando la tierra, vale decir con la fuerza espiritual del sol, luego retornando al sol y a esta cámara aquí”.

De similar manera, entidades “rodean y transponen con su fluir a la luna que proceden de una cámara segunda. “Por un lado las entidades, después de haber transpuesto a la luna en su fluir, retornan a la cuarta cámara, pero además se forma otra corriente, que consiste en el hecho de que determinadas entidades no participan del trayecto hasta la luna, sino que antes de llegar a la luna, emprenden el camino de retorno al sol. De esta figura vemos una especie de imagen-espejo, diríase en el universo.”

En otro dibujo, Rudolf Steiner equipara la luna al cerebro, la tierra al pulmón, y en sol dividido en cuatro partes, al corazón compuesto por cuatro cámaras, mostrando como en la figura del fluir cósmico que forman las entidades nombradas, pueden ser experimentados como la imagen arquetípica de la corriente sanguínea humana.

Parece ser significativo, que Rudolf Steiner habla del hecho que estas corrientes recién al cabo de una “contemplación más detenida se disuelven en una multitud, en muchedumbre de entidades espirituales, que migran de un cuerpo celestial a otro, y que en principio, como corrientes magnéticas cósmicas o eléctricas, van de un cuerpo celestial a otro. Dado que esto muestra que tales procesos suprasensorios poseen un destello o reflejo que llega hasta el plano de percepción de nuestros sentidos exteriores. Y es de hecho la física solar, la que observa en relación con el sol, enormes y múltiples fenómenos magnéticos y eléctricos. W. y D. Babcock por ejemplo han desarrollado un complicado magnetógrafo solar, que mediante el efecto zeeman permite recorrer y registrar la distribución de los campos magnéticos de toda la superficie solar de manera automática en un cuarto de hora. Sobre la tierra a su vez, en los trastornos globales de los campos magnéticos terrestres en las así llamadas tormentas magnéticas, en el estallido de la aurora boreal, el fluir de determinadas radiaciones corpusculares del sol. 

Podemos suponer que también en los fenómenos externos podamos recibir indicaciones significativas con respecto a lo subyacente espiritual. “Dado que como los rayos solares físicos caen sobre la tierra, brindando luz y calor a la tierra, así los actos y los efectos de los espíritus del sol caen sobre nuestra tierra.

Los rayos solares físicos, son tan solo la expresión extra-física de los actos de los seres solares espirituales.” Dado que no es posible una espiritualización de los resultados de investigación de las ciencias naturales sin su exacto conocimiento y su consideración, a continuación contemplaremos algunos datos referidos al estado actual de la astronomía solar.


EL LADO EXTERNO DEL SOL

 En el sentido científico-espiritual, el sol puede ser tomado como un cuerpo espacial al cual por lo tanto le corresponde un determinado tamaño medible. El diámetro del globo solar se calcula en 1, 4 millones de kilómetros, lo que representa las 109 veces del diámetro de la tierra. Este tamaño que resulta ser difícil de imaginar resulta ser más comprensible si imaginamos a la tierra en su tamaño, a modo de una manzana de 9cm. de diámetro. Entonces el sol se corresponde a un globo de 10metros de altura. Lo llenarían recién, 1,3 millones de manzanas. Por lo tanto, la tierra conjuntamente con la vía lunar tendría lugar cómodamente en el sol, cuya masa se presume como 332000 veces la masa de la tierra, eso es 2x1033 gr.

Ya el aspecto resplandeciente, titilante de la esfera solar está señalando que cada punto de su superficie – a diferencia de la luna se encuentra en constante movimiento. La luz visible proviene de la capa de fotosfera, de tan solo unos kilómetros de espesor que comparado con el tamaño del sol, se asemeja tan solo a una finísima envoltura cuya temperatura desde adentro hacia afuera decrece de 7000grados a 4000.

Debajo de esa envoltura, hasta 70.000 kilómetros de profundidad (= a un décimo del radio solar), se encuentra la zona inestable de convección hidrógena, transpuesta por turbulentas corrientes de convección. Las mismas promueve enormes alteraciones en la fotósfera lindante, en forma de masas de gases ascendentes y descendentes, con diferencias de temperatura de hasta 1.000 grados, que se tornan visibles en la burbujeante rede de malla, de las granulaciones de la superficie solar. Su aspecto se asemeja a un ciclo cubierto por cirros o también al ojo en facetas de un insecto; dado que como parece, “las granulaciones se encuentran encajadas entre sí de manera hexagonal, como el panal de abeja”. 

Se trata de poderosos remolinos de gas, que constantemente se generan y se disuelven – de un tamaño aproximado como de Francia – cuya duración de vida es tan solo de pocos minutos. “La fotósfera del sol, la de la cual procede la radiación solar, muestra ser un campo en transformación constante, de tempestades de remolino, ubicados uno próximo al otro.”

Tan solo en ocasión de un eclipse solar, podemos observar sin la ayuda de un instrumento, una radiancia circular que rodea al sol, en el cual aparecen rayos cortos y rayos largos y arcos lumínicos la CORONA. Se compone de una atmósfera gasífera, muy delgada que constituye tan solo un millonésimo de la luminosidad del sol, en su esfera. Como el 99por ciento de su luz solo es luz reflejada en la fotósfera, tiene que sorprender en tanta mayor medida el hecho que en ella la temperatura de golpe asciende a 1, 2 hasta 1, 5 millones de grados. No nos equivocamos al ver en esta envoltura calórica, de por sí oscura, un resto del antiguo desarrollo saturnino. Dado que ya en la época del antiguo estado solar del desarrollo planetario, alrededor del astro luminoso, se encuentra una envoltura fogosa: “El sol mismo ha sido una especie de masa de aire, aquello que lo rodeaba era la materia aquella que con anterioridad formaba al Saturno mismo: el fuego el calor- la parte que se había concentrado, había formado al solen forma de gas, y lo que no pudo compenetrarse era un ondulante mar de fuego-“ la fotósfera incandescente  en cambio se origina en el antiguo estado solar de la evolución planetaria. La Corona, sin límites reconocibles, pasa al espacio sideral y en la actualidad hasta se la relaciona con la luz zodíaca. “Sus ramificaciones más extremas ocasionalmente hasta pueden tocar a la tierra”.

Entre la corona y la fotosfera crece un “mar de gramíneas”, transpuesto de colores, con poderosas lenguas de fuego en movimiento (spícules) que forman la cromosfera. La observación de esta envoltura del globo solar de algunos miles de kilómetros, pertenece a los problemas más difíciles de la física solar, ya que puede ser realizada tan solo por unos segundos, al comienzo y al final de un eclipse solar. Los spícules con su carácter de fuente pueden alcanzar una altura de 10.000 a 20.000 kilómetros y con ello, avanzar hasta la corona.

Existen tan solo durante unos pocos minutos y tienen sus raíces en las ya mencionadas granulaciones de la fotósfera. En la cromósfera inferior se hallan tan unidos que ya no pueden ser separados en unidades. Estas fogosas salpicaduras de gas se elevan con velocidades de 30kilómetros por segundo. “Sin lugar a dudas, un visitante de la cromosfera (o también de la fotosfera con sus granulaciones en  veloz ascenso) experimentaría un ruido ensordecedor, tal como se genera en ocasión de todos los movimientos de procesos con velocidad supersónica.”

A modo de ejemplo con respecto a la exactitud de las observaciones aquí representadas, mencionamos que los spícules en los polos del sol son más largos y allí, a consecuencia de la influencia de los campos magnéticos del sol, se encuentran inclinados en direcciona su superficie, como los rayos polares de la corona. El hecho de que su espectro tan solo muestre 3.000 líneas de cromósfera, indica cuan diferenciado tienen que ser estos árboles lumínicos. Dado que “nuestro sol de la actualidad es el descendiente de la antigua masa solar”, podemos ver en la gaseosa, luminosa y hasta colorida fotósfera y cromósfera la especial resonancia del antiguo sol. Este mismo refleja los ingredientes del cosmos, brillaba en los más bellos colores, despedía un maravilloso resonar, un delicioso aroma fluía del mismo. El antiguo sol ha sido un maravilloso ser.”

 El así llamado CALENTAMIENTO de la corona, que de manera constante entrega su calor al entorno cósmico, le ha casado mucho dolor de cabeza a los físicos solares y se dice que procede de la zona de convección hidrógena del interior solar, a causa de intermitencias “que a modo de ondas elásticas transponen la fotósfera y la cromósfera superior, pasando con ello a ondas de empuje… para cubrir la radiación de la corona, es decir mantener su temperatura, ya basta que una de diez mil partes de la energía kinética contenida en las granulaciones llegue a la corona”.

En el interior del sol mismo que no puede ser observado de manera directa, se supone que imperan temperaturas y estados de concentración inimaginables de materia. Partiendo de  masa solar conocida supuestamente, que parece estar compuesta sobre todo de hidrógeno y helio, los físicos calculan para el centro solar, temperaturas de 17 hasta 21 millones de grados, siendo e estos gases son comprimidos a una concentración entre 45 a 115 g/cm3 bajo una presión de 1011 atmósferas. “Al respecto se integran paso a paso con ecuaciones conocidas de la hidrostática y la termodinámica, desde la superficie hasta el centro…”

Toda la masa solar en su conjunto, lleva a cabo un continuo movimiento de giro, que sobre todo puede ser detectado en las manchas solares. Al respecto se evidencia de manera sorprendente que un punto de la superficie solar se mueve con una velocidad tanto más acelerada, cuanto más próximo se encuentra del trazo ecuatorial, mientras que la velocidad de rotación disminuye en la proximidad de los polos. En las amplitudes medias, la duración de rotación es de 25, 38 días. En la zona ecuatorial se acorta en 9 horas y se desacelera en (-70, 70) grados de amplitud heliográfica en cuatro días.

Al elegir 3 puntos (A, B, C) (ver figura 1) de un meridiano solar, entonces los mismos al cabo de un giro (ver figura 2) estarán desplazados (A’, B’, C’ ). El globo solar de esa manera se transforma en un gigantesco remolino, cuyas masas constantemente se desplazan entre sí, mezclándose. Por cierto que a ese remolino de esa ronda de granulaciones, que se generan y desaparecen en la superficie solar, lo podemos considerar como destello del gran remolino solar.



EL SOL COMO ESPACIO HUECO

En oposición absoluta, a los mencionados conceptos de cálculo de la astronomía de la actualidad, referidos al interior del sol a modo de una gigantesca masa candente de materia en constate transformación atómica, se encuentra el resultado de una investigación de Rudolf Steiner, que podemos considerar revolucionario:

“Los físicos estarían muy asombrados, si pudieran preparar una expedición para llegar, donde opinan que se encuentra un cúmulo de gases candentes, que según su opinión forman al sol: sucede que los físicos hallarían que allí donde se suponían la existencia de los gases candentes, nada existe, existe aun menos que el espacio – menos que nada: ¡un hueco en el espacio sideral! 

¿Qué significa espacio? Los hombres no saben lo que es el espacio, y los que menos lo saben, que mucho reflexionan acerca de ello son los filósofos. Dado que, si aquí hay una silla y sigo caminando sin tomarla en cuenta, voy a chocar con ella, es solida y no me deja pasar. Si la silla no está allí, recorro el espacio sin problema. Existe empero un tercer caso. En ese tercer caso, al caminar no tendría que detenerme, ni me golpearía, pero sería absorbido, chupado, desaparecería: allí FALTA el espacio, existe lo opuesto al espacio. Y este hecho opuesto al espacio, se encuentra en el sol. El sol es ESPACIO NEGATIVO, es espacio dejado en blanco”.

Este desarrollo polar del concepto, experimenta una complementación en el curso astronómico, donde Rudolf Steiner introduce el concepto de la “materia negativa”: “En el sol no tenemos un cuerpo cósmico simplemente diluido con respecto a la tierra, sino que en cierto sentido, si a la tierra en su materialidad la planteamos como positiva, en el sol, en la parte interior del sol, tenemos MATERIA NEGATIVA. Podemos manejarnos con las manifestaciones tan solo al imaginar materia negativa en el espacio interior del sol”

De hecho, en el espacio opuesto cobran validez leyes muy diferentes que en el espacio positivo circundante. Allí impera la fuerza de gravedad y la presión de la materia. Aquel es referido como “espacio hueco, de succión, que aniquila todo lo que se encuentra en su interior, de modo tal que es más un espacio hueco. Un espacio hueco al menos no hace otra cosa que recibir todo aquello que allí colocamos. El sol empero es un espacio tal que cuando algo colocamos en ese espacio, de inmediato lo succiona, lo hace desaparecer. No tan solo hay anda, hay menos que nada.”

Esta inversión de la dinámica en el interior del sol por lo tanto es tan enorme que allí desaparece la ley de conservación de la materia.

En el efecto de succión del espacio solar hueco, revive el éter cósmico; dado que la materia no solamente se convierte en espacio vacío, sino que se torna negativa, se convierte en menos que nada, se torna en efecto de succión. Y el éter es succionador. El sol es en su conjunto un globo que en realidad succiona y por doquier donde existe éter, existe fuerza de succión… no es un globo contenedor de gas, sino que allí existe menos que espacio, existe un cuerpo de succión.”

Una y otra vez Rudolf Steiner remarca en los últimos años de su vida este concepto del sol a modo de un espacio cósmico-hueco. Los físicos “creen que allá afuera está flotando un gran globo lleno de gas en el cosmos. Ya lo he dicho reiteradas veces: los físicos estarían muy asombrados, si pudiesen construir un globo cósmico – y allí donde suponen un gran globo contenedor de gas, hallarían un espacio negativo, que de inmediato no solo los convertiría en nada, sino que trasladaría más allá del nada. Todo eso que hoy se está desarrollando mediante las cosmologías materiales, es ilusión pura.

En la siguiente conferencia del mismo ciclo encontramos las palabras: el sol no tiene condición material alguna. Lo que los físicos dicen al respecto – lo he dicho reiteradas veces – es fantasía pura. A ello parecen contradecir por completo lo referido en otros lugares. Dado que “ya en el sol antiguo, que es el precursor del actual, la sustancia calórica subyacente al sistema planetario “e había condensado en aire o en gas”. Este “sol antiguo, ya posee una corporeidad más densa que Saturno, es comparable a la densidad del aire de la actualidad-“ pocos años más tarde, Rudolf Steiner dice: “Al orientar nuestra mirada hacia el espacio sideral en dirección al sol entonces en el primer término tenemos que ver un resto del sol antiguo, en cierto modo, al revivido antiguo sol, que en la actualidad está imitando aquello que hubo sobre el sol antiguo… el sol tal como hoy está flotando en el cosmos, no tan solo para la mirada clarividente se encuentra allí como figura etérica, sino que está en existencia como un globo de gas, como algo concentrado hasta la cualidad del aire.”  

En concordancia a ello, encontramos en la “Ciencia oculta”, la explicación referida a la generación del sol actual, afirmando que el sol actual se ha desarrollado por el hecho de que determinados seres en la época hiperboreica, del estado gasífero luminoso del concentrado cuerpo cósmico han extraído las finas sustancias calóricas y gaseosas materiales a modo de cuerpo solar, para no compartir la sucesiva solidificación de la tierra.

La aparente contradicción se resuelve sin consideramos que también el sol, como toda manifestación mundial tiene dos aspectos y depende de qué lado lo estamos mirando. Dado que la concepción del espacio hueco, en realidad solo ataña una parte del sol, la parte INTERIOR”, al cual para el conjunto de la concepción le corresponde una parte material, externa, periférica. El investigador espiritual, frente a la concepción unilateral dentro del ámbito material científica-natural, que obstruye el camino a una verdadera contemplación del sol, tiene que remarcar con decisión al lado supera sensorio-espiritual, como aporte original al estudio científico espiritual del sol.

Lo que estamos viendo del sol, de hecho es tan solo la envoltura gasífera periférica luminosa, llameante en calor, que oculta su verdadero misterio, el interior solar. En nuestro modelo solar de los 10 metros, la fotosfera sería tan solo una capa envoltoria de 4mm de grosor de gas. El grosor de la cromosfera, que es tomada como “es espuma de las olas del océano ondulante de la fotosfera”, en la misma tendría tan solo unos pocos centímetros y este “llano incendiado” ya es 1000 – a 10.000 veces más delgado que la fotósfera. La contradicción planteada es superada a través de una síntesis respectiva de la parte exterior y la parte interior del sol. Se obtiene a partir de la descripción dada en el curso astronómico. La transición de la materia, “que rodeando aún es aquello que hasta un cierto grado ejerce presión”, hacia el espacio de la esfera, tiene que ser presentado por etapas: desde la materia relativamente más compacta, entramos a la materia delgada, luego a la negación de la materia. Por cierto que no nos equivocaron al suponer en la zona de convección hidrógena, esa región de envoltura de la superación definitiva de la materia circundante.

Esta concepción del sol empero tiene sus consecuencias para la concepción de la constitución de todo el sistema planetario y el significado de sus condiciones del movimiento. Ya que no se trata ya de la fuerza de gravedad de una inmensa masa, que por ejemplo atrae a la tierra en el sentido del “tiracuerda Newton”. “Dado que el sol como “conjunto de fuerza de succión… ya es una explicación de la gravitación”. El movimiento del sol, imaginado por Rudolf Steiner en forma de lemniscate, que arrastra tras de sí a la tierra, solo puede ser imaginado científicamente cuando fuera de la fuerza de gravedad, se toman en cuenta factores nuevos del movimiento, fuera de la fuerza de gravedad. “Comprendemos de esta manera aquello, que de otro modo no podríamos acompañar interiormente con representaciones.

No podremos manejarnos jamás con una representación que mantiene unida las manifestaciones, si no empleamos el fundamento de representaciones tales, al no contemplar en la materia una intensidad positiva y una negativa”




EL SOL COMO FUENTE DE VIDA

Aquí nos encontramos en el punto decisivo, en el cual los modelos de movimiento del sistema planetario pensado de manera mecánica tiene que ser conducidos a un modo de contemplación que toma en cuenta principios que constituyen la esencia de lo orgánico- esa es la condición previa objetiva, para poder hablar de un ORGANISMO PLANETARIO, en el cual no tan solo un candente globo gasífero muerto es un centro de gravedad, sino en el cual es sol es viviente miembro del conjunto, vale decir, es un órgano- ya una contemplación cualitativa acorde a la realidad de la luz solar y de los colores mismos, posibilitará captar al sol a modo de entidad viviente: “Cuando alguna vez habrá llegado el momento de entender debidamente la teoría de los colores de Goethe, se podrá comprender asimismo que no tan solo a la luz podemos dividir en siete colores básicos, sino que detrás de aquello que es luz física, se encuentra la vida transfluída por el sol.”

De hecho en el proceso de succión del interior solar, aparecen los cuatro tipos etéricos: “Al estar contemplando al sol de la actualidad tan solo de manera física. Tenemos que decir: los estados que tenemos en la tierra y que denominamos sólidos y líquidos, no los tenemos que buscar en el sol físico. A lo sumo podemos decir, que el sol aún desciende hasta lo gaseoso. De esta manera aun nuestra física contempla al sol… cuando de los siete estados de la existencia elemental queremos localizar los tres estados superiores elementales – éter-luz, éter-sonido, éter de vida -, entonces tenemos que decir: los tenemos que buscar en mayor medida en lo referido al sol- en lo terrenal, tenemos que buscar lo referido a la tierra, lo referido a lo líquido, lo referido al aire… a lo referido al sol, tendremos que ubicar más bien lo luminoso, lo espiritualmente sonoro y también lo referido a la vida. Lo generador de vida, lo tenemos que buscar en lo referido al sol.”

Mediante aquello, “que en el sol son impulsos de calor, luz, son impulsos químicos, impulsos vitales”, el sol se convierte de manera constante en fuente cósmica desbordante de vida. De hecho, “al sol se lo percibirá como fuente divina de vida, sobretodo aun en la tercera época cultural post-atlántica. En esa condición empero yace una imprescindible condición de poder elevar a nuestro astro diurno al rango orgánico de un corazón cósmico.

La representación del solo como espacio hueco de succión, destructor de materia, sin embargo dador de vida. No se halla tan lejano a nuestra capacidad conceptual como podríamos suponer en principio. Dado que tanto en el organismo humano ,como también afuera en la naturaleza, de manera constante en el accionar de lo etérico de modo concreto nos encontramos con el reflejo del efecto solar de succión, pudiendo ejercitar nuestra mirada y nuestro sentimiento sensorio-ético en el mismo- así por ejemplo, el ascenso de la sabia en los vasos en el tallo vegetal, superando la fuerza de gravedad que de manera amplia excede al efecto capilar y que por la mañana puede aparecer de manera tan impresionante en la formación de la gota (gutación) en la punta de la hoja, es una expresión del fluir del éter de succión. La tendencia radial del tallo que desde allí se concentra como es sabido en menor medida sigue a la succión que en medida mayor ejerce el sol sobre la tierra que lo sigue - ¿y en el interior de una flor de un tulipán o de una rosa, dentro de los cuales el órgano arquetípico de la planta la hoja se disuelve en polvo y se dispersa en fragancia, un relejo es del espacio opuesto, perteneciente al sol? Sería una idea grotesca, suponer un espacio dentro de la fruta, hacia cuyo interior imprime las sustancias requeridas, siendo que en cierta manera, procede al bombeo del contenido de un grano de uva. En ese mismo grano, a modo de un todo pleno de vida, yacen las fuerzas de succión de un espacio opuesto metamorfoseado, que atrae la sustancia orgánica. Sin destruirla pero transformándola en dirección a la luminosidad solar de la dulzura del azúcar y la formación del aceite, purificándola, arrebatándola a las fuerzas centrales de la tierra. Dado que “cuando la materia común choca contra algo, lo empuja- cuando el éter se aproxima a un asunto de esa índole lo atrae mediante la succión y lo absorbe.”

De manera similar, Rudolf Steiner nos pide, ejercitar nuestra mirada con respecto a los efectos de presión y de succión: “Si el éter no practicara efectos de succión, entonces las personas tendrían el mismo aspecto atrás como adelante, dado que en aquello que genera la diferencia en el hombre, atrás y adelante, por un lado es el resultado del efecto de presión de la materia pesada y del efecto de succión de la materia etérica, o del éter. Nuestra nariz está empujada hacia afuera de nuestro organismo por el efecto de presión de la materia pesada. La cavidad de los ojos es succionada hacia el interior por la fuerza de succión del éter y así, siendo diferente atrás que adelante, adelante diferente que atrás, en nosotros está actuando sustancialidad de presión y de succión.” En la convexidad y la concavidad de la columna vertebral por ejemplo, podemos observar asimismo, esa reciprocidad de las fuerzas.

Sin reconocer a sol como formación de espacio hueco etérico, cuyo espacio opuesto puede ser considerado como la “cámara interior del corazón del sistema planetario”, también queda cerrado el camino del reconocimiento de uno de los misterios espirituales-fisiológicos del corazón humano. ¡La eterización de la sangre! Sin ese proceso, el ser humano no podría alcanzar su meta terrenal. De la misma, Rudolf Steiner ha hablado por vez primera en la octava conferencia del cielo “Milagros del universo, sondeos del alma, revelaciones del espíritu”. Explica allí como la circulación sanguínea y el corazón, a partir de estados etéricos previos en la época lemúrica, por vez primera se han densificado llegando así al estado físico. “Para el desarrollo terrenal estas fuerzas que allí se han concentrado siendo nuestro sistema cardíaco y de la sangre hubiesen significado una especie de fin, una especie de muerte… en el momento de alcanzar esa densidad, que evidencian hoy. Nuestro corazón físico y la sangre física todo ese sistema.” Rudolf Steiner lo atribuye “a los más importantes impulsos de la evolución terrenal que en esa época se hacen valer fuerzas que a un sistema orgánico también pueden volver a disolver y re-transformarlo en éter, tal como se especifica con respecto a la sangre en el corazón- el modo como acontece esa disolución lo podemos saber de manera exacta mediante nuestro corazón y la sangre que a través del mismo fluye… 

La sangre se eteriza y desde el corazón constantemente fluyen corrientes de éter en dirección a la cabeza humana.” Aun cuando no se nombran “los determinados poderes del macrocosmos, desde los cuales se irradia el impulso de la transición interior con respecto al desarrollo de los órganos humanos por cierto que no nos equivocamos al suponer allí un proceso íntimamente ligado al propio ser del sol. Dado que en el espacio opuesto del corazón del mundo desde el cual fluye el éter, en la negación y la destrucción de la materia y con la conversión de efectos de presión física y también efectos de condensación en procesos de succión y de dilución, en parámetros cósmicos constantemente tiene lugar algo que puede ser considerado como la imagen arquetípica de la eterización de la sangre. Con ello en la época lémur, en la cual de todos modos al ser humano – a causa de la salida de las fuerzas del sol para la tierra – se le ha otorgado un impulso solar interior que de modo natural sigue actuando hasta la actualidad.

Según lo declarado por Rudolf Steiner, su corriente etérica posibilita a su vez el desarrollo de la corteza cerebral en el sentido de la organización del yo y la liberación de la conciencia del hombre de la mera ligadura a la esfera de la vivencia de lo físico-animal-

Recién las fuerzas etéricas liberadas, convierten al cerebro en un instrumento del objetivo conocimiento de la naturaleza. Así, el futuro desarrollo intelectual de la humanidad es preparado hasta la conciencia del yo actual. Con ello a su vez se aclara la importante relación de función del corazón con la normal conciencia terrenal del hombre, del cual Rudolf Steiner habló en las conferencias referidas a la “conciencia de los iniciados”, en contexto con la función del oro.

Y esta conciencia orientada hacia el lado externo del mundo, a través de la investigación espiritual se ve requerido a superar al concepto del sol a modo de candente masa de gas, para avanzar mediante el conocimiento hacia el etérico espacio opuesto con todas las consecuencias inherentes para la teoría de los movimientos planetarios.

Con ello nos ubicamos frente a la contra-imagen de la problemática cardíaca-circulatoria, orientada hacia lo cósmico, donde la teoría del bombeo mecánico eleva al muro limítrofe, que debe ser eliminado. Con ello, sin lugar a dudas, en el futuro, los problemas se clarificarán. En la medida en la cual entendamos en realidad algo de los procesos en el interior del sol, dispondremos de fuerzas cognitivas que nos permitirán penetrar de mejor manera en los procesos del espacio interior del corazón. Como sistema de espacio hueco de la cámara de la musculatura de estriado transversal, evidentemente ocupa una posición tan única en el organismo como el espacio hueco solar en el sistema planetario.

La teoría de la boba realiza un efecto de presión procedente de la contracción del músculo del corazón, vale decir, una fuerza que se inserta desde afuera, con respecto a la causa casi sobre-entendida del movimiento sanguíneo. Siendo sin embargo, que el fluir de la sangre en el corazón se interrumpe cuatro veces y que el movimiento atascado de la sangre en la relación con la mecánica de las válvulas cardiacas – aunque fuese por un breve instante – llega en lo físico a una plena detención este hecho nos recuerda el mencionado proceso de densificación, que conduce “a una especie de final, una especia de muerte”. Es empero inimaginable, que en esta situación particular, no al menos tengamos que tomar en cuenta, la cuestión de un efecto de succión del cuerpo etérico. Dado que aquí nos encontramos en el acontecer, en el cual comienza la eterización de la sangre, siendo entonces que así interviene un adicional impulso solar. ¿Acaso el aniquilamiento de la materialidad sanguínea y su traslado al éter no podría ser una especia de efecto opuesto en el plano orgánico-físico, sin cuya comprensión quedaría incompleto el tratamiento de la función del corazón? La “presión de las raíces” sobre la sabia de una planta cortada al ras del suelo muestra, que los efectos primarios de succión etérica, en el plano físico pueden transformarse de manera directa, en presión mecánicamente medible ¿acaso la presión sanguínea no tendría que ser contemplada bajo estos aspectos? Estamos conscientes de que así en el corazón, mediante la intervención de lo astral y lo referido al yo, las condiciones se complican aún más.

EL SOL COMO SER CALÓRICO

Con respecto a todos los problemas que aquí puedan aparecer, la comprensión del calor y los procesos referidos al calor, tanto en el sol, que posee una organización calórica diferenciada, como así también en el corazón, pueden tener una condición previa decisiva. Dado que el corazón entre los cuatro órganos formadores de albúmina en su relación con los cuatro estados  de agregación, tiene una especial referencia hacia el calor- recordamos que radica en la región de leo del zodíaco, donde tiene su morada las fuerzas morales fogosas de la exaltación, “a partir de las cuales se prepara al corazón, y recién cuando el ser humano se aproxima a la tierra, al calor, a la región del fuego, por cierto a la preparación se le adicionan los últimos pasos, allí las fuerzas comienzan a entrar en acción, que luego configuran al germen físico…”

En el calor, en el cual lo físico y lo etérico se confunden de manera directa, a su vez hallamos el puente, que en los siete estados elementales, relaciona los físicos con los etéricos. En lo calórico se encuentra el rubicón, que debe ser atravesado debidamente. De otro modo quedamos atascados en una manera de pensar mecánica, que se orienta tan solo en las leyes de los tres planos inferiores, en los estados elementales inferiores, sujetándolo unilateralmente a lo terrenal. En el cosmos mismo empero, el calor forma el puente que une la tierra y el sol. “Dado que el calor forma parte de ambos, de lo terrenal y de lo solar.”

Al respecto del sol, se nos indica el accionar del hidrógeno, que le es propio, como el oxígeno al hígado, el nitrógeno al riñón y el carbono al pulmón. Esta materia más liviana que todas, que arde con la lama más caliente y posee la conocida relación hacia el calor, se ubica en el inicio del sistema periódico de los elementos, siendo que de esta manera introduce toda materialización- a su vez se encuentra en la altura de la atmósfera, en la región del fuego, siendo envoltura de los planetas. Con el proceso del hidrógeno, que podríamos llamar el “hipomoclion” entre el espíritu y la materia, con toda seguridad tiene que ver la eterización de la sangre, por cierto que tiene que ver en la eterización de la sangre. Recordamos al lema: “En el corazón vive un miembro del hombre, que de todo contiene materia, que en mayor medida es espiritual”. La continuación de ese lema; “que de todos vive de la manera espiritual del modo tal que en mayor medida se manifiesta materialmente”, está señalando un lado polar de la función del corazón, que podemos observar entre otros en su incomparable dominio de la materia. Dado que el corazón con cada latido traslada aproximadamente 75 gramos de sangre por cada cámara cardíaca, trasporta cada día 72 x 60 x 24 x 150 gramos de sustancia sanguínea, ¡que son 15.562 toneladas! En el amplio marco entre este dominio físico de la materia y la eterización de la sangre, el ritmo cardíaco lleva a cabo sus múltiples funciones equiparativas entre el hombre superior y el hombre inferior, entre el centro y a periferia, entre la circulación mayor y la menor, etc. Las siguientes palabras de Rudolf Steiner: “Por lo tanto el sol en el universo del hombre es el corazón…” están indicando la imagen arquetípica cósmica de esa función de la cual Rudolf Steiner en la 6ta conferencia del primer curso para médicos. Partiendo de la contradicción de la ponderable y lo imponderable muestra allí, como cada planta “en esa lucha entre la gravedad y la luz, entre aquello que va en pos de la ceniza y aquello que va en busca del fuego… que en cierto modo está conectado”. Al cabo de ello desarrolla, como lo mercurial, en lo cual la función cardíaca tiene una participación tan amplia “la equiparación entre lo telúrico y lo ciertamente supratelúrico.”

“Existe empero otro estado de equilibrio entre aquello que de manera uniforme compenetra todo lo terrenal y lo extra-terrenal y a esto mismo, es decir, entre lo espiritual y lo material de manera independiente a si lo material es imponderable o ponderable. En cada punto de lo material, nuevamente deberá imperar el equilibrio entre lo espiritual y esto material; pero también en el universo. Lo próximo donde para nosotros tiene que estar sostenido en el universo es el sol mismo. El sol mantiene el estado de equilibrio entre lo espiritual en el universo y lo material en el universo-. Y es por ello, que el sol al mismo tiempo se corresponde con un cuerpo cósmico que mantiene el orden en el sistema planetario, pero que también promueve el orden entre las fuerzas que penetran en nuestro sistema material…” en este lugar, donde Rudolf Steiner al mismo tiempo desarrolla el contexto entre nuestro astro diurno y la sustancia del oro, nos acercamos a la función arquetípica mercurial del sol como rozón del sistema planetario. En los conceptos y en los cálculos de la actual física solar, ya hallamos – aunque de manera muy difusa aun – un reflejo de este ámbito de tareas del sol. En la pregunta acerca de la procedencia de sus enormes energías, que sumergen a todo el sistema planetario en una mar de luz y de calor, la física – por cierto no de manera casual – se encuentra con el hidrógeno. Del mismo se supone que consiste en la masa solar principal. Mediante el efecto recíproco de las piedras de construcción arquetípicas de toda materia, dos protones idénticos con el núcleo del átomo de hidrógeno, a través de algunas etapas intermedias, en el interior del sol se generaría helio normal.

Al respecto “casi un uno por ciento de la masa es transformada en energía… bajo las condiciones imperantes en el interior del sol, los elementos pesados se forman en cantidades ínfimas. A 1024 núcleos de helio, se produce recién un núcleo de carbono de reciente formación.” Tan solo de breve manera mencionamos un segundo proceso formador de energía, el ciclo Bethe-Weizsäcker, en el cual un núcleo de carbono capta un núcleo de hidrogeno, formando un núcleo de nitrógeno, para “regenerarse por completo” bajo la formación de helio, vale decir “actuar en todo el proceso, tan solo como catalizador”, dado que en el sol lo que prevalece, es el proceso protón-protón.

Los siguientes cálculos de los físicos – como sea que fuese la realidad – que al respecto a modo de gigantescas transformaciones de materia se llevan a cabo en el sol, nos muestran lo siguiente: “En el interior del sol en total se transforman 700 millones de toneladas de hidrógeno por segundo en helio. La así generada energía es transportada paulatinamente hacia afuera, hacia la superficie del sol, en parte a través de radiación, en parte a través de convección, donde lego de manera preponderante parte al universo a modo de radiación. La pérdida de masa del sol a causa de su radiación, es de alrededor de 4,3 millones de toneladas por segundo.

Todas estas representaciones fisicales-solares, no las estamos reportando por considerarlas acordes a la realidad. Permiten sin embargo observar, que la ciencia natural aquí está tratando de aproximarse a los misterios primarios de la generación y la extinción de la materia y su efecto recíproco, sin saberlo. Ya que los físicos en la actualidad ya se ven obligados, a causa de determinadas observaciones de la física atómica, de formar el concepto de anti-partículas y una anti-materia. Y además en la actualidad encontramos con respecto a la física solar un estado en el cual los problemas se tornan más complicados y múltiples, con el avance de las tareas teóricas y el mejoramiento del material a ser observado”.

Al respecto, las representaciones proyectadas al interior del sol no se corresponden con la realidad. Sin embargo, en las últimas décadas, la física atómica pudo investigar transformaciones atomares como fuentes efectivas de procesos productores de energía y aprovecharlas técnicamente. Por esa razón, se tendrá que examinar de manera imparcial, si acaso similares procesos, también en el  sol en el ámbito de transición del espíritu de la materia, visto espacialmente, en la así llamada zona de convección hidrógena, juegan un rol decisivo para el gobierno físico- energético del sol. Esto no excluye, que las representaciones fisicales-solares de la actualidad, en lo futuro,  mediante la inclusión del concepto del espacio opuesto, tendrán que cambiar de enorme manera. Dado que, sin una transformación de esa índole, no será posible una real comprensión de los procesos solares.

El cálculo integral mencionado antes, en dirección hacia el interior del sol, lo tendríamos que realizar ahora en dirección inversa, recién el concepto de espacio opuesto podrá crear la posibilidad de evaluar  la aniquilación de la materia y la generación de la materia virgen del sol, a partir de los estados etéricos elementales, a través de la mediación de lo calórico. Recién entonces se habrá liberado el camino para la comprensión del sol en su función universal del corazón en la equiparación de lo espiritual y lo material de mundo. Ahora en principio tan solo podemos intuir en las inmensas masas de gas ascendentes y descendentes de las granulaciones de la fotósfera, que promueven al resplandeciente centelleo del disco solar, y en las alteraciones de la zona de convección del hidrógeno, un reflejo de la constante equiparación de los efectos de la succión del espacio etérico hueco y los efectos de presión de la materia gasífera circundante.

A continuación nos referiremos a la relación recíproca del centro solar   hacia la periferia planetaria y el ritmo consecuente del globo solar, que se refleja entre otros, en la así llamada actividad.


LA FUNCIÓN RITMIZADORA DEL SOL

Como órgano pulsador, el corazón es el centro del sistema rítmico. Toda su esencia es de naturaleza rítmica y su actividad se encuentra ligada de manera irreversible, con funciones mediadoras y equiparadoras entre múltiples polaridades ¿Acaso no también en el sol, cuando queremos comprenderlo como corazón del mundo, los fenómenos rítmicos tienen que ocupar un lugar de privilegio? Esto no parece ser el caso; mientras que la luna y los planetas aparecen en ritmos lumínicos ascendentes y descendentes, el globo solar por su carácter de estrella fija, se destaca por la inamovible proporción de su fuerza lumínica. Esto no es sobreentendido, dado que, entre las 6.000 estrellas visibles a simple vista, existen alrededor de 180 estrellas, así llamadas cambiantes. Con el telescopio ya se han descubierto unos 10.000 de esas estrellas en todo el firmamento. La fuera lumínica de los soles de estrellas fijas de un cambio rigurosamente periódico ascendente y descendente en regular armonía en mayores y menores espacios de tiempo. En los cambios de corto período, el largo del período es de 0,5 a 30 días, mientras que el ritmo lumínico es las estrellas de largos periodos, abarca de 100 a 700dias. “Las causas del impulso para el mantenimiento de la pulsación prácticamente se desconocen.”

Mientras que nuestro sol no posee ese ritmo de pulsación, todas sus relaciones hacia la tierra están edificadas sobre funciones rítmicas tal como se manifiestan en el ritmo del día y de la noche y en los ritmos de las estaciones anuales.

También las relaciones del sol hacia los demás miembros del sistema planetario -vistas de manera geocéntrica – se hallan reguladas mediante procesos rítmicos, los así llamados ritmos sinódicos.

La concepción kopérnica se opone a la viva comprensión del sistema planetario, que al sol considera como punto central fijo – es decir sin ritmo real  - de cuerpos giratorios y que además desconoce la respiración de las esferas planetarias. Para una consideración de esta índole, el recorrido anual del sol, a través del zodiaco y el ascenso del sol de primavera y el descenso del sol en otoño, es tan solo una impostura, o bien un aparente movimiento, que tan solo refleja la circunvalación de la tierra y su posición oblicua del eje. Algo similar parece cobrar validez para el alumbrar de Venus como estrella vespertina o estrella matutina, que siempre en su oposición al sol, desarrolla su máximo brillo y en su conjunción con él alcanza su mínimo lumínico, que empero “en realidad” siempre posee la misma luminosidad.

Aquí tenemos que tomar en cuenta que también a la concepción geocéntrica del sistema planetario, vale decir, a la contemplación ptolemeica del mundo, debe ser concedida una relativa justificación y que el aspecto científico-espiritual de la relación de la tierra y el sol tendrá que hablar de una movilidad propia del sol en el espacio planetario. El sol y la tierra oscilan rítmicamente alrededor del centro común de una dinámica de lemniscata, donde el sol, como activo cuerpo celestial, tiene la delantera. El sol determina la vía y arrastra la tierra detrás de sí, mediante la poderosa succión de su esfera etérica del espacio opuesto. Por lo tanto  no se desconoce su posición central, comparable al corazón y por el contrario, adquiere un carácter mucho más activo y evidentemente – por el tipo de la vía – ritmizadora. No es tan solo como el corazón, centro de un movimiento circulatorio, sino que participa de su movimiento.

Esta función ritmizadora del sol, la podemos contemplar por doquier en los ritmos sinódicos de la luz y el movimiento de los planetas y de la luna, entendiendo el mensaje, al interpretarlo en el sentido goetheanístico. En los así llamados movimientos aparentes, trasluce entonces la realidad de una ley superior, el ritmo esférico mismo.

Para la contemplación por ejemplo, llama la atención en medida mucho mayor, el resplandor de Júpiter en el ritmo de un año y 33 días a un brillo máximo, y el simultáneo movimiento de retroceso en la formación del lazo, que su paso por el zodiaco en escasos doce años. El doble juego, que se produce en un año y siete meses con Venus en la fase de estrella matutina y vespertina en el ciclo de oriente y de occidente, no puede ser dejado de advertir, mientras que a los 225 días de circunvalación  al sol, lo obtiene a través de un trabajoso cálculo. De manera similar, la fase rítmica sinódica de una duración de 30 días aparece en mayor medida en un primer plano que la circunvalación sideral entre las imágenes estelares con una duración de 27 días.

Mientras que así, en los ritmos sidéreos tenemos frente a nosotros el respectivo movimiento propio de los respectivos cuerpos celestiales, en todo el ritmo sinódico que transpone al sistema planetario, se expresa una relación directa hacia el sol, y hasta una dependencia del mismo. Ya que el punto de rotación de todos los ritmos sinódicos se encuentra de manera respectiva en la conjunción o de la oposición al sol. El paso de Venus frente a Júpiter, nada significa con respecto a su curso externo y la imagen de su presencia. En relación al sol empero, en la conjunción superior y la inferior, se produce en cada caso un cambio de la velocidad y la rotación de la fase matutina de la estrella, a la fase vespertina, o viceversa. La conjunción   oposición del más veloz Marte al más lento Júpiter entre sí, no modifica la luminosidad ni la velocidad de estos planeta. Las mismas posiciones de Marte hacia el sol, requieren sin embargo al cambio de rotación de un movimiento más lento, hacia la aceleración (conjunción) o el movimiento más veloz en la curva (oposición) para el frenado del emprendido curso de retorno. Al estar situado a la derecha del sol, los planetas situados a mayor altura, muestran un aumento de su luminosidad, siendo que del lado izquierdo, una disminución de su fuerza lumínica. De hecho, la polaridad entre la mayor proximidad al sol del planeta en conjunción y la lejanía mayor del sol en oposición, es la raíz de todos los ritmos sinódicos. Esta singular referencia de la rítmica sinódica de la periferia planetaria hacia el sol, o bien hacia el eje terrestre-solar, descubre al sol como centro ritmizador, que sub-miembra la rítmica sidérica, con lo cual cobra vida. Permite a su vez hacer la lectura de la polaridad autentica, fenomenológicamente dada de los planetas supra-solares e infra solares. En esa polaridad, el sol, como corazón cósmico desarrolla una actividad mediadora. Dado que frente a las circunvalaciones planetarias supra-solares, más lentas, tiene una función aceleradora, diferenciadora. Allí los ritmos sinódicos son más cortos que las circunvalaciones sidéricas. A cada circunvalación Saturno de 10.759 días, corresponden por ejemplo, 28 ritmos sinoidales(o formaciones de lazo) de 378 días cada uno. A los períodos infra solares, relativamente cortos, se les superponen ritmos sinoidales más lentos. Así por ejemplo cinco ritmos sinoidales con 584 días cada uno, reúnen trece circunvalaciones sidéricas de Venus con cada una de 225 días en ocho años terrestres. De la misma manera, solo 12 plenilunios (ritmos sinoidales) caen sobre 13 circunvalaciones lunares sidéreas en el zodiaco. Al responder el sol de esta manera a la polaridad de los planetas supra-solares, más lentos y los planetas infra-solares más veloces, con una función por su parte equiparadora de manera polar de igualación, no solamente confirma la función mediadora y armonizadora de todo auténtico ritmo, sino que también aquí mantiene al “estado de equilibrio” y “al mismo tiempo en el universo se corresponde con un cuerpo cósmico en el universo, que mantiene el ordenen en el sistema planetario.”


EL SOL COMO RESULTADO DEL MEDIO CIRCUNDANTE

La consideración hasta aquí realizada nos ha mostrado que todo lo autentico aparece tan solo en relación con una polaridad que busca equiparar y mediar. Sucede que también en el caso del corazón y de su función estamos frente a múltiples polaridades, como aquella del hombre superior y el hombre inferior, entre otros, la circulación mayor y la menor. A todas estas polaridades se encuentra superpuesta aquella periferia y centro. Ya que mediante la circulación, todos los órganos y sistemas orgánicos del organismo, obtienen una relación directa para el corazón, a modo de un centro radiante de vida! Recién en la configuración de esta polaridad, a partir de un movimiento sanguíneo de flujo continuo de manera filogenética y ontogenética, se forma un sistema circulatorio de funcionamiento bifásico, que en centrifugalidad del sistema arterial y de la centripedalidad del sistema venoso se separa, para ser aunado luego por el ritmo cardíaco.

Por más que en el corazón desarrollado, el movimiento sanguíneo que irradia a todos los órganos parece ocupar un lugar de primer plano, en el momento de la generación del corazón debe ser tomado en cuenta, el desarrollo procedente de la periferia. Sin esta referencia originaria hacia la viva plenitud primaria del organismo, no puede ser entendido el órgano separado a modo de miembro. En relación con la tarea de superar la teoría de la bomba, Rudolf Steiner una y otra vez ha señalado a ese proceso “centrípeto” de la generación del corazón, y con ello, la causa primaria de la circunvalación periférica para el movimiento de la sangre. Así ha dicho el 11.4.1920: “Que en la ciencia espiritual se trata de reconocer que el corazón no actúa como una bomba que empuja a la sangre a través del cuerpo, sino que el corazón es movido por la circulación sanguínea, que dentro de sí es algo viviente. La circulación sanguínea a su vez es condicionada por loso órganos. El corazón – y lo podemos observar embrionalmente – no es otra cosa, que el resultado de la circulación de la sangre.”

Para la vivencia exterior del sol como centro vertedor de luz y de calor, es el elemento radiante que ocupa un primer plano ¿Acaso, a esa emanación no le correspondería una debida afluencia desde la periferia, que de manera indisoluble está asociada con la generación de la función del sol? Recién entonces se podría hablar de una referencia bifásica, de naturaleza circulatoria de la periferia planetaria hacia su centro, y del sol, como corazón del mundo, en un sentido mucho más profundo como hasta ahora. A su vez en una polaridad de esa índole, que constantemente se entreteje, estaría dado el campo del origen cósmico y la condición previa dinámica, de las ya descubiertas – y aun por mencionar -de las funciones rítmicas del sol.

Ya hemos visto que la ciencia espiritual, del sol en el sentido propio, tienen que hablar de un espacio hueco, que posee un carácter de succión. “El lugar donde está el sol, es más vacío que vacío”. Este vacío está llenando de manera constante a partir de su dinámica de succión desde las esferas energéticas supra-sensorias de la periferia cósmica planetaria. En la misma, en definitiva se hallan ocultos los cuernos de la abundancia, que de manera centrípeta se vierten en el sol, brindándole las fuerzas que luego hacia nosotros irradia en un proceso polarmente opuesto “de modo tal que con aquello que del sol proviene, estamos frente a algo, que no procede de alguna cosa que se genera en el sol mediante una combustión o algo así sino que es retro-irradiado de lo que fuera irradiado hacia allí desde el universo.”

“Aquello que a nosotros llega a través de la luz, es la retro-radiación de aquello que recién entra desde el espacio universal – así como el movimiento del corazón no es otra cosa, como aquello que a partir de la vitalidad de la sed y del hambre, etc., se aglomera en el corazón en la acción conjunta de los órganos, en el movimiento de la sangre.

Del mismo modo, como el corazón a modo de órgano viviente y pulsante, solo puede existir en el contexto funcional con la dinámica de la circulación en su conjunto, tampoco el sol es cuerpo universal concluido, colmado con una cantidad enorme – pero limitada y por lo tanto expuesto al agotamiento – de materia y de energía.

Es un órgano cósmico, que por cierto de manera diastólica se renueva a modo de constante y se constituye a partir del cúmulo vital espiritual de todo el macro-cosmos, siendo regalado de manera centrífuga y gastado de manera sistólica en su enajenación, que llega a nuestros sentidos y rodea a nuestra corporeidad de manera anabólica, al igual como la sangre del corazón a los órganos. “Al comprender aquello que es el corazón en el cuerpo humano, también prendemos a comprender que el sol no es aquello que Newton opina, el traidor general de las sogas, que envía sus cuerdas, llamadas fuerza de gravitación hacia los planetas, hacia Mercurio, Venus, Tierra, Marte, etc. – tira de las cuerdas invisibles, que son fuerza de atracción o hacia ellos lanza su luz, etc. Si no, de la misma manera como el movimiento del corazón es el resultado de la vitalidad de la circulación, el sol no es otra cosa que el resultado de todo el sistema planetario. El sol es resultado y no punto de partida. El vivo accionar conjunto del sistema solar, provoca una concavidad en el centro, que refleja. Y eso es el sol.

Una concepción total, tuvo que contradecir todas las representaciones que habían desarrollado la astronomía y la física solar, en la época de la vida de Rudolf Steiner. En el ínterin también aquí se está planteando un cambio. La generación de estrellas fijas mediante aglomeración y concentración de la materia comprobada interestelarmente, se está discutiendo seriamente. Así, por ejemplo, la enorme nebulosa de Orión, visible a simple vista en nuestro sistema de vía láctea, que debe su visibilidad a la reflexión de la luminosidad de estrellas fijas de su visibilidad a la reflexión de la luminosidad de estrellas fijas adyacentes, en la actualidad ya es considerada “regazo materno de soles en formación”. Estas concepciones de hecho aun languidecen de su modo de contemplación unilateralmente materialista. Las mencionamos aquí, como ejemplo de que el pensamiento astronómico de los investigadores de la naturaleza, se ve obligado a establecer cambios de orientación no imaginables de un siglo atrás. Los mismos empero son indispensables para una fructífera transformación e incremento de las ideas científicas-naturales a través de una consideración científica espiritual.

Un avance concreto en la “cuestión de la reflexión”, lo puede brindar la siguiente consideración: Hemos conocido al globo solar como un torbellino gigantesco que gira dentro de sí mismo. Sucede empero que también el sistema planetario puede ser considerado como un solo enorme torbellino, cuya dinámica arrastra a cada uno de los planetas, a modo de corchos sobre un remolino acuático. Si el tiempo de recorrido de todos los planetas fuese el mismo, el sistema se asemejaría a un disco giratorio rígido en el cual todos los puntos guardan su posición recíproca. Había una sola constelación básica, fija dentro de sí, de todos los planetas. Desde afuera hacia adentro empero se aceleran los tiempos de la circunvalación. Si por ejemplo a una circunvalación de Júpiter, le corresponde seis circunvalaciones de Marte, ese número aumenta a cuarenta y nueve en Mercurio. Por lo tanto, los planetas se desplazan constantemente entre sí, en el sentido de un remolino, siendo que los planetas interiores, cercanos al sol, corren por delante de los planetas externos. La velocidad se asemeja a un remolino acuático, es más veloz próximo al centro y más lento en la periferia. De ello resulta un hecho aunque conocido pero de ninguna manera valorado en la astronomía actual la ronda diferenciada de todos los planetas que de manera constante se trasladan,  conduce a las constelaciones, oposiciones, conjunciones, cuadraturas y posiciones de trigón, etc., que constantemente se forman. El remolino planetario en su conjunto y sus partes materiales, los planetas, por lo tanto son vivificados mediante el rítmico juego del movimiento de las constelaciones, siendo llevado así a formar un conjunto, un todo.

Al mirar de la periferia al centro, es de suponer, comprender al remolino solar mismo, como unan especie de reflejo de la periferia, en el sentido de un proceso de percepción del corazón del mundo para el organismo del remolino planetario que le pertenece.

De hecho, el sol en principio se vale del movimiento del conjunto. Sus masas gasíferas se mueven en el mismo sentido de giro (hacia la izquierda en dirección oeste-este, visto desde el polo norte al sol) y aceptan hasta la tendencia de aceleración, imperante frente al centro del remolino. Dado que el cordón solar ecuatorial incrementa la velocidad del planeta Mercurio, cercano al Sol que posee un tiempo de circunvalación de tan solo 88 días, llevándolo a más de lo triple. Pero, así como imagen e imagen-espejo se encuentran permutados, ahora se desarrolla la dinámica inversa. Las pares más próximas al centro del conjunto solar -en sí movible – de creciente manera se retrasan detrás de las partes más rápidas del cordón ecuatorial. El remolino solar que si se produce, se conserva de manera polar con respecto a la imagen-remolino del sistema planetario. Así, como el corazón es el único lugar de la circulación sanguínea en el cual el movimiento sanguíneo de flujo continuo de la periferia en relación con la función de cierre de las válvulas cardíacas, es llevado al cese orgánico absoluto, así el corazón del mundo, le opone una tendencia de retardación central, a la tendencia de aceleración de la circulación periférica de los planetas. Se comporta como “la calma en la tormenta” la contemplación siguiente referida a la actividad solar, intenta mostrar de manera aun más contundente, como ambos remolinos, el remolino planetario materno y su imagen opuesta solar, pueden ser considerados como una unidad funcional. De todos modos, las fuerzas impulsoras, hoy aun desconocida, para la formación de los remolinos del cuerpo solar, sin lugar a dudas deben ser buscadas en los procesos del entorno cósmico, reflejo de lo cuales es.

Con una contemplación dinámica tal nos aproximamos con primeros pasos indagatorios, a una concepción viva en lo espiritual del misterio solar, que recién en el 4to siglo de la era cristiana entró al oscurecimiento. Dado que “alrededor del cuarto siglo de la era cristiana… comenzó la época, en la cual el sol era percibido tan solo como un globo nebuloso allá En el espacio, en la cual para el hombre el sol en realidad se ha oscurecido. El persa percibía al sol a modo de un real reflector de la luz ondulante e impetuosa. El egipcio y el caldeo percibían al sol, como la vida pulsante en el universo. El griego percibía al solo aquello que inculca amor al ser orgánico, que conduce a Eros a través de las ondas del sentir… y elegir penetrando más y más en el ser humano, esa vivencia del sol desapareció en sus profundidades, en las marítimas profundidades del alma. Y es allí, en las profundidades marítimas del alma, donde hoy el ser humano porta lo referido al sol”.

Recién en la medida en la cual allí lo encontramos dentro de nosotros mismo, en la fuerza que otorga vida al pensamiento muerto, aprenderemos a desarrollar una teoría, un aprendizaje acorde a la realidad por tratarse de una enseñanza espiritual del corazón y del sol. Ambas empero son indispensables para el sano progreso de la evolución de la humanidad. Dado que ahora estamos viviendo en otro polo de la evolución histórica. En aquel entonces, en el 4to siglo de la era cristiana sucedió el ocaso, ahora necesitamos el ascenso… tenemos que volver a encontrar al misterio del Sol”.


ALTERACIÓN Y CURA DEL CORAZÓN CÓSMICO

En lo hasta ahora referido no hemos tomado encuentra todas las manifestaciones, que el físico de los astros resumen bajo el concepto de actividad solar. Cuando en la tierra de pronto se enciende la  aurora boreal, cuando cabía el tenue resplandor de la luz zodíaca, cando tiemblan las agujas del compás  y oscilan y se interrumpe la comunicación internacional, estamos hablando de tormentas magnéticas. Todas estas irritaciones globales se deben a poderosas alteraciones en el curso normal del organismo solar y se anuncian allí en primer lugar en una zona de alteraciones inicialmente invisible, delimitada, del campo magnético solar. Pronto empero “siguen revoluciones contundentes, visibles en todas las envolturas del sol: corrientes de remolinos centrípetas perforan a gigantescos orificios, a modo de embudo, en la superficie de la fotósfera, por encima de ello, en la cromósfera, se inicia una viva actividad, semejante a fuentes lumínicas. Además, la corona y la luz zodiacal modifican su volumen y la forma de sus radiantes figuras lumínicas, siendo que los fibrosos dedos lumínicos de la corona aparecen como alargues de los focos activos fotoesféricos y cromoesféricos”. Estas alteraciones en el ámbito de la radiación solar, acompañan al sol con estallidos radiantes irregulares y gigantescos y abruptos de diversa índole, como por ejemplo las “tormentas radiales”, con el repentino ascenso de las radiaciones en el ámbito de las ondas métricas, en un valor de cien mil de lo normal. De esa manera, del manto gaseoso del sol, se arrancan trizas de materia, siendo arrojadas al espacio. Nubes de erupción con protones y electrones con carga magnética especial, como impulsos de radiación son enviados al espacio con una velocidad de mil a dos mil km. “Como ondas de tempestad, derrames de plasma solar de manera periódica son vertidos al espacio interplanetario, de modo tal que el sistema solar en su conjunto, de hecho se encuentra sumergido en la atmósfera del sol”. El choque de tales nubes y radiaciones con la tierra, conduce a manifestaciones como las antes mencionadas de tormentas, etc.

El centro de todas irregularidades – visibles a simple vista – es la mancha solar. La actividad relacionada con la generación y la desaparición de las manchas solares interrumpe el curso normal de todas las funciones del globo solar y afecta a todos los ámbitos de las esferas del sol en su conjunto. Con respecto al cúmulo y la particularidad de los fenómenos de alteración hasta ahora conocidos, el lector podrá informarse en una obra-standard.

Las manchas solares aparecen por separado o en grupo, y su tamaño varía desde los “poros” apenas perceptibles de una duración de solo un día hasta manchas gigantes de una medida de varios diámetros de la tierra, que durante meses acompañan la circunvalación solar. Las manchas están relacionadas con la formación de enormes campos magnéticos, cuya enigmática generación está señalando alteraciones primarias en la zona de las convecciones del hidrógeno del interior solar. Las corrientes relacionadas con las manchas, tienen una “estructura de remolino del tipo de ciclón” mientras que la mancha es oscura, y su temperatura es 1000 menor que la fotósfera ininterrumpida,  todos los grupos de manchas están rodeadas por superficies “antorcha” más claras y más calientes. Las llamas de antorcha empero también aparecen de manera independiente, en relación con la actividad de las manchas.

Las protuberancias son formas substanciales a modo de puente o de la minilla, que con sus pilares se afirman en la cromósfera. Emergen de los grupos de manchas o de las superficies de antorchas y en la mayoría de los casos, recién al cabo de varios meses de la desaparición de las manchas, alcanzan su medida máxima. En ocasión de su aparición, se diferencia entre las fases estacionarias y las fases de actividad. La estructura de la protuberancia flotante – en oposición a la fuerza de gravedad solar – forma un campo magnético, a lo largo de cuyas líneas energéticas se condensa materia de la corona, fluyendo hacia abajo en forma de lluvia. Bajo protuberancias activas se entienden erupciones directas de las manchas de una duración ya sea de segundos o sea hasta de horas, que, entre otros, se relacionan con las ya mencionadas erupciones de radiación. La aparición temporal y del tamaño de TODAS LAS DIFERENTES manchas, antorchas, protuberancias y golpes de la radiación, es irregular e incalculable. Recuerda la irregularidad de los procesos meteorológicos en la tierra, que se encuentra en oposición con respecto a la uniformidad de los ritmos astronómicos.

La creciente actividad de las manchas, es comparable a un proceso patológico en aumento, que interfiere de profunda manera en el acontecer conjunto del globo solar, ocasionando su temblor en conjunto, que llega hasta la periferia más externa. En el momento del máximo de las manchas, la corona tiene una forma disarmónica, desgarrada (ver figura 4), mientras que en la época del mínimo de las manchas, la forma se asemeja a la armonía de los pétalos del girasol.

En realidad, la actividad del sol es expresión de una lucha que llevan a cabo seres espirituales retardados con los seres solares de avanzada. La ciencia espiritual muestra, como el desarrollo, el origen de las manchas lo tenemos que buscar ya en el desarrollo solar antiguo, en la sustancia saturnina remanente y la espiritualidad inherente a la misma, que se resiste a la transiluminación. Rudolf Steiner entre otras ha dado la indicación, que las manchas solares constituyen penetraciones al interior del solen forma de embudo, que en su tendencia centrípeta, se corresponden polarmente a los estallidos volcánicos terrenales con orientación centrífuga. La superación de las manchas significa a su vez el mantenimiento limpio y erguido del sol, como espacio hueco dador de vida etérica, transpuesta de espiritualidad, frente a efectos injustos desde la envoltura material. Los antes mencionados expulsiones con orientación centrífuga, como las erupciones, por lo tanto podrían ser tomados como el contragolpe, mediante el cual el sol se libera de los impulsos que no son acordes con su ser.

El real artificio empero, mediante el cual el sol lleva  a cabo su auto-purificación magistral, es el ritmo. Ya en el año 1843, Heinrich Schwabe descubrió al regular aumento y la disminución regular respectiva de las manchas y pocos años después, el astrónomo suizo Rudolf Wolf determinó el valor medio válido del período de las machas en 11,3 años. De hecho allí, no tan solo oscila la altura del tiempo máximo, sino también el rimo mismo, en un margen entre siete y diecisiete años. Con respecto al dominio de la irregularidad de la actividad de las manchas, es menester la coordinación de las mismas en abarcativos cursos funcionales del sol en su conjunto, que hallan su expresión destacada en la facultad ritmizadora del sol. A esta última, la podríamos llamar una actividad positiva propia del sol, que se opone a la actividad ajena impuesta, negativa, de la actividad de las manchas solares (figura 3).

Una regularidad superior, propia del sol se evidencia ya en la consecuencia de la aparición de las manchas individuales, que siempre aparecen primero en los 35 grados de amplitud heliográfica, avanzando lentamente hasta el final del periodo de las manchas, hasta el octavo grado de amplitud ecuatorial. (Esto en la tierra se corresponde aproximadamente a los grados de amplitud de la altura de Chipre y Etiopía, o la posición de la India, vale decir, regiones subtropicales o tropicales (figura 4, zona f). Una franja ecuatorial de 16° de ancho y las amplias zonas polares por lo tanto siempre quedan libres de manchas. El regular recorrido ecuatorial o desplazamiento, en el cual a los grupos de las manchas se le señala una ubicación determinada sobre la superficie solar, revela enormes seguimientos orgánicos superiores en el globo solar. Podemos encontrar otra expresión reveladora, en la generación de una segunda zona de protuberancia, que sin simultánea formación de mancha aparece a una latitud de alrededor de unos 50 grados, poco antes del mínimo de manchas, se aleja lentamente en dirección al polo, alcanzando su máxima actividad allí luego de lo cual, pronto desaparece en la proximidad de los polos (Figura 4, zona P). Las antorchas polares, que aparecen con preferencia en los años anteriores al mínimo, dispersos sin regla y separados, constituyen otra indicación de la independencia superior de procesualidad solar. La misma se evidencia asimismo en la gran circulación meridional, la cual hoy se superpone a partir de las migraciones de los polos de la segunda zona de las protuberancias y los arcos de los puentes, que crecen en dirección a los polos y se desmoronan en dirección a los arcos de los puentes de las lamelas protuberantes sujetas a las manchas. A esta corriente centrípeta del remolino solar, por estar orientada hacia el polo, se opone el centrífugo desplazamiento de las manchas, polarmente hacia el ecuador (figura 4).

Todos los fenómenos empero, hasta aquí mencionados y los procesos de la actividad solar negativa y positiva, son transaccionados y resumidos por el ritmo de once años de duración. Su tamaño de oscilación relativamente ancho, al respecto puede ser tomado como expresión de una autentica vitalidad del proceso, propio de la respiración elástica propia y la capacidad de adaptación de todo ritmo.

La coronación  definitiva empero, que siempre procede de la polaridad de la actividad ritmizadora propia del sol, en el siguiente fenómeno particular: en un grupo de manchas existe siempre una mancha  P de avanzada, seguida por una mancha F ¡El grupo se halla edificado de manera magnética-bipolar! En un periodo de manchas, todas las manchas que se generan en tiempos diferentes entre sí, tienen el mismo sentido giratorio magnético de sus campos energéticos y de fluctuación. En la zona de manchas del hemisferio solar-sur, a su vez la construcción bipolar del grupo de las manchas siempre posee el sentido inverso.

¡El estado de cosas mencionado, en el siguiente periodo de manchas siempre experimenta un retroceso! Las manchas de avanzada, ostentan ahora el carácter magnético opuesto, parecería que la regularidad de los grupos de las manchas del hemisferio norte del sol, tenga validez en el hemisferio sur y viceversa. Por lo tanto, la física solar se ve obligada a la conclusión, de que el real periodo de las manchas, es un acontecimiento bi-fásico en términos medio de duración de 22,6 años. Habla de la ley de polaridad de la actividad de las manchas solares. De esta manera el sol se evidencia una vez más como un organismo de elevada vida propia, independiente.

Los majestuosos procesos que tienen lugar sobre el sol en relación con la actividad de las manchas, por cierto, en medida cada vez mayor, mostraran ser un caso especial de discusión entre los efectos de presión de lo físico material y los efectos de succión de lo etérico-espiritual. En comparación con la Tierra, en la cal prepondera de manera extrema lo material, Rudolf Steiner tiene que decir “que el sol tan solo es elemento etérico, elemento de succión”, dado que su propio ser se sitúa en lo supra-terrenal.

Dado empero que también posee una materialidad periférica – aunque relativamente escasa – también para el sol debería cobrar validez, “ese hecho, de que ese torbellino que ejerce presión y succión, es de materia tangible y de éter, dentro de una viviente organización. Que RESPIRA de constante manera…”

Con referencia a la tierra, R. Steiner declara que ese “respirar” durante 18 años y siete meses encuentra una expresión principal en la liberación de la luna y la consecuente nutación del eje terrestre. Dentro de ese “respirar del macrocósmos” se manifiesta empero el mundo astral mismo de sus leyes: “Los movimientos que se expresan en la nutación, son movimientos que provienen de la astralidad y no por una cosa cualquiera, sugerida por los principios de Newton… allí también intuimos por cierto un segundo miembro del mundo en sí: un miembro del mundo, ejerciendo presión y succionando, de manera física y etérica, y luego en segundo miembro del mundo, lo astral. Esto no es lo uno ni lo otro, sino es inhalado y exhalado y es la nutación la cual esto no informa.”

Al buscar este “segundo miembro del mundo” también en el sol, que tiene que tener participación en ello, entonces, sin lugar a duda lo podemos descubrir en la dinámica y el ritmo superpuesto a las manchas solares y a todas las manifestaciones del movimiento de amplias miras y gran espacio que rodean la circunferencia solar y ordenan los pormenores, integrándolos a su influencia. Es la astralidad del sol, que podemos señalar como alma solar en sí, que por un lado se expresa en esa corriente centrípeta, orientada en dirección a los polos, de los ardores solares, y en el movimiento centrifugo con orientación ecuatorial por el otro lado. Sobre todo, empero es una dinámica respiratoria superpuesta a los efectos de presión y de succión, que sincroniza al giro polar del magnetismo de las manchas del hemisferio norte y sur del cuerpo solar, como un gran cambio de épocas magnéticas anuales en un ritmo conjunto de 22,6 años, en el sentido de la ley de polaridad de la actividad solar de las manchas.

El organismo solar está dotado de alma y como tal maneja de perfecta manera, la ley originaria del ritmo, que ejerce el efecto recíproco, con lo cual lo armoniza y lo domina. La respectiva purificación de la actividad de las manchas y la superación de todos los trastornos con ella relacionada, brinda la impresión de una regeneración del cuerpo solar. La “auto-cura” de los golpes febriles de la “enfermedad de las manchas” que es mantenida en las curvas de las cifras relativas de las machas solares, se produce de manera PERIODICA a partir de la esfera energética de una rítmica, extendida de manera elástica, que abarca todas las contrariedades y pormenores.

En su teoría de los pormenores, Goethe ha dicho cierta vez: “Nada es más apropiado a la naturaleza de que aquello que intenciona en el conjunto, lo lleve a la efectividad mediante lo individual.” También esa ley originaria de todo lo orgánico, la podemos descubrir en el ritmo de las manchas solares. Ya hemos visto, como el sol al remolino planetario de la periferia, que se acelera en dirección al centro, opone la formación de un remolino central, con la tendencia polar. En el hecho de que las formaciones de remolino de las manchas de uno de los períodos con duración de once años, se enfrenta un acontecer de remolino de las anchas, o bien de una dinámica magnética cambiada del otro periodo, vemos una especie de imagen espejo de la ley originaria arriba mencionada del sistema en su conjunto. Este último encuentra su real permanencia a modo de un todo, en la dinámica que subyace a ese proceso originario. El sol mismo maneja esa ley básica de soberana manera, tal como lo hace respirar y pulsar en el ritmo de las manchas dentro de los once años, conservando así, su salud cósmica.


EL CORAZÓN CÓSMICO COMO ÓRGANO SENSORIO

Cuando Rudolf Steiner nos pide hablar del corazón en el organismo humano a modo de un órgano sensorio, conduce al modo de pensar en dirección opuesta al camino que lleva a la concepción de la bomba. Dado que las percepciones sensorias solo son posibles en un ser dotado de alma. Del desliz al plano tan solo mecánico, la reflexión es elevada al plano de la conciencia, a la esfera de la interioridad anímica, desde la cual, recién se tornan posibles adicionales incrementos; los mismos conducen a la concepción del corazón como órgano del carma en gestación. Como tal, se convierte en motivo principal de arraigo de la organización del yo, y hasta de la entelequia misma.

Ya en el hecho antes mencionado, de que al efecto solar externo lo tenemos que concebir como invisible, reflexión de fuerzas cósmicas entrantes, también para el sol, como corazón del mundo, se encuentra allí el punto de partida de una consideración tal. Dado que de hecho los órganos sensorios en primer lugar son reflectores – muy complicados – aparatos-espejo, referidos al entorno a registrar.

 En la toma de conocimiento de la relación de un centro hacia la periferia, de cada parte del mundo hacia el conjunto, el universo, ya sea que el centro fuese el corazón o el sol, siempre se abre el camino hacia una contemplación verídica de los misterios del mundo.

Es menester, no tan solo aislar cada objeto de estudio y analízalo, sino vincularlo a un todo superior o a la totalidad, y en definitiva, al universo mismo. Dado que ese es el error de nuestra contemplación del mundo hoy, que en ninguna oportunidad miramos al macro-cosmos, que jamás tomamos conciencia del lugar donde nuestras fuerzas residen, esas fuerzas que estamos contemplando”. En el modo de contemplación señalado, Steiner hasta está viendo la clave, mediante la cual la física moderna podría aproximarse a una consideración real del átomo, que aun siendo pensado como punto masivo, hoy se resuelve, pero se rigidece en las abstracciones de las ecuaciones de ondas. “En realidad en el caso de la molécula más diminuta sucede, es que sobre esa molécula cobra efecto el cielo estrellado en su totalidad. Supongamos que aquí hubiese un planeta, allá otro planeta, luego estrellas fijas; las estrellas fijas envían energías. Estas fuerzas que son enviadas, se cruzan de la manera más diversa, se convierten en puntos de intersección. Los planetas también envían sus fuerzas que se cruzan, de manera tal que en esa molécula no existe otra cosa que la conjunción de las fuerzas del macrocosmos. Es el anhelo de la ciencia actual, avanzar de tal manera con la microscopía, que sea posible contemplar los átomos en una molécula. Este modo de observación tiene que terminar. En lugar de pretender investigar de manera microscópica la estructura de la molécula, la tenemos que contemplar afuera, en el cielo estrellado, en la constelación. Contemplemos la estructura de las moléculas, que tan solo se REFLEJA en la molécula, allá afuera, en el macrocosmos. En lugar de querer introducirnos a lo más diminuto, tendríamos que orientar la mirada hacia lo más grande, dado que allí debe ser buscado, lo que vive en lo más pequeño.”

En el sentido de una indicación tal, en el caso de la actividad del sol de manera rítmica, es lógico, que para una explicación contemplemos al espacio circundante, planetario, transpuesto por ritmos. De hecho, ya el pionero R. Wolf, observador sistemático de las manchas, en el siglo pasado ha intentado atribuirle aumento periódico y la disminución de la actividad solar, a las periodicidades del movimiento planetario. No lo ha logrado, porque estaba en búsqueda de la manifestación de un ritmo planetario de 11,3 años, no existente. Tampoco pudo comprobarse la relación a menudo supuesta con la circunvalación aproximadamente similar de 11,86 años de Júpiter. Aquí podrá ser conducente la indicación de Rudolf Steiner, en el sentido de que la consonancia constelativa de los ritmos, vistos de manera heliocéntrica, pueda adquirir en rol esencial en la periodicidad de las manchas solares. De manera similar como la conjunción y la oposición del sol y de la luna pueden incrementar la corriente común de los mares a marea viva, y la cuadratura en la época de cuarto de luna tiene la capacidad de reducir al flujo y reflujo, así Rudolf Steiner le adjudica a la conjunción y a la oposición de dos planetas en relación al sol una intensificación, a su posición en el ángulo recto (cuadratura) una disminución de la actividad solar.

Al tomar este resultado de la investigación espiritual como fecundante indicación para la investigación científica-natural, entonces en el periodo de la actividad de las manchas y sus manifestaciones acompañantes, debería hallarse ocultos una gran cantidad de ritmos, o bien estar superpuestos o combinados. De hecho de la gran cantidad de posibilidades de encuentros de los nueve planetas conocidos que giran alrededor del sol, resulta un cúmulo de ritmos de constelación, cuya posibilidad de generación, en oportunidad de consideración del sistema planetario, lo hemos señalado como remolino macrocósmico. P. G. Hunziger, ha mostrado que resultan 36 ritmos característicos de diferente largo, que mediante las cuatro constelaciones básicas en cada caso, de la conjunción, la oposición, de la cuadratura oriental y la occidental, son membrados de cuádruple manera. Es así, que por ejemplo de la conjunción de los planetas más veloces de Mercurio y Venus hasta la primera cuadratura, se requieren 36 días, hasta la oposición, 72 días, hasta la segunda cuadratura 108 días y hasta la conjunción siguiente, en término medio 144 días. En el caso de los planetas lentos, Júpiter y Saturno, los tiempos respectivos son 5, 9,9,  14,9 y 19,9 años mientras que el ritmo de encuentro de Neptuno y Plutón hasta abarca 495 años.

Justamente la constante irregularidad de la curva de las manchas permite la posibilidad de suponer allí, la expresión de un juego de impulsos rítmicos confluyentes entre sí. El así llamado análisis armonioso, permite una relación de tales relaciones. “El astro-físico C. G. Abott (1942) ha llevado a cabo análisis de esa índole de manera muy exhaustiva, por un lado, a partir de los apuntes de la actividad solar (constante-solar) y por otro lado, en anales meteorológicos de muchos años. Encontró unos treinta periodos persistentes (entre oros, los mismos que fueron hallados en los ciclos de los árboles y en las verveglaciones), que sin cabio de fase corren sin interrupción a través de los ciclos de la actividad solar y de la misma manera por más de cien años de anales meteorológicos. Pudo brindar la comprobación de un ritmo de 240 días con considerable amplitud a través de un espacio de 140 años, sin cabio de fase, en las estadísticas de temperatura de Kopenhage, Viena y New Haven según Abbot, el ciclo de los 11 años, tanto en los calores de la constante solar como en los anales meteorológicos, llega a la expresión con una amplitud muy diminuta.

Como es sabido, a las ondas sinusales obtenidas mediante el análisis no se les puede adjudicar de buenas a primeras una realidad física. Sin embargo, la persistencia y la simultaneidad con la cual aparecen en varios apuntes obtenidos de manera independiente entre sí, referidos a diferentes procesos de la naturaleza le otorgan a estas periodicidades, un carácter de realidad bien fundado… la persistencia y regularidad con la cual estos impulsos rítmicos aparecen a través de los siglos y los milenios en los procesos naturales, lógicamente conducen a buscar al factor de impulso en el campo que rodea al sol. Únicamente en el ámbito astronómico, pueden ser encontradas periodicidades tan constantes, que recorren espacios de tiempo tan enormes. “También queremos remarcar con Hunziker “que las periodicidades calculadas por Abbot, Douglas y otros a partir del curso de diversos procesos natrales, todas aparecen en los ritmos de constelación de los planetas”. Mediante estas investigaciones, las antes mencionadas indicaciones de la investigación espiritual, referida a la relación de la actividad solar y los ritmos planetarios se actualiza y se aproxima a su verificación.

En cambio no queremos dar la razón a Hunziker, cuando al ciclo de los once años de las manchas mismas, quiere ver considerado tan solo, “como resultado de una gran cantidad de periodicidades de avance menores, persistentes, sin cambio de fase por el acontecer natural.”

Hemos adjudicado el ritmo superior, a la actividad positiva, armonizadora del sol. También la astronomía de la actualidad se inclina a buscar en el interior mismo del sol, el origen de la pulsación global de la actividad de las manchas. Así por ejemplo escribe Kiepenheuer, director del Instituto Frauenhofer en el “Schauinsland” de Freiburg: “Antiguamente se creía que la actividad de las manchas del sol realmente era un proceso periódico, que se producía por la superposición de diversos periodos. Algunos hasta opinaban que los planetas que giraban alrededor del sol, causaban esos periodos…, en el ínterin empero, se ha revelado que esos ascensos y descensos de la curva de las manchas son procesos singulares, casi independientes. Por lo tanto, tenemos que descartar la idea de una periodicidad a dado de la hipótesis de la erupción. La misma afirma, que cada ciclo de manchas es un estallido independiente del sol, se extingue dentro de un aproximado curso de once años.”

Según nuestro criterio, tanto a la concepción exógena como a la endógena del rimo de la actividad de las manchas le corresponde una justificación. Dependerá del hecho de mostrar como las oscilaciones en el espacio del tiempo y la amplitud del ritmo condicionado de manera endógena, son una manifestación de adaptación a los ritmos con acción procedentes del sistema planetario.

Puede pertenecer a una tarea fecunda, interesante y responsable de jóvenes pioneros de la conexión de la investigación natura y espiritual de seguir de manera correspondiente, al camino aquel señalado. La aparición diferenciada de las manchas solares, a modo de regiones menores y mayores de remolino dentro del grado de regiones menores y mayores de remolino dentro del gran remolino solar, podrá evidenciarse entonces de manera definitiva como fenómeno de resonancia, como reflejo de las sub-membraciones constelativas del abarcativo remolino planetario del sistema global. El “sentimiento astral del cosmos”, del cual participa el corazón del cosmos a modo de órgano sensorio receptivo, halla así su expresión elocuente en la actividad solar. El corazón del cosmos es oído y boca a su vez, con respecto a las armonías, y las disarmonías de su entorno. Del mismo modo, como todo órgano sensorio, también tiene un lado activo. Al mismo lo hace valer a través del ritmo básico, doble-fásico con una duración de 22 años.


EL INTERIOR DEL CORAZÓN CÓSMICO

Cada sistema orgánico del hombre participa de todos los miembros del ser. Es por ello que cada órgano, al lado de su misión orgánica de primer plano, tiene asimismo una especie de función espiritual-fisiológica, o función moral. Este lado de la función del corazón, pertenece a los misterios más profundos de la existencia humana terrenal. En “la conciencia de la Iniciación”, Rudolf Steiner revela un lado de la misión central anímica-espiritual del corazón, en la relación con la función de la sustancia metálica que le es coordinada, el oro.

Describe como la normal conciencia del yo terrenal constituye un centro, un espacio del medio, entre formas de conciencia, que al ser humano no-culto lo podrían disolver impotente, en esferas planetarias supra-solares o deberían comprimirlo intra-humanamente a través de estados de dolor. Frente a ello “tenemos una especie de conciencia media en la vida terrenal ordinaria, entre el nacimiento y la muerte, donde nos tenemos que mantenernos erguidos.” La posibilidad y la fuerza para ello, nos brinda el corazón. “En aquello, donde físicamente se encuentran los músculos del corazón, allí se acumula todo aquello que nos otorga un firme sostén. Una vez que con la conciencia hemos avanzado de manera tal como acabo de referirlo, nos daremos cuenta de que todo aquello que durante la conciencia despierta, lo que a esa conciencia la convierte en la así llamada normal… se encuentra diseminado en el mundo, con enorme finura, pero en ningún otro órgano, con unan inminencia tal como el oro, actuante sobre el corazón, Aurum. Dentro de nosotros sabemos que la fuerza expandida en dosificación enormemente fina, porta nuestro corazón y con ello mantiene viva la conciencia que tenemos, al encontrarnos en la vida diurna, en la ordinaria vida de todos los días.”

La organización cerebral, a diferencia de la función del corazón tan solo tiene la misión de reflejar esa conciencia, que se corresponde a una determinada conjunción de los cuatro miembros del ser, a través de la imagen de la concepción del yo, que como tal, no posee realidad. La realidad de nuestro yo y con ello de nuestra entelequia misma, está arraigada fundamentalmente en nuestro corazón. Con ello empero se torna visible, una vez más, la función superior a todos los demás órganos, con luminosidad solar, del corazón. Está relacionada de manera profunda con la misión propiamente dicha de la evolución terrestre misma, la adquisición del yo del ser humano, en el sentido de las palabras de Rudolf Steiner: “En el corazón humano duermen las más elevadas fuerzas de la tierra”.

En el corazón del cosmos podemos suponer la imagen arquetípica de la creación de la fuente energética cósmica, siempre fluctuante de esa función. El proceso-Aurum que en el corazón confluye, la sustancia aurea expandida en el universo, por el sol formada, al respecto extiende el puente de las esferas. Dado que el oro, sustancia que transteje al corazón y “que en mayor medida es espiritual, tenemos que avanzar sobre ese camino desde la sustancia hacia el espíritu mismo, desde la apariencia externa del sol, hacia su ser en el espíritu.

Acerca de las entidades espirituales y sus hechos, para los cuales “los rayos solares físicos son tan solo la expresión” y su diferenciada relación con los cuerpos celestiales, Rudolf Steiner ha dado muchas descripciones concretas. La universalidad del sol requiere que con él y sus misiones cósmicas, se encuentren ligadas las nueve jerarquías. De ello tomamos rápida conciencia en oportunidad de pasar el umbral, ya sea en la iniciación o en el momento de la muerte. Dado que: al cabo de la muerte, el sol desaparece de inmediato, ya que nosotros mismo somos el sol, y lo que somos, no lo vemos. Simplemente pasamos a la vida solar… es decir, somos sol y vemos al verdadero sol, que es espiritual… cuando por cierto estamos en el sol y miramos hacia atrás, detrás nuestro tenemos todo el mundo espiritual, el mundo de las jerarquías.”

El mayor misterio de antiquísima sabiduría del TRIPLE SOL,  tiene su trasfondo en el conocimiento de las tres veces tres jerarquías.

A modo de bosquejo, trataremos de descubrir sus relaciones espirituales-espaciales hacia el sol mismo, de una manera algo más concreta. Ya al ascender con la imaginación desde la luz exteriormente perceptible, hacia la vida etérica allí radiante, somos conducidos hacia el sol real, el espacio negativo, como lugar de acción de la tercera jerarquía: “Justamente por el hecho de que allí existe espacio negativo, espacio en blanco, es la morada común de las entidades más próximas al hombre, situados por encima de él: Angeloi, Arcangeloi, Aracai.”

En la luminosa envoltura esférica-gasífera en cambio, podemos intuir con preferencia, la presencia de la segunda jerarquía. La delimitación nítida del disco solar visible de las masas de gas, siempre en movimiento de remolinos y erupciones, contra la corona ardiente sin límites en el universo por un lado y contra el espacio hueco negativo-interior por el otro hacia el perceptible globo solar, sigue siendo aun un enigma para la astronomía. La delimitación es una expresión de la actividad formadora de los Exusiai, como espíritus de la forma. Lo que han realizado para las esferas espaciales de los planetas, cobra validez asimismo para el espacio esférico del sol y su límite. “Los espíritus de la forma han extendido la sustancia etérica hasta una determinada distancia desde el sol… en nuestro sistema planetario establecen los limites.”

En enorme movilidad y dinámica de las granulas, antorchas, erupciones, etc. Referida por los físicos solares, podemos ver al reverso de la actividad de los espíritus del movimiento, los Dinamis. El hecho de que la luz del sol así y todo posee la proporción que nos parece confiable y sobre-entendida, y que es una condición previa de la existencia de toda la vida terrestre, le debemos a la sabia actividad de los Kiriotetes. Dado que son ellos, los que por vez primera, sobre el antiguo sol, al cálido y oscuro globo saturnino, le sonsacaron la corriente del fluir de la luz yd e la vida.

En esa fluida acción de la segunda jerarquía brillaba para Zoroastro, el espirito del sol mismo, como el yo-cósmico.”Todo aquello que desde el sol irradia al espacio sideral, de similar manera como los hemos referido, por parte de las entidades centradas de las jerarquías superiores, eso, Zorastro lo adjudicó al espirito, al que llamó Ahura-Mazdao.”

 De hecho es la corona, la cromosfera y la fotosfera, la vestidura materialmente visible de la segunda jerarquía, a la cual, sobre todo se había unido al Cristo, la entidad crística. “Mientras que entidades divinas supra-terrenales, tan solo querían vivir en los elementos más refinados, en el elemento calórico, en el elemento lumínico, esta entidad, que más tarde descendió mediante el bautismo y de Juan en el rio Jordán” – en ocasión de la separación solar en la época hiperboréica – “a partir de íntima sabiduría… en su descenso desde la evolución global al espacio del mundo… llevó consigo al elemento del aire, de modo tal que guardó el parentesco con la tierra, de modo tal que constantemente, en ocasión de toda evolución venidera, mediante esa entidad afuera en el espacio sideral, a través de esa entidad hubo un elemento familiar de la tierra. Aquello que sobre el antiguo sol ya se había concentrado en aire o en gas… aquello  que sobre el sol es gaseoso, de  hecho es cuerpo del Cristo… El sol como globo gaseoso, afuera en el espacio cósmico, no es tan solo aquello que propone nuestra química astral, no tan solo que descubre nuestro análisis espectral, sino  que el sol como globo de aire o gas, afuera en el cosmos, es el cuerpo original del Cristo.”

Al preguntarnos acerca del domino de la primera jerarquía, nos estamos aproximando al mayor misterio del sol, que posee intima relación con la generación del yo del hombre, a través del anclaje de su entelequia en el corazón. En ese anclaje tenemos que buscar al impulso, que hace que el corazón palpite como órgano físico, su separación significa su detención. La pregunta cósmica complementaria referida a la fuerza impulsiva solar, al proceso energético originario, al cual le debe su inmenso, inagotable cumulo radiante, es la pregunta clave de la moderna física solar, el problema clave con referencia al cosmos de las estrellas fijas y en definitiva, la generación del universo accesible  a nuestros sentidos. Ya hemos dicho, que esta pregunta – visto materialmente – conduce al misterio del hidrógeno, como punto de partida de la generación de toda materialidad. Es el punto en el cual en el futuro tiene que ser construido el puente cognitivo desde la materia hacia la primacía del espíritu. Mientras que no se ha creado la condición previa para un tratamiento acorde a la realidad del mundo material, la física solar tiene que perderse en el callejón sin salida de hipótesis materialista  - cuando, como Emden y Eddington, como primeros, intenta establecer los fundamentos para el cálculo de la estructura interior de estrellas.

Así y todo, aquí queremos referirnos a una determinada concepción del problema energético-solar, porque contiene una determinada orientación: y es aquella que se orienta hacia el centro solar, al concepto de un núcleo –solar especial.  Ha sido Eddington, quien ha realizado el primer “modelo-standard” del sol. “Los parámetros fisicales y la composición química, al respecto tiene que ser elegidos de manera tal, que la integración suministre con exactitud la masa solar global, conocida a partir de los movimientos planetarios y que la generación energética, condicionada principalmente por la temperatura, brinde la radiación correcta. Se trata de un modelo en el cual la generación energética se encuentra distribuida de manera uniforme en todo el interior. Hoy se sabe que la generación energética tiene lugar dentro de un núcleo relativamente pequeño, por lo cual, se emplea un modelo FUENTE DE PUNTOS.” Por lo tanto el investigador natural se ve obligado a presentar al interior solar desconocido a modo de capas, al menos, trimembrado. A la ya mencionada zona hidrógena – convencional, debajo de la fotosfera, se opone un núcleo-solar, mediado por una esfera de transición. Con ello, la física solar, aun oscurecida por la sombra de concepciones sujetas a lo sensorio, se aproxima al misterio central del sol, en su condición de estrella fija.

También la conciencia espiritual, en la contemplación del sol como corazón del cosmos, nos ubica frente a un problema fuente de puntos. Pero en su luz, desde el lado espiritual experimenta una aclaración profunda, orientada al corazón del hombre. El misterio inagotable a ello ligado, está relacionado con  el hecho tan elocuente, y a su vez tan enigmático de que a todo yo humano individual que germina sobre la tierra, le está coordinando una estrella fija en el macro-cósmos, que solo a él pertenece. Dado que en el sentido de la investigación científica-espiritual, existen tantos millones de seres humanos, como soles de estrellas fijas se hallan creadas en el universo. Así como el yo-mundial del Cristo  es representado por el sol, así cada ser humano tiene la coordinación  hacia una estrella, y podemos decir: su estrella. Tal vez las palabras de María a Juan en el tercer drama de  los misterios, están señalando ese hecho: “Veo a tu estrella en plena radiancia.”

La naturaleza del yo, que resumen todos los miembros del ser del hombre, que se arraiga esencialmente en el corazón como yo de la tierra y en principio tan solo vivencia de manera puntual, necesita del arraigo en el corazón de un sol de estrella fija. Es la primera jerarquía, sobre todo, la fuerza espiritual de luz y de amor de los querubíes y serafines, que irradia esa fuerza solar constituyente del yo. Una indicación respectiva contiene las siguientes palabras de Rudolf Steiner: “Los serafines y querubíes, son las jerarquías aquellas que tiene la misión, de trasladar   hacia afuera, desde el punto central del sistema planetario, la fuerza de la luz. Al convertirse en portadores de la luz de las entidades de las jerarquías superiores, los querubíes y serafines, tiene la mismo relación con la luz, como los espíritus de la forma   la tienen con la sustancia etérica.”

Recién una aproximación tal a lo más profundo del corazón cósmico, al misterio central del sol, como estrella fija, nos abre el portal a la toma de conocimiento de la función espiritual del corazón. Visto cósmicamente, es el taller en el cual en lo “Seres de la acción” de la primera jerarquía “resucitan las justas configuraciones de la vida terrenal de los hombres”, vale decir, al realidad del karma, cristalizada en la esfera funcional del corazón del cosmos, como asiento de la conciencia cósmica. Allí se originan las fuerzas que permiten al corazón, madurar para su función íntima, rectora de todas las demás funciones: palpitar como órgano de conciencia para el karma en generación, con cuyo tejer está ligado irreversiblemente, el futuro de la entelequia  humana, por proceder del corazón y a su vez del sol. 

Es el empuje de la corriente del karma, que a la entelequia, al cabo de cada nueva vida terrenal, a través del portal solar hace retornar al corazón del cosmos, conduciéndolo a través del portal de la luna hacia la tierra. En la esfera solar, como espacio del corazón cósmico, recibe la fuerza, que hace que el corazón terrenal lata como morada de la conciencia. Allí empero a su vez vivencia al armonioso accionar conjunto de las tres jerarquías,  que al sol lo convierten en fuente divina de la luz, la vida y el amor, a la vez que ordenan al karma.

A su vez vivimos en la armonía de las esferas, procedente de todo el universo que en definitiva encuentra su reflejo y definición en aquella sustancia que une al corazón cósmico y al corazón humano y a modo de oro “actúa sobre el ser humano interior, de manera armonizadora, equiparadora.”