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Rudolf Steiner

DOCE REGIONES SENSORIAS Y SIETE PROCESOS VITALES

De: “El enigma del hombre. Los trasfondos espirituales de la historia del hombre”, Dornach, 29.7 – 3.9.1919

En cierto modo, el sentido del tacto es el sentido mediante el cual el hombre entra a una relación hacia el tipo más material del mundo exterior. A través del sentido del tacto, el hombre ciertamente entra en contacto con el mundo exterior, a través del sentido del tacto, el hombre de manera constante y del modo mas burdo se relaciona con el mundo exterior. Así y todo, el proceso que tiene lugar en ocasión de la experiencia del tacto se lleva a cabo dentro de la piel del hombre. Con su piel, el hombre toca al objeto. Aquello que tiene lugar para que tenga una percepción del objeto al cual está tocando, naturalmente, acontece dentro de la piel, en el interior del cuerpo. Por lo tanto, el proceso del tacto acontece en el interior del hombre.

Ya algo más en el interior del organismo humano, que el proceso del sentido del tacto, se encuentra aquello que podemos denominar sentido de la vida. Se trata de un sentido dentro del organismo, poco tomado en cuenta por el hombre, porque este sentido de la vida, diríase, actúa de una manera sorda en el organismo. Al haber un trastorno en el organismo, se siente ese trastorno. Ese armonioso accionar conjunto de todos losórganos, que se expresa en el sentimiento vital, de manera cotidiana al estar despierto, de manera habitual no lo estamos tomando en cuenta, por el hecho de que lo tomamos como un derecho sobre-entendido. Y es esto: sentirse compenetrado con una determinada sensación de bienestar, el sentido vital. Al estar bajoneado el sentido vital, tratamos de recuperar un poco de manera tal que la sensación de vida recupere frescura. La recuperación y la disminución del sentimiento de la vida la sentimos, pero como estamos tan habituados al mismo, no lo estamos tomando en cuenta.

Existe empero un nítido sentido, el sentido de la vida mediante el cual sentimos lo viviente que se encuentra en nuestro interior de igual manera como estamos viendo algo a nuestro alrededor. Nos sentimos con el sentido de la vida, de igual manera como estamos viendo con nuestros ojos. Si no tuviéramos este sentido vital interior, nada sabríamos del curso de nuestra vida.

Ya de un modo más interno, corporalmente interior que el sentido de la vida, se encuentra aquello que podemosdenominarsentido del movimiento. El sentido de la vida percibe en cierto modo al estado conjunto del organismo a modo de una sensación de bienestar, o también a modo de malestar. Tener empero sentido del movimiento significa: los miembros de nuestro organismo se mueven los unos contra los otros, y eso lo podemos percibir. Aquí no me refiero al momento, cuando toda la persona se mueve – eso es otra cosa – sino cuando flexionamos un brazo, al flexionar una pierna, cuando hablamos se mueve la laringe, todo esto, la percepción de los movimientos interiores, los cambios de posición de los diferentes miembros del organismo, eso es lo que percibimos con el sentido del movimiento.

Además tenemos que percibir aquello que podemos llamar nuestro equilibrio. En realidad, tampoco prestamos atención al mismo.

Cuando nos afecta unasí llamado mareo y caemos desvanecidos, entonces, el sentido del equilibrio está interrumpido, de la misma manera como el sentido de la vista está interrumpido, cuando cerramos los ojos. De la misma manera como notamos nuestro cambio interior de la posición, así notamos nuestro equilibrio, cuando simplemente nos ponemos en una relación de arriba y de abajo, de izquierda y de derecha, y nos ubicamos en el mundo de manera tal de sentirnos integrados, de manera tal que sentimos que estamos parados de manera vertical. Este sentimiento del estar en equilibrio es percibido por el sentido del equilibrio. Se trata de un sentido real.

Estos sentidos en sus procesostranscurren de manera tal que en realidad todo permanece dentro del organismo – todo lo que sucede.

Al tantear, aunqueestamos tocando al objeto, no penetramos en el mismo. A tocar una aguja decimos: tiene una punta. Al tantear no entramos en la punta, de otro modo nos pincharíamos, esto empero ya no es tantear.Todo esto empero tan solo puede acontecer en su organismo mismo. Aunque estamos tocando al objeto, aquello que vivenciamos como ser humano, dotado de tacto, se lleva a cabo  dentro de los límites de nuestra piel. Es decir, es corporal-interno aquello que estamos vivenciando a través del sentido del tacto. De la misma manera es corporal interno aquello que vivenciamos en el sentido de la vida. No vivenciamos como es el transcurso por aquí y por allá, fuera de nosotros, sino aquello que se encuentra en nuestro interior. Los mismo sucede en el sentido del movimiento: no se refiere al movimiento en sí, el hecho de que podemos ir y venir, sino los movimientos aquellosquese realizan, cuando yo en mí estoy moviendo mis miembros, o asimismo cuando estoy hablando vale decir, los movimientos interiores, a esto se refiere el sentido del movimiento. Cuando me estoy moviendo fuera mío, también estoy moviéndome en mi interior. Tenemos que diferenciar dos cosas: mi movimiento hacia adelante y la posición de mis miembros, lo interior. Por lo tanto, el sentido del movimiento es percibido en lo interior, así como también el sentido de la vida y el sentido del equilibrio. Nada percibimos en lo exterior, sino que nos percibimos a nosotros mismos en el equilibrio.

Luego, salimos de nosotros mismos, a través del sentido del olfato.

Allí, ya entramos en una relación con el mundo exterior. Pero tendremos la sensación, de que mediante el sentido del olfato, en poca medida salimos afuera. Mediante el sentido del olfato, poco conoceremos del mundo exterior. De hecho, el hombre tampoco quiere saber aquello que mediante un sentido del olfato más íntimo, podemos saber del mundo exterior.  El perro es quien en mayor medida se interesa por ello. Sucede que el hombre en principio tan solo quiere tomar conocimiento del mundo exterior, sin tomar un contacto profundo a través del sentido del olfato.

Con el sentido del gusto, el hombre está dispuesto a trabar una relación con el mundo exterior. Vivenciamos con una interioridad mucho mayor aquello que es la cualidad del azúcar, en comparación a aquella de la sal. Lo externo ya se torna muy interno, en medida mucho mayor como en el caso del sentido del olfato. Existe una relación mayor hacia el mundo exterior y el mundo interior.

Esto sucede en una medida aun mayor, con respecto al sentido de la vista. En el sentido de la visión incorporamos una cantidad mucho mayor de las cualidades del mundo exterior que con el sentido del gusto. Y mucho más aun integramos mediante el sentido calórico. Aquello que percibimos mediante el sentido de la vista permanece siendo más ajeno que aquello que percibimos mediante el sentido calórico.  Mediante el sentido calórico, en realidad ya entramos a una relación íntimapara con el mundo exterior. Percibimos vigorosamente el hecho de percibir aun objeto como caliente o frio y lo percibimos en contacto con el objeto. La dulzura del azúcar por ejemplo la vivenciamos en medida menor con el objeto. Dado que, en definitiva en el caso del azúcar, lo importante para nosotros es aquello, lo que se produce a partir de nuestro gusto, siendo que en menor medida es importante aquello que acontece allá afuera. En el caso del sentido del calor, esto ya no lo podemos diferenciar. Allí participamos ya de manera notoria del interior de aquello que estamos vivenciando. De un modo aun más íntimo, nos relacionamos con el interior del mundo exterior, a través del sentido auditivo. El sonido ya nos revela mucho de la estructura interior de lo exterior, mucho más que el calor y aun mucho mas que el sentido de la vista. El sentido de la vista – por así decirlo – solamente nos brinda imágenes de la superficie. El sentido auditivo, al comenzar a resonar el metal nos revela el misterio de su interior. El sentido calórico ya penetra también hacia lo interior. Al tocar por ejemplo un trozo de hielo, estoy convencido: no solamente la superficie está fría, sino el frío es pasante. Al estar contemplando algo, estoy viendo tan solo el color del límite, de la superficie, pero cuando hago resonar algo, entonces por cierto estoy percibiendo íntimamente algo de lo resonante que se refiere a su cualidad interior.

Aún más íntimamente percibimos cuando lo resonante adquiere un sentido. Por lo tanto, sentido tonal, sentido del sonido: sentido del habla, sentido de la palabra, así tal vez tendríamos que calificarlo. Simplemente es descabellado, creer que la percepción de la palabra es lo mismo que la percepción del tono. Observan entre sí la misma diferencia como el gusto y la visión. Aunque en el tono percibimos fuertemente lo interior del mundo externo, pero lo interior del mundoexterior tiene que interiorizarse aun más, cuando el tono, el sonido tiene que convertirse en palabra. Por lo tanto ,nos introduciremos de más íntima manera al mundo exterior, cuando no tan solo percibimos lo que “resuena” a través del sentido auditivo, sino cuando mediante nuestro sentido auditivo percibimos aquello que cobra sentido. Pero a su vez, cuando percibo la palabra, no cobro contacto tan intimo con el objeto, con el ser externo, llegando al ser externo cuando a través de la palabra percibo al pensamiento. Allí, la mayoría de las personas ya no realizan una diferencia. Existe empero una diferencia entre la percepción de la mera palabra, de lo que emite sonido con  sentido y la percepción real del pensamiento oculto detrás de la palabra. En definitiva,la palabra también la captamos cuando es separada del pensador por el fonógrafo, o hasta por lo escrito. En el vivo contexto empero con aquel ser que forma la palabra, trasladarme a través de la palabra al ser, al ser pensante y representativo, eso requiere un sentido aun más profundo que el sentido común de la palabra, eso requiere al sentido del pensar, tal como lo quisiera definir.

Y una relación aun más íntima hacia el mundo interior que el sentido del pensar, nos brinda el sentido aquel, que nos faculta a sentir con otro ser de manera tal de tener la sensación de ser parte del otro. Eso acontece cuando a través del pensar, el pensar dotado de vida que nos hace llegar a otro ser, percibimos al yo de ese ser – el sentido del yo.

De hecho tenemos que diferenciar entre el sentido del yo que percibe al yo del otro, y la percepción del yo. Esto no tan solo es diferente por el hecho de que en una oportunidad percibimos al yo propio y en la otra, al yo del otro, sino que también es diferente con respecto a la procedencia. La disposición germinal, aquello que cada uno puede saber del otro, el poder saber esto, ya nos ha sido implantado sobre el antiguo Saturno, conjuntamente con las disposiciones sensorias. Vale decir, el hecho de que al otro lo podamos percibir a modo de un yo, eso, conjuntamente con las disposiciones sensorias, nos fue implantado sobre el antiguo Saturno. Nuestro yo empero, lo hemos adquirido recién durante el desarrollo terrestres; ese yo, que en nuestro interior nos otorga alma, no es lo mismo que el sentido del yo. Estas dos cosas deben ser separadas estrictamente. Al hablar del sentido del yo, estamos hablando de la capacidad del ser humano, de poder percibir otro yo…

Suponer que recién a partir de la percepción corpórea podamos llegar a una conclusión referida al yo, en realidad es completamente torpe, porque entorpece con respecto al hecho real, de que en el ser humano existe un profundo sentido para la comprensión del otro yo. Del mismo modo como por el yo se percibe la claridad y la oscuridad y los colores, así, a través del sentido del yo, de manera directa también se perciben los otros yo. Es una relación de sentido hacia el otro yo. Lo tenemos que vivenciar. Y del mismo modo como el color cobra efecto sobre mí a través del ojo, así el otro  yo actúa a través del sentido del yo. Cuando el debido tiempo para ello habrá llegado, también hablaremos de los órganos sensorios para el sentido del yo, como podemos hablar de los órganos sensorios para el sentido de la vista. Allí tan solo es más fácil, indicar una manifestación material que para el caso del sentido del yo. Pero, todo ello está en existencia.

Cuando de cierta manera tomamos en cuenta estos sentidos podemos decir: en estos sentidos se especifica, o se diferencia nuestro organismo. De hecho se diferencia, dado que ver no es percibir sonidos, tonos, no es escuchar, escuchar a su vez no es la percepción de pensamientos, percibir pensamientos no es tantear. Se trata allí de ámbitos diferenciados del ser humano. En estos ámbitos sensorios tenemos doce regiones diferentes del organismo humano. La distinción de que cada uno es una región por sí misma, ruego tomar muy en cuenta; dado que con motivo de esa distinción, a los doce componentes los podemos incluir en un círculo y podemos diferenciar doce regiones separadas en este círculo.

Esto es algo diferente que acontece con las fuerzas que residen a profundidad   mayor en el hombre que estas fuerzas de los sentidos. El  sentido de la vista está sujeto al ojo, es una determinada región en el organismo humano. El sentido auditivo está sujeto al organismo de la audición de manera fundamental; aunque no solo él se vale del mismo; en el organismo se trata de una tarea mucho mayor, la audición posee un campo más amplio que el oído instalado en la oreja; pero el oído es el campo más normal del escuchar. Todos estos ámbitos sensorios de manera regular son “relegados” por la vida. El ojo vive, el oído vive, todo aquello sobre lo cual se fundamenta el conjunto vive; aquello sobre lo cual se basa el sentido del tacto vive – todo vive. La vida habita en todos los sentidos, pasa por todos los ámbitos sensorios.

Al seguir contemplando esta vida, muestra ser diferenciada.

No existe tan solo UNA fuerza vital. Tenemos que diferenciar otra cosa que es el sentido de la vida, mediante el cual percibimos la vida, que aquello a lo cual ahora me he de referir. Estoy hablando de la vida misma, que fluye a través de nosotros; esto a su vez se diferencia dentro de nosotros de la siguiente manera: las doce regiones sensorias, las tenemos que imaginar como en reposo dentro del organismo. La vida empero, late a través de todo el organismo, y a su vez la vida es diferenciada. En principio tenemos algo, que en cierto modo tiene que existir en todo lo viviente: la respiración. Esa relación hacia el exterior que es la respiración, en cierta manera tiene que estar en todo lo viviente. En este momento no puedo definir explícitamente el caso referido a los animales, las plantas y los hombres. Pero en todo ser viviente de alguna manera existe la respiración. La respiración del hombre se renueva una y otra vez, mediante algo, que recibe del mundo exterior. Es algo que beneficia a todas las regiones sensorias. No puede tratarse del sentido del olfato y su imperio, ni del sentido de la visa, ni el sentido del tono, cuando no todos los sentidos se benefician con aquello que recibe la vida mediante la respiración.

Por lo tanto a cada sentido tendríamos que adicionar “respiración”. Por cierto que respiramos, pero aquello que se lleva cabo mediante la respiración a modo de proceso vital, beneficia a todos los sentidos.

En segundo término, podemos diferenciar al calor. Entra acompañando la respiración. Pero es otra cosa que la respiración.

El calor, el calentamiento interior, es la segunda manera del mantenimiento de la vida. Una tercera manera del mantenimiento de la vida, es la nutrición. Así tenemos las tres maneras de rodar la vida desde afuera con procesos vitales: respiración, calentamiento, nutrición. Todo ello está ligado al mundo exterior. La respiración presupone una sustancia, en el hombre, el aire, en el animal, también el aire. El calentamiento presupone un determinado calor del ambiente, con el cual nos relacionamos ¡imaginemos tan solo como de ninguna manera podríamos vivir interiormente con la correcta temperatura si la temperatura externa fuera más elevada o muy inferior! Imaginemos, que fueran 100 grados más baja, o 100 grados más elevada. Del mismo modo es indispensable la alimentación, en la medida en la cual el proceso vital lo contemplamos como proceso terrenal.

Ahora con los procesos vitales nos trasladamos en mayor emitida al interior. Allí nos encontramos con el próximo proceso, el cual en mayor medida ya pertenece al interior, aquello que podríamos denominar la transformación, la interiorización de aquello que hemos recibido desde afuera. Conforme con la manera como ya lo hemos hecho antes, quiero denominar la transformación con las mismas expresiones. En la ciencia aun no existen denominaciones al respecto. Recién tienen que ser halladas, por el hecho de que estas cosas aun no se especifican. Esta transformación de aquello que desde afuera se ingiere, que por lo tanto subyace a procesos puramente interiores, lo podemos imaginar a su vez de cuádruple manera. Lo primero que aparece interiormente, es la eliminación, al cabo de la alimentación. La eliminación ya se inicia, cuando el alimento ingerido es participado al cuerpo, cuando se convierte en un miembro en el organismo. No se trata tan solo de la  eliminación hacia afuera, sino la información de aquello que se ha ingerido mediante la sustancia alimenticia en el interior.

La eliminación en parte consiste en la entrega hacia afuera, o por el otro lado, en la recepción de los nutrientes. Se trata de una eliminación a través de los órganos aquellos, que se hallan al servicio de la nutrición: eliminación hacia el interior del organismo, esto debe ser mantenido en el proceso vital, y constituye a su vez un proceso vital separado, que tenemos que registrar como conservación. Para que empero pueda ser conservada la vida, no tan solo debe ser conservado aquello que recepciona, sino que debe aumentarlo, agrandarlo. Todo lo viviente, subyace a un crecimiento interior: proceso de crecimiento en el más sabio de los sentidos. El proceso del crecimiento en el más amplio del sentido, pertenece a la vida, la conservación y al crecimiento.

Además, a la vida aquí en la tierra, corresponde la producción del todo, el proceso del crecimiento requiere tan solo que un miembro genere al otro. La reproducción es un proceso más elevado que el mero crecimiento que produce al mismo individuo.

En siete procesos se divide la vida. Pero no podemos denominarlos distritos, ya que estos siete benefician a todos los doce distritos, estos siete procesos vitales otorgan vida a todo. Al contemplar la relación de estos siete con referencia a los doce, tenemos que decir: tenemos 1. Respiración, 2. Calentamiento, 3. Nutrición, 4. Eliminación, 5. Conservación, 6. Crecimiento 7. Reproducción, pero de manera tal que poseen una relación hacia todos los sentidos, que esto fluye a través de todos los sentidos, que esto es movimiento. Al tratarse de una persona con vida por cierto tenemos que representar al ser humano de manera tal que posee doce distritos sensorios separados y que a través de los mismos está latiendo la séptuple vida, la séptuple vida movilizada en sí mismo. Al adicionar los signos zodiacos a los doce distritos, obtenemos al macro-cosmos, al adicionar los distritos sensorios, obtenemos al miro-cosmos. Al adicionar los símbolos de los planetas a los siete procesos vitales, obtenemos al macrocosmos, al escribir las denominaciones para los siete procesos vitales, obtenemos al micro-cosmos. Y de la misma manera como en el macrocosmos los planetas en sus movimientos se comportan con referencia a las constelaciones zodiacales, las cuales atraviesan, así, el viviente proceso vital transita a través de los distritos sensorios en reposo, fluye a través de los mismos. Vemos así que, en varios sentidos, el ser humano es un micro-cosmos…

Cuanto más avanzamos y cuanto más nos dedicamos a la contemplación de los misterios del mundo, tanto más comprendemos que esto no es un divertimiento, esa relación de los doce a los siete, sino que realmente pasa por todo el ser existencial,   como el hecho de que afuera tiene que ser expresado a través de la relación de las constelaciones fijas con referencia a los planetas en movimiento, también es resultado de una parte del gran misterio numérico en la existencia del universo. Y la relación del número doce con respecto al número siete expresa un profundo misterio existencial, expresa al misterio en el cual el hombre se ubica como ser sensorio hacia el ser vital, hacia sí mismo como ser vital. El número doce contiene el misterio de que podemos incorporar un yo. Al haber adquirido doce sentidos, doce distritos serenos, se convirtieron en el fundamento de la conciencia del yo de la tierra. Mientras que estos sentidos aun han sido órganos vitales durante la época lunar el ser humano solamente pudo tener al cuerpo astral, allí, estos siete órganos sensorios, que aun formaban órganos vitales, eran el fundamento del cuerpo astral. Así, el número siete de misteriosa manera se constituye en base del cuerpo astral, así como el número doce, de misteriosa manera subyace a la naturaleza del yo, al yo del ser humano…

Para poder comprender debidamente al asunto, tenemos que comprender que la verdad real es muy diferente con referencia a estas cosas que aquello que afirma la ciencia materialista.

La ciencia materialista afirma por ejemplo, que el sentido del gusto y el sentido del olfato que le guarda parentesco, solo se encuentra sujeto a los estrechos distritos que se hallan en el entorno de la lengua de la mucosa nasal. Pero no es así. Los órganos materiales para los sentidos, por cierto son tan solo las capitales  en el imperio de los sentidos. Los respectivos imperios de los sentidos se expanden en medida mucho mayor. Y creo que por ejemplo todo aquel que algo de auto-observación posee con referencia al sentido auditivo, sabe que se escucha no tan solo con el oído, sino con un distrito mucho más amplio del organismo. El tono cobra vida en un distrito mucho más extenso que tan solo el oído, lo cual también acontece con los demás sentidos. El sentido del gusto y el sentido del olfato que le es emparentado, viven por ejemplo de manera claramente perceptible, en el hígado y en el bazo, por lo tanto, se expanden en medida mayor a aquella que indica la ciencia materialista. Si esto empero es el caso, también podemos entender que entre los órganos vitales que a sus fuerzas de vida las están enviando de manera constante por todo el organismo, y los diferentes distritos sensorios existen determinadas relaciones, de manera tal que podemos decir: la constitución interior, al constitución espiritual-anímica-física de una persona, de muchas maneras depende del hecho de la manera, en la cual un órgano vital se dispone con respecto a los distritos sensorios. Y de manera tal como en la astronomía hablamos del hecho de que el Saturno se encuentra en Aries, o que el Sol se encuentra en Leo, también podemos hablar del hecho, que el impulso de eliminación de la vida, por ejemplo, se encuentra en la esfera de la visión, que tiene que ver algo con la esfera de la visión, o que el distrito del crecimiento tiene que ver con la esfera de la audición. Pero tanto uno como otro distrito vital puede tener una relación con cada una de las esferas, dado que los distritos vitales en las diferentes personas se encuentran en relaciones distintas con respecto a los distritos sensorios. En realidad, allí tienen lugar en el interior del hombre, situaciones similares como afuera, en el macrocosmos, en el cielo estelar.

Al tomar en cuenta que los distritos sensorios son algo relativamente estable en la persona,  - son estables por el hecho de tener tendencia hacia los órganos materiales, el sentido de la vista hacia los ojos, a pesar de tener un ámbito más amplio, el sentido auditivo hacia la oreja, etc. – que en cambio todos los procesos vitales son móviles y recorren constantemente a todo el cuerpo, circulando, entonces en todo aquello que acontece a través de los sentidos en el hombre, podemos suponer que se trata de algo relativamente sereno. En todo aquello que acontece mediante los procesos vitales y los órganos que los dirigen, podemos suponer algo que se encuentra en movimiento, algo que se mueven en el ser humano…

Solo por el hecho de que existe una cierta relación entre nuestro yo aquí en la tierra y los doce distritos sensorios, el yo vive en la conciencia, portada por los distritos sensorios.. Debajo de esa conciencia, existe otra conciencia diferente, una conciencia astral, que así, como ahora es el hombre, tiene una relación más íntima hacia el imperio de la vida del hombre, hacia la esfera vital. El yo posee su íntima relación hacia la esfera sensoria, a la conciencia astral, hacia el imperio vital. Así como mediante nuestro yo, o dentro de nuestro yo sabemos de nuestro zodiaco, así a través de nuestra conciencia astral que hoy en el hombre aun es subconsciente, sabemos de nuestros procesos vitales. Sucede que hoy en el estado normal, no puede ser revelado al hombre, esto aún se encuentra del otro lado del umbral. Dado que este conocimiento, en la vida física es un conocimiento intimo con respecto a los procesos vitales. Tan solo en estados anormales a veces acontece que la conciencia abarca al impero vital, la esfera de la vida, y que la misma asciende a la conciencia ordinaria. Esto empero, para el ser humano de la actualidad es algo enfermizo y los médicos, los investigadores de la naturaleza, plenos de asombro se ubican frente a estos estallidos patológicos de la naturaleza humana, cuando la conciencia que se encuentra allá abajo, que hoy aun se encuentra tapada por la conciencia de doce membraciones, estalla hacia arriba, cuando los planetas pueden insertar su vida en el zodiaco por el hecho de que por cierto la subconsciencia golpea hacia arriba. Tiene que ser desarrollada, desarrollada de manera real, tal como está indicado en “¿Cómo adquirimos conocimiento de los mundos superiores?”, esto es lo que corresponde. Cuando empero golpea hacia arriba sin esto, es enfermizo…

Contemplemos una vez más estos doce sentidos del hombre.

El sentido del yo: recordemos aquello que he dicho acerca de este sentido del yo. Este sentido del yo no se refiere a la facultad de nuestra propia percepción del yo. Con ese sentido del yo, no percibimos nuestro propio yo, el yo aquel que recién adquirimos aquí en la tierra, sino que con ese sentido del yo percibimos los yo de otras personas. Vale decir, todo aquello con lo cual nos encontramos dotados de un yo en el mundo físico, eso, es lo que percibimos con ese sentido del yo.

Lo segundo es el sentido del pensar. El sentido del pensar a su vez nada tiene que ver con la formación de nuestros pensamientos. Cuando nosotros mismos estamos pensando, ese pensar no es una actividad del sentido del pensar, sino que es algo muy diferente. El sentido del pensar se refiere al hecho de que poseemos la facultad de poder percibir y de comprender los pensamientos de otras personas. Por lo tanto, este sentido del pensar en principio nada tiene que ver con la formación de nuestros propios pensamientos.

El sentido del habla: el mismo a su vez nada tiene que ver con la formación de nuestro hablar, nada tiene que ver en principio con la facultad que subyace al hablar propio, sino que es el sentido para la comprensión de aquello que mediante el habla se orienta hacia nosotros procedente de otras personas.

Sentido de la audición, o sentido tonal: imposible de ser mal interpretado.

Sentido calórico, sentido visual, sentido del gusto, sentido del olfato, sentido del equilibrio: a estos sentidos los he explicado a menudo ya.

Sentido del movimiento, sentido de la vida sentido del tacto.

Estos son los doce sentidos mediante los cuales percibimos al mundo exterior, aquí en el mundo físico…

¿De hecho no existen órganos para el sentido del yo, el sentido del pensamiento, el sentido lingüístico? Tratemos de investigar este asunto.

Con respecto al sentido del yo, se refiere a la facultad nuestra, de percibir los yo de las otras personas. Una declaración especialmente deficitaria del pensar moderno es la afirmación, que no podemos percibir al yo de la otra persona y en cambio tan solo tenemos la posibilidad de la intuición con respecto al yo del otro. Este modo de pensar supone: vemos que algo se aproxima a nosotros, algo que erguido se desplaza sobre dos piernas, avanzando con una pierna, luego con la otra, o apoyando una pierna al lado de la otra, apoyado sobre estas piernas, un tronco, en el cual cuelgan a modo de péndulo, dos brazos que lleva a cabo movimientos diversos, referidos a diferentes propósitos. Luego más arriba se ubica una cabeza que emite sonidos, expresa gestos. Y cuando algo así como la figura en esta descripción, se acerca a mí, concluimos: esto es el portador de un yo. Esto opina la consideración materialista. Esto es una tontería completa, autentica, dado que la realidad es que de la misma manera con la cual con los ojos vemos colores, con el oído escuchamos sonidos, también percibimos de hecho al yo del otro. No existe duda alguna de que lo percibimos. Y esa percepción es independiente. A si como el estar viendo, no se basa en una conclusión, como el escuchar no se basa en una conclusión, así la percepción del yo del otro no se basa en una conclusión, y por el contrario es una verdad independiente, que se obtiene de manera independiente del hecho de que estemos viendo al otro, de que escuchemos tonos. Sin tomar en cuenta que escuchamos lo que dice, que estamos viendo su encarnación, que permitimos que sus gestos cobren efecto sobre nosotros, percibimos de manera directa al yo del otro. Y de la misma manera como nada tiene que ver el sentido de la visión con el sentido del tono, tampoco la percepción algo tiene que ver con el sentido del a visión, el sentido tonal, no con cualquier otro sentido. Es una percepción independiente del yo. Mientras que esto no sea reconocido, la cencía de los sentidos no se basa sobre fundamentos sólidos.

Ahora se genera la pregunta: ¿Cuál es el órgano para la percepción del otro? ¿Qué percibe dentro de nosotros el otro yo, del mismo modo como nosotros con el órgano de la visón percibimos la claridad y la oscuridad, los colores, con el oído percibimos los tonos? ¿Qué percibe el yo del otro? La percepción del yo de igual manera tiene su órgano, como lo tiene la percepción visual la percepción tonal. Solo que el órgano de la percepción del yo está configurado de manera tal que su punto de partida se encuentra en la cabeza pero que todo el ámbito del resto del cuerpo forma órgano para la percepción del yo del otro. De hecho todo el ser  humano tomado como órgano de percepción, en la manera de estar configurado física-sensoriamente, es órgano de percepción del yo del otro. De cierta manera también podremos decir: el órgano para la percepción del yo del otro es la cabeza en la medida en la cual todo el ser humano pende de ella, irradiando su facultad perceptiva referida al yo, a través de todo el ser humano. El ser humano en la medida que está sereno, en la mediad que es la serena figura humana, ciertamente con la cabeza como punto central, es órgano de percepción del yo con referencia al yo de la otra persona. Así el órgano perceptivo para el yo de la otra persona, es el mayor órgano perceptivo que tenemos, y nosotros mismos, como ser humano físico, somos el mayor órgano perceptivo que tenemos.

Ahora, llegamos al sentido del pensamiento ¿Cuál es el órgano perceptivo con respecto a los pensamientos del otro? El órgano de percepción para los pensamientos del otro es todo aquello que nosotros somos, en la medida en la cual sentimos dentro de nosotros actividad, vida. Cuando por lo tanto pensamos que en todo nuestro organismo tenemos vida y que esta vida es una unidad – no como estamos configurados, sino por el hecho de que portamos vida en nuestro interior, entonces esa vida conjunta del organismo portada en nosotros, en la medida en la cual se expresa en lo físico, es órgano para los pensamientos provenientes de afuera. Si no estuviéramos configurados de la manera como lo somos, no podríamos percibir al yo del otro. Si no estuviéramos dotados de la vida que poseemos, no podríamos percibir los pensamientos del otro. No se trata del sentido de la vida de lo que aquí estoy hablando. No se trata del hecho de que percibimos interiormente nuestra constitución vital-global – esto pertenece al sentido vital -sino del hecho de que portamos la vida en nuestro interior. Y esto viviente dentro de nosotros, todo aquello que en nuestro interior es organismo físico, es órgano perceptivo para los pensamientos que el otro nos envía. Y en la medida que tenemos fuerza para movernos, llevar a cabo todo aquello que mediante nuestro interior poseemos a modo de movimiento, por ejemplo cuando movemos las manos, cuando firmamos la cabeza o la movemos de arriba hacia abajo, estamos realizando movimientos a partir de nuestro interior. Por el hecho de tener estas fuerzas de poner en movimiento al cuerpo, a esa capacidad de movimiento, dentro de nosotros subyace un organismo físico.

No se trata del organismo físico de la vida, es el organismo físico de la capacidad del movimiento. El mismo a su vez es el órgano perceptivo con respecto al hablar, con respecto a las palabras que el otro nos envía. No podríamos entender palabra alguna, sino tuviéramos dentro de nosotros un aparato del movimiento físico.

De hecho, en tanto de nuestro sistema nervioso central parten los nervios para el conjunto de nuestro proceso del movimiento, allí asimismo radica el aparato sensorio para las palabras a nosotros destinadas. De esta manera se especializan los órganos sensorios.

El hombre en su conjunto: órganos sensorios para el yo, lo viviente que subyace a lo físico: órgano sensorio para el pensar, el hombre con capacidad de movimiento: órgano sensorio para las palabras.

Más especializado aun es el sentido del tono. Aunque a ello pertenece algo más que aquello que de manera habitual la fisiología le adjudica el aparato auditivo, el sentido del tono ya es más especializado. No hace falta que hable el sentido del tono. Para ello podemos valernos de un manual común de la fisiología sensoria y encontraremos allí la descripción del sentido del tono, el órgano del sentido tonal. Más difícil resultará encontrar la descripción del órgano referido al sentido calórico, por el hecho de que el mismo, como ya hemos dicho, es acumulado con el sentido del tacto. El sentido del calor empero es un sentido muy especializado. Mientras que el sentido del tacto se encuentra extendido sobre todo el organismo, el sentido del calor tan solo está extendido de manera aparente sobre el organismo todo. Naturalmente somos accesibles para las influencias calóricas en todo el organismo, pero como sentido, como percepción del calor, el sentido del calor se encuentra muy concentrado en el tronco del hombre en la parte del pecho. La especialización luego, con referencia a los órganos, para el sentido de la vista, el sentido del gusto, el sentido del olfato, de hecho de conocen a partir de la observación habitual, o a partir de aquello que la ciencia común nos está informando.

Sucede que de hecho en cierto modo podemos diferenciar entre sí, la parte del medio, la parte inferior y la parte superior de nuestra vida sensoria y hoy haremos una consideración especial con respecto a esta diferenciación. Partamos del sentido del habla y contemplemos al sentido del habla.

He dicho: en tanto poseemos orgánica del movimiento, podemos percibir las palabras. Esto por lo tanto constituye el fundamento del sentido del habla. Pero no tan solo podemos percibir, comprender las palabras del otro, sino que también tenemos una facultad lingüística, una posibilidad del habla, nosotros mismos hablamos. Y esto entonces es interesante e importante, saber cuál es la relación de nuestra facultad del habla y nuestra facultad de entender al habla, es decir, no tan solo de escuchar los tonos -ruego prestar atención a esto – sino, comprender al lenguaje, a lo hablado. Tenemos que definir con exactitud entre el sentido tonal y el sentido lingüístico. No tan solo podemos entender las palabras del otro, sino que nosotros mismos podemos hablar ¿Cómo se comporta lo uno con lo otro, el hablar y el entender lo hablado?

Cuando investigamos al hombre con los medios de la ciencia espiritual, descubrimos que aquello sobre lo cual se fundamenta el poder entender las palabras y aquello sobre lo cual se basa el hablar guardan un parentesco entre sí. Y si queremos contemplara aquello sobre lo cual se fundamenta el habla, entonces en principio podemos retroceder hasta la vida anímica humana, en la cual para todo aquel que es razonable sin lugar a duda, se encuentra la partida de la facultad del habla. El hablar tiene su punto de partida en lo anímico, es incentivado por la voluntad en lo anímico. Sin nuestra voluntad, sin que desarrollemos un impulso volitivo, no se genera palabra hablada alguna. Al observar al hombre de manera científica-espiritual cuando está hablando, en él se genera algo similar en él, como acontece cuando entiende aquello que se ha hablado. Aquello empero que sucede cuando la persona misma habla, abarca una parte mucho menor del organismo, una menor parte del organismo del movimiento, del organismo en sí. Vale decir, todo el organismo del movimiento está involucrado a modo de sentido del habla, sentido de la palabra. El organismo del movimiento en su conjunto, a su vez es sentido del habla. 

Una parte es aportada y es puesta en movimiento a través del alma, cuando estamos hablando – una parte de ese organismo del movimiento. Y esta parte extraída del organismo del movimiento, tiene su órgano principal en la laringe, y el hablar es excitación de los movimientos de la laringe, a través de los impulsos de la voluntad.

Lo que acontece en la laringe, en ocasión del hablar propio, se forma de manera tal que los impulsos volitivos proceden de lo anímico, poniendo en movimiento al organismo del movimiento concentrado en el sistema de la laringe, mientras que el conjunto de nuestro organismo del movimiento es organismo sensorio para la percepción de las palabras. Tan solo que a ese organismo del movimiento lo mantenemos en calma, al percibir palabras. Y justamente por el hecho de que lo mantenemos en calma, podemos percibir las palabras y las podemos entender. En cierto modo e instintivamente, esto lo sabe toda persona, dado que toda persona a veces realiza algo instintivo, con lo cual está indicando, que de ello tienen conocimiento en su subconsciente, aquel al cual acabo de referirme. Daré un ejemplo  en lo burdo. Imaginemos que hago este movimiento (mano levantada con gesto de defensa) la capacidad de realizar este movimiento, siendo que procede de todo mi organismo del movimiento – dado que el más mínimo de los movimientos, no se halla localizado en una parte, sino que procede del organismo conjunto del movimiento del hombre – promueve algo muy determinado. Al no hacer ese movimiento, hago aquello que debo tener, para poder entender algo determinado, que se expresa en palabras por otra persona. Entiendo aquello que el otro dice, por el hecho de que no llevo a cabo ese movimiento mientras que él está hablando, y en cambio lo oprimo, de modo tal que al organismo del movimiento solo lo incentivo hasta la punta de los dedos, reteniendo empero al movimiento, deteniéndolo, acumulándolo. Al acumular al mismo movimiento, comprendo lo que se está diciendo. Cuando algo no lo queremos escuchar, reiteradas veces hacemos este movimiento – con lo cual queremos indicar, que deseamos impedir el escuchar. Esto es el conocimiento instintivo de aquello que significa esta detención del movimiento.

Sucede que el hombre originalmente estaba dispuesto de manera tal que el organismo del movimiento en su conjunto, que a su vez es el organismo del sentido de la palabra, es lo dispuesto en la evolución continua, regular, del hombre. Así como otrora, en la época lémur, hemos sido despedidos de nuestro contexto universal, hemos adquirido la capacidad del entender palabras. En aquel entonces empero, aun no teníamos la facultad de pronunciar palabras. Podrá parecer curioso el hecho, de entender palabras, sin poder pronunciarlas pero es curioso tan solo en apariencia. Dado que nuestra organización del movimiento no está dispuesta con tanta exactitud como para escuchar las palabras del otro, entenderlas, sino, entender diversas otras cosas. Originalmente, más bien estábamos dispuestos a comprender al lenguaje elemental de la naturaleza, el imperar de ciertas entidades elementales en el mundo exterior. Esto ya no lo dominamos, a cambio de ello hemos recibido la facultad de poder expresarnos a través del lenguaje propio. Esto ha acontecido por el hecho de que durante la época de Atlantis, el poder ahrimánico ha llevado a cabo un cambio con nuestro organismo del movimiento otorgado originalmente.

Es el poder ahrimánico al que debemos el hecho de poder hablar, que tenemos al don del habla. De modo tal que tenemos que decir: en realidad originalmente, como seres humanos hemos sido dispuestos de otra manera, percibir al habla de otra manera, no aquella mediante la cual ahora la percibimos. Estuvimos dispuestos de manera tal de percibir al habla ubicándonos frente al otro, percibiendo por completo al otro ser humano, en sus gestos y ademanes, en mudos medios de expresión, imitando los mismos con nuestro propio aparato del movimiento, entendiéndonos así, sin nuestro lenguaje audible. Estábamos destinados a un mutuo entendimiento mucho más espiritual. Ahriman ha interceptado en este modo más espiritual de la comunicación, ha especializado a nuestro organismo, ha apropiado a nuestra laringe para producir palabras con sonido. Y aquello que luego ha sobrado del sistema de la laringe, y ha sido apropiado para poder comprender palabras con sonido, es un don ahrimánico.

En tanto que somos un organismo de vida, podemos percibir los pensamientos del otro. A su vez hemos estado dispuestos a ser mucho más espirituales, poder percibir los pensamientos del otro, de otra manera de la cual ahora los percibimos. Habíamos sido preparados de manera tal que en el simple estar parado rente al otro, podíamos sentir en nuestro interior, sus pensamientos, experimentarlos. Se trata de un burdo reflejo físico, la manera en la cual hoy percibimos los pensamientos del otro y hasta tan solo los percibimos a través del rodeo por el habla. Y a lo sumo cuando nos adiestramos un poco con referencia  a los gestos, la mímica y la fisionomía del otro, aun podemos percibir un eco de aquello de lo cual habíamos sido dispuestos. Estábamos dotados para poder percibir toda la disposición del pensar de un ser humano al situarnos frente a él, y percibir a partir de los diferentes gestos, la mímica, las expresiones del pensar. Y nuevamente es un don ahrimánico mediante el cual ha sido transformada esta manera más espiritual de las percepciones del mundo de los pensamientos, que en el curso de la evolución humana se ha concentrado de medida cada vez mayor, al habla de manera externa.

No tenemos que retroceder tanto en el desarrollo en máxima medida, tan solo hasta la época egipcia-caldea – ni hablar de la índica -  en la cual esto aún estaba desarrollado en máxima medida. Tan solo tenemos que retornar a la época griega-latina, allí aun encontramos una fina comprensión en la humanidad, en tanto se expresa en las palabras no pronunciadas, mediante todo que ha llegado a la expresión mediante fisionomía, mediante gestos, y hasta mediante posturas, mediante toda la manera de ubicarse una persona frente a la otra. Al respecto, el hombre ha perdido la comprensión. En medida cada vez menor, se ha conservado aquello y en la actualidad ya existe muy poca comprensión para poder escuchar con atención, los misterios interiores del pensamiento del hombre, a partir de la manera en la cual se acerca a nosotros. Casi tan solo prestamos atención a aquello que de sus pensamientos, en sus pensamientos, a partir de sus pensamientos llega a nosotros por el hecho de que nos lo transmite a través de las palabras audibles. Por el hecho empero de que esto ha acontecido, hemos adquirido la capacidad de convertir a nuestro aparato vital, nuestro organismo vital mismo, en aparato del pensamiento. No tendríamos al don del poder pensar, si no hubiese acontecido aquello que he dicho, si no hubiese llegado esa influencia ahrimánica de la que les he hablado. Vemos entonces, que en cierto modo, nuestra actual facultad del poder hablar, con el sentido de la palabra, con el sentido lingüístico, esto aconteció mediante el sentido del pensamiento, nuevamente a través del rodeo por influencias ahrimánicas.

Luego estábamos facultados a intuir de manera muy fina, al yo de la otra persona, no vivenciarlo, sino percibirlo interiormente; dado que todo nuestro se, es órgano del yo. Ahriman sigue trabajando con fuerza, para especializar también este sentido del yo, tal como ha especializado al sentido lingüístico, al sentido del pensar, transformándolo. Y esto hasta está en evolución, expresándose en el hecho de que con relación a ello la humanidad avanza a una peculiar tendencia. Tenemos que pronunciar algo muy paradójico, al hablar de aquello a lo cual nos estamos refiriendo. Hoy se está expresando tan solo en los primerísimos inicios, en realidad de una manera más bien filosófica. Hoy ya existen filósofos, que niegan de manera absoluta, la facultad de vivir de manera interior al yo, por ejemplo MACH y otros. Esas personas en realidad tendrían que ser de la opinión, que no tenemos capacidad alguna, para percibir al yo en nuestro interior, y que al yo lo percibimos por el hecho de percibir a otros. Y a tendencia apunta a pensar de manera tal como a continuación lo quiero señalar de modo grotesco. Las personas llegarían a decir: allí vienen a mi encuentro otros, que montados sobre dos piernas, realizan el movimiento pendular, tal como antes lo he indicado, lo cual me induce a pensar, que allí dentro existe un yo. Y como yo tengo el mismo aspecto, concluyo, que también tengo un yo.

Así a partir del yo de los demás haríamos la conclusión referida al yo propio. Esto se encuentra latente ya en la esencia de muchas afirmaciones, sobre todo cuando por parte de aquellos a los que ahora me he referido, se describe, como el yo se desarrolla durante nuestra evolución, entre el nacimiento y la muerte.

Al leer las psicologías de la actualidad, encontraremos la descripción acerca de como experiencia del yo se desarrolla a partir de los otros. Por el hecho de que no la tenemos en la primera infancia y sin embargo percibimos a los demás, trasladamos a nosotros mismos aquello que estamos viendo en los demás. La facultad de suponer desde los demás a nosotros, de hecho se irá agrandando más y más. De la misma manera como paulatinamente se ha ido desarrollando la facultad del pensamiento a partir del sentido del pensar, la facultad del habla a partir del sentido lingüístico, así, la capacidad de la co-vivencia nuestra en el mundo en su conjunto, se irá desarrollando más y más, al lado de la facultad de percibir los demás yo. Nos hallamos frente a finas diferenciaciones, pero tenemos que captarlas, comprenderlas. Así en ese punto del hombre, lo ahrimánico interviene de manera muy pero muy notoria.

Contemplemos ahora al hombre desde otro lado. Tenemos al sentido del tacto. Hemos dicho ya: en realidad el sentido del tacto es un sentido interior. Dado que cuando tocamos algo, por ejemplo la mesa, esto ejerce una presión sobre nosotros. Aquello que percibimos, es una vivencia interior.

Aquello que en nosotros es promovido en oportunidad de tocar (la mesa) es aquello que en realidad es una vivencia de la percepción. Lo que vivenciamos en esa oportunidad, permanece enteramente en nuestro interior, junto al sentido del tacto. Por lo tanto, el sentido del tacto así y todo es algo, que en definitiva tan solo llega a la periferia más externa de la piel, y porque el mundo exterior toca a esa periferia de la piel y porque al cabo de ese encuentro o al cabo de otros contactos con el mundo exterior tenemos vivencias interiores, tenemos las vivencias del sentido del tacto. Por lo tanto, el sentido del tacto es el sentido más periférico, y a su vez, en definitiva, un sentido interior.

El aparato para el tacto está desarrollado en mayor medida en la periferia y tan solo envía al interior sus finas ramificaciones, que no se hallan definidas debidamente por al fisiología científica externa, por el hecho de que la misma no diferencia debidamente al sentido del tacto del sentido calórico.

También portamos un órgano del sentido del tacto, que de cierta manera a modo de un plexo se encuentra expandido sobre toda la superficie, enviando unas ramificaciones hacia el interior. Este plexo – si así me permito llamarlo – de hecho es una definición burda - ¿qué es en realidad? ¿qué finalidad ha tenido originalmente? Sucede que desde un comienzo es un hecho llamativo que ese sentido del tacto, a pesar de que es implementado ahora para percibir a través del contacto espacial al mundo exterior, en sus vivencias nos brinda las vivencias interiores. Este es un hecho tanto no negable, como a su vez significativo y peculiar. Y esto está relacionado con el hecho – como lo está enseñando la ciencia espiritual -de que este sentido del tacto, originalmente no ha estado destinado a la percepción del mundo exterior, tal como es en la actualidad, de ninguna manera estaba destinado a la percepción del mundo físico  externo, sino que ha pasado por una metamorfosis. Este sentido del tacto en realidad está destinado, a que a nuestro yo, tomado de manera toda espiritual,  el cuarto miembro de nuestro organismo, lo podemos extender a través de todo nuestro cuerpo. Y los órganos que son los órganos del sentido del tacto, en realidad originalmente, en la vivencia interior, nos brindan nuestro sentimiento del yo, nuestra percepción interior del yo.

Ahora estamos en la percepción interior del yo. Diferenciamos entonces: el ser del yo, es un ser real, un ser espiritual, substancial, que se encuentra en nuestro interior, que se expande, se extiende dentro de nosotros, llegando hasta el plexo del sentido del tacto, y aquello que constituye al plexo del tacto, que interiormente es tocado por el yo que se expande, ofrece la percepción del yo. Si se hubiese permanecido en la determinación original, a cuya esencia me acabo de referir, mediante el sentido del tacto no tendríamos tales percepciones como las que tenemos. Por cierto que también tocaríamos las cosas del mundo exterior, pero sería indiferente para nosotros. No tendríamos como experiencia del tacto, al tocar las cosas o el tacto experimentado con el roce de la punta de los dedos. Estos contactos con el mundo exterior por lo tanto los percibiríamos de manera tal que al respecto sentiríamos nuestro yo, pero sin hablar de la percepción del mundo exterior. Desde nuestra evolución a partir de la época lemúrica, nuestro organismo tuvo que ser transformado, para que de un incitador perceptivo, se convierta en un órgano del tacto para el yo interior, facultado a percibir al mundo exterior mediante el tacto. Y se trata de una acción luciférica, una influencia luciférica. De esta manera nuestra vivencia del yo ha obtenido una especialización tal, que podemos vivenciar al mundo exterior a través  del tacto, mediante lo cual naturalmente hemos acompañado la vivencia de nuestro yo. La vivencia de nuestro yo sería muy diferente, si pudiéramos andar por el mundo, sin tener que prestar constante atención a aquello que nos golpea o presiona, o si algo es áspero o liso, etc.

Por lo tanto, lo luciférico, que ha configurado al sentido del tacto, se mezcla en la vivencia del yo. Allí entonces se halla mezclado lo más íntimo con lo externo, de la misma manera, como en el caso del  sentido lingüístico, lo externo se ha mezclado con lo interno. El sentido lingüístico había sido destinado a poder percibir tan solo palabras, que no tendrían sonido, vale decir, percepción de un sentido. A ello ha sido adherido el habla a modo de algo interior. Aquí ha sido algo íntimo a lo cual se ha adicionado lo exterior, la percepción afuera.

El sentido de la vida: aquello que es órgano del sentido de la vida, mediante lo cual percibimos nuestras formaciones interiores, nuestra constitución interior a través de la vivencia, ha sido transformado de manera similar, a través de una influencia luciférica, dado que originalmente, en esa relación habíamos estado determinando tan solo, a que nuestro cuerpo astral perciba de manera interior, vivencie, a través de nuestro organismo vital. Ahora empero ha sido introducida la facultad de vivenciar la constitución interior del cuerpo, la constitución interior del  hombre, a modo de sentimiento de bienestar o sentimiento de malestar. Se trata de un impulso luciférico, que ha sido mezclado allí. Del mismo modo, como aquí el yo se conecta con el sentido del tacto, allí el cuerpo astral es conectado con el sentimiento de bienestar o el sentimiento de malestar de la constitución de nuestra vida. Y a su vez, nuestro organismo del movimiento originalmente ha sido dispuesto de manera tal que vivenciaríamos tan solo al efecto reciproco de nuestro cuerpo etérico con nuestro organismo del movimiento. A ello se ha adicionado la facultad, de percibir nuestra movilidad interior y vivenciarla, vale decir, el sentido del movimiento mismo. Nuevamente, un impulso luciférico. Por lo tanto, desde dos lados le debemos a influencias luciféricas y ahrimánicas, le debemos transformaciones de nuestro ser-humano. Los sentidos de hecho determinados para el plano físico, el sentido del yo, el sentido del pensar, el sentido lingüístico, han experimentado una transformación ahrimánica. Y tan solo por esa razón hemos llegado a ser lo que somos en el plano físico, que el sentido del tacto, el sentido de la vida, el sentido del movimiento, han sido transformados por lucifer. Y tenemos tan solo un ámbito central, del medio, que pudo resguardarse frente  esas influencias. Esta es la representación más exacta, detallada de este nuestro organismo.

En la próxima conferencia podremos ver, cuan fructífero es aquello que acabamos de referir, para poder ampliar la gran verdad significativa, reveladora de la relación de nuestra cabeza a nuestro cuerpo de la encarnación anterior y del cuerpo de la encarnación actual, hacia la cabeza de la encarnación que vendrá y de aquello que resulta de ello, para toda nuestra relación hacia el cosmos.

Vemos entonces, cuan necesario es orientar nuestra atención, hacia el estado de equilibrio aquel que es lo más esencial, lo más significativo, que debe ser implementado entre lo ahrimánico y lo luciférico en el mundo. Tomemos en cuenta que en los extremos más distantes, está participando el yo del hombre, aquí por cierto, el yo desde afuera en el sentido del tacto, el yo dese adentro. Del mismo modo el cuerpo astral está participando en el pensar, pero en el organismo vital a su vez participa desde adentro. El cuerpo etérico participa aquí, cuando no acontece el hablar, pero participa asimismo en el sentido del movimiento, desde adentro. En el centro, por cierto tenemos aquello que implemento “usando el tacto, el pensamiento, la vida, la voz del habla, el movimiento”, con menor participación, una especie de lengüeta como lo tiene la balanza en el medio, donde reposa. Cuanto más nos acercamos al centro, tanto más se serena el astil. En los costados el golpe es fuerte. De esta manera, en el centro tenemos una especie de relación en calma.

Así la entidad humana se nos revela de una manera significativa, influenciada desde dos lados. Y es necesario, que lo ahrimánico y lo luciférico se tomen en cuenta de la correcta manera, para poder comprender al hombre en su constitución, así como también en su actividad contemporánea.


5.10.2017