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Rudolf Steiner

EL PARENTESCO DE LOS SENTIDOS DEL CONCEPTO, DEL SENTIMIENTO Y DE LA VOLUNTAD Y SU RELACIÓN HACIA EL MEDIO CIRCUNDANTE Y EL INTERIOR DEL SER HUMANO

Conferencia: “El hombre como ser sensorio y ser perceptivo”, Dornach, 22.7.1921

Estas regiones, que aquí les he referido como ámbitos sensorios, las podemos separar nítidamente entre sí, y a su vez podemos hallar en ellas aquello que las   une, el hecho de que nos mantenemos perceptivos a través de estos sentidos. Es nuestra comunicación con el mundo exterior, lo que estos sentidos nos ofrecen – de hecho de una manera muy diversa, con respecto al mundo exterior. En principio tenemos cuatro sentidos que nos conectan sin lugar a dudas, con el mundo exterior: el sentido del yo, el sentido del pensamiento, el sentido de la palabra y el sentido de la audición. De inmediato nos damos cuenta, que cuando percibimos al yo de otra persona, con toda nuestra vivencia estamos en el mundo exterior, de igual manera, cuando percibimos los pensamientos o las palabras de otro. No tan convincente debería ser con referencia al sentido de la audición; esto empero se debe al hecho de que a partir de una especie de concepción abstracta, hemos vertido sobre todos los sentidos, un matiz de concepto conjunto, a modo de una idea conjunta de una vida sensoria, en la cual no tomamos en cuenta lo propiamente específico de cada uno de los sentidos.

El pensar de manera común, no se ocupa tal como lo hace por ejemplo el escuchar – por el hecho de que el aire en movimiento, mediador del escuchar es algo físico – nos conduce de manera directa al mundo exterior. Y cuando tomamos en cuenta, cuan externo el sentido de la audición en realidad es, frente a nuestra vivencia interior en lo orgánico, pronto podremos descubrir, que de esta manera,  al sentido de la audición lo tenemos que tomar de manera diferente, como por ejemplo al sentido de la visión. A partir de la contemplación del órgano del ojo en el caso de la visión, pronto podremos darnos cuenta de que aquello que allí se transmite, en elevada medida es un proceso interior, al menos de manera relativa, es un proceso interior. Al dormir, cerramos al ojo, pero no cerramos al oído cuando dormimos. En estas cosas, que aparentemente son cosas triviales, se expresa sin embargo algo de profunda importancia para toda la vida del hombre. Cuando al dormir estamos obligados a cerrar nuestro interior, porque no tenemos que tener una percepción a través de la visión, no estamos obligados a cerrar nuestro oído porque el mismo vive de manera muy diferente en el mundo exterior que el ojo. El ojo en medida mayor es componente de nuestro ser interior, la percepción visual está orientada mucho más que la percepción auditiva… no, la sensación de lo escuchado, eso es otra cosa… la sensación de lo escuchado, que subyace a lo musical, esto es otra cosa que el proceso auditivo propiamente dicho.

Estos sentidos entonces, que en lo esencial, diríamos, transmiten lo exterior y lo interior, esos son los SENTIDOS EXPRESAMENTE EXTERIORES.

Los sentidos aquellos que por así decirlo, se encuentran al vilo ENTRE EXTERIOR E INTERIOR, que son tanto vivencia interior como vivencia EXTERIOR, son los siguientes cuatro sentidos: el sentido del calor, el sentido de la vista, el sentido del gusto, el sentido del olfato. Intentemos tan solo recordar toda la suma de las vivencias dadas por uno de estos sentidos y veremos como por un lado en todos estos sentidos existe una convivencia con el mundo exterior, pero al mismo tiempo, una vivencia en el interior propio.

Si tomamos vinagre, es decir, se involucra nuestro sentido del gusto, por un lado tenemos una vivencia interior con el vinagre y por el otro lado una vivencia orientada hacia afuera, a la cual podemos comparar con la vivencia del yo externo o de las palabras. Pero sería algo muy grave, si en el mismo sentido, a la audición de las palabras, le adicionáramos una vivencia subjetiva, interior. Imaginemos entonces: cuando tomamos vinagra, desfiguramos la cara; esto nos señala con toda claridad, de que la vivencia externa y la vivencia interna se confunden. Si esto mismo fuera el caso en las palabras. Si esto mismo fuera el caso con las palabras, cuando por ejemplo alguien le dedicara un discurso y tuviéramos que experimentarlo de la misma manera como en el caso del beber el vinagre, o el beber vino, entonces jamás podríamos obtener claridad acerca de aquello que el otro nos está diciendo. En la misma medida como en el caso del vinagre tenemos una sensación desagradable y en el caso del vino tenemos una sensación agradable, en la misma manera le otorgamos un tinte a una vivencia exterior. A esta vivencia exterior no le debemos colocar un tinte, al percibir las palabras del otro. Podemos decir: aquí estamos viendo la aparición de lo moral en el momento en el cual podemos ver las cosas de la correcta manera. Dado que existen personas, que sobre todo con respecto al sentido del yo, pero también con respecto al sentido de los pensamientos se comportan de manera tal que podemos decir: las personas se encuentran metidas de tal manera en sus sentidos del medio, en el sentido del calor, en el sentido de la visión, en el sentido del gusto y en el sentido del olfato que evalúan también a las otras personas, o los pensamientos de ellas, de la misma manera. Entonces empero no pueden escuchar los pensamientos o las palabras de los demás, sino que los perciben así, como por ejemplo, diríamos, al vino de Mosela, o el vinagre, o cualquier otra bebida o comida.

Vemos aquí, como algo moral resulta simplemente a partir de un criterio de otro modo completamente amoral. Tomemos por ejemplo una persona en la cual el sentido auditivo, sobre todo empero el sentido de la palabra, el sentido del pensamiento y el sentido del yo se encuentran desarrollados de manera deficiente.   Una persona de esta índole, vive ciertamente, digamos, sin cabeza. Vale decir, que emplea a sus sentidos de la cabeza de un modo similar, como los sentidos orientados, ya orientados hacia lo animal. El animal no puede percibir de manera objetiva, como puede percibir objetiva-subjetivamente, mediante el sentido del calor, el sentido de la visión, el sentido del gusto, el sentido del olfato. El animal huele: podemos imaginarnos, que el animal en medida muy reducida, de manera objetiva puede definir aquello con lo cual se confronta, por ejemplo en el caso del sentido del olfato… en alto grado, se trata de una vivencia subjetiva.

Naturalmente, todas las personas también tienen al sentido auditivo, el sentido de la palabra, el sentido del pensamiento, el sentido del yo; pero aquellos que en mayor medida se involucran con toda su organización en el sentido calórico y en el sentido de la visión, sobre todo empero en el sentido del gusto o en el sentido del olfato, modifican todo según su parecer subjetivo, o según su subjetivo olfatear del entorno.

Todo esto lo podemos observar a diario en la vida. A modo de ejemplo, podemos observar que existen personas, que nada pueden observar de manera objetiva, perciben todo de manera tal como de manera como solemos percibir a través de los sentidos del gusto y del olfato. Todo esto lo podemos hallar en la publicación más reciente de X. El mismo se halla imposibilitado, de comprender las palabras o los pensamientos del otro  - todo lo comprende de manera tal como se bebe el vino o el vinagre o se ingiere una comida cualquiera. Todo se convierte en vivencia subjetiva. De la misma manera se convierte en inmoral, al obligar a los sentidos superiores, a descender al carácter de los sentidos inferiores. De hecho existe la posibilidad de conducir a la moral a un contexto con toda  la concepción del mundo, mientras que en la actualidad, lo destructivo, aquello que socava toda nuestra civilización radica en el hecho de que no podemos plasmar un puente entre aquello que denominamos ley natural y aquello que llamamos moral.

Al avanzar hacia los cuatro sentidos próximos, al sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido de la vida y el sentido del tacto, estamos llegando expresamente, a los SENTIDOS INTERIORES. Nos hallamos allí, frente a sentidos explícitamente interiores. Dado que aquello que nos transmite el sentido del equilibrio, es nuestro propio equilibrio, lo que nos transmite el sentido del movimiento, es el estado del movimiento en el cual nos encontramos. Nuestro estado vital es esa percepción general, de cómo funcionan nuestros órganos, si son provechosos a nuestra vida o desfavorables, etc. En el caso del sentido del tacto, podría haber una desorientación, así y todo, cuando palpamos algo, aquello que tenemos como vivencia, es una vivencia interior. Por cierto no sentimos la tiza, sino la presión ejercida sobre la piel.

Naturalmente, el proceso es mucho más refinado. Es la REACCIÓN de su propio   interior con respecto a un proceso exterior que se halla presente en la vivencia, que en ninguna otra vivencia sensoria se halla presente como en la vivencia del tacto. 

De hecho, este grupo de los sentidos mencionado en último término, es modificado por otra cosa. Al respecto tenemos que recordar algo, que he dicho aquí, algunas semanas atrás (“El velo sensorio, discurso del 3.7.1921: Leyes terrestres y leyes cósmicas”). Si tomamos al hombre con respecto a aquello que se percibe a través de estos últimos cuatro sentidos a pesar de estar observando las cosas, son: nuestro propio movimiento, nuestro propio equilibrio – y a pesar de que aquello que percibimos, lo percibimos de manera decididamente subjetiva hacia el interior, son empero procesos plenamente objetivos. Y esto, es lo interesante del asunto. Percibimos las cosas con orientación hacia el interior, lo que percibimos empero, son cosas objetivas en su totalidad; dado que en lo fisical es indiferente, si se mueve un tronco de madera o un hombre, si un tronco de madera guarda el equilibrio o un hombre. Para el mundo físico exterior en su movimiento, el hombre que se mueve se contempla de la misma manera como un tronco de madera; lo mismo acontece con respecto al equilibro. Y si tomamos al sentido de la vida sucede, que aquello que  transmite nuestro sentido de la vida, son procesos objetivos. Imaginemos un proceso en una retorta: acontece según leyes determinadas, lo podemos describir de manera objetiva. Lo que el sentido de la vida percibe es un proceso de esa índole, orientado hacia el interior. Cuando ese proceso está en perfecto orden, el sentido de la vida se lo transmite, y cuando no lo está, el sentido de la vida también se lo transmite. Aun cuando el proceso se halla encerrado en su piel, el sentido de la vida se lo transmite.

Un proceso objetivo en definitiva no es nada que posee un contexto especial con el contenido de nuestra vida del alma. Lo mismo acontece en el caso del sentido del tacto: siempre hay un cambio en toda la estructura orgánica, cuando de hecho estamos empleando al tacto. Nuestra reacción es un cambio orgánica en nuestro interior. En aquello que nos es dado con estos cuatro sentidos, nos es dado algo objetivo, algo que nos ubica como seres humanos en el mundo, tal como en definitiva, somos al modo de seres objetivos, que también pueden ser vistos exteriormente en el mundo sensorio.

De modo tal que podemos decir: se trata expresamente de sentidos interiores pero aquello que mediante los mismos percibimos, en nosotros es igual a aquello que percibimos de manera externa en el mundo. El hecho, si ponemos en movimiento un tronco de madera, o si el hombre se encuentra en movimiento exterior, es indiferente para el proceso fisical de los acontecimientos. El sentido del movimiento existe tan solo para que aquello que acontece en el mundo exterior, llegue también a nuestra  conciencia subjetiva, siendo percibido.

Vemos así, que de hecho subjetivos son de verdad los sentidos explícitamente externos; aquello que a través de ellos se percibe, en sentido manifiesto, tiene que ser trasladado a nuestra humanidad. Por lo tanto el grupo del medio de los sentidos constituye un vaivén entre el mundo exterior y el mundo interior. Por el último grupo de los sentidos nos es transmitido, una expresa convivencia de algo de lo que somos por pertenecer al mundo y no a nosotros.

A esa consideración, la podríamos expandir de amplia manera. Mucho podríamos hallar que es característico para un sentido u otro. Tan solo tenemos que asumir la idea de que el estudio de los sentidos no debe ser tratado de manera tal que tan solo describamos los sentidos según los órganos sensorios más relevantes, sino según el análisis del campo de las vivencias.  No es correcto que por ejemplo no existe un órgano separado para el sentido de la palabra; sucede tan solo que la fisiología materialista ordinaria no ha investigado aun en el mismo sentido en su delimitación, como digamos, el órgano auditivo. O el sentido del pensamiento… también está presente, pero no está investigado, digamos, como el sentido de la vista o similares.

Al revisar de esta manera al hombre, tendrá que llamar nuestra atención que en realidad esa vida, que en el  habitual sentido de la palabra denominamos VIDA DEL ALMA, se encuentra sujeta a los sentidos superiores. Al querer abarcar el contenido de aquello que en el habitual sentido de la palabra llamamos vida del alma, casi no podemos ir más lejos que del sentido del yo, al sentido de la visión. Tengamos presente todo aquello que tenemos mediante el sentido del yo, el sentido del pensamiento, el sentido de la palabra, el sentido del sonido, el sentido del calor, el sentido de la vista, entonces tendremos aproximadamente, la envergadura de aquello que denominamos vida del alma. Sucede que de estos sentidos explícitamente externos, de las cualidades de estos sentidos, algo aun penetra en el sentido del calor  del cual en la vida anímica dependemos en medida mucho mayor que de hecho pensamos. El sentido de la visión posee una importancia inmensamente amplia, para el conjunto de la vida del alma. Con el sentido del gusto, ya descendemos a lo animal, así como con el sentido del olfato y descendemos de íntegra manera a nuestra corporeidad, con el sentido del equilibro, el sentido del movimiento, el sentido de la vida, etc. A los mismos, por cierto, los percibimos yendo ya a lo profundo del interior.

Para trazar de manera esquemática nuestro ser, tendríamos que proceder así: tendríamos que decir: abarcarnos la región superior  y allí, en esa región superior, reposa nuestra vida interior propia.

De hecho esa vida interior no puede existir, sin que tengamos estos sentidos externos. ¿Qué seríamos nosotros como seres humanos, si no tuviéramos otros seres dotados de un yo? ¿Qué seríamos como ser humano, si jamás hubiéramos escuchado palabras, pensamientos, etc.? Imaginemos tan solo como sería eso.

En cambio aquello que luego desde el sentido del gusto se encuentra en dirección descendente, eso percibe hacia el interior, eso transmite en principio procesos orientados hacia adentro; esos empero, se tornan cada vez más carentes de nitidez. Por cierto que el hombre tiene que tener una percepción muy nítida de su propio equilibrio, de no ser así, sufriría un desmayo y se caería. Para el sentido del equilibrio, el caer desvanecido significa lo mismo, como el quedar ciego para los ojos. Sucede empero: se torna carente de nitidez aquello que transmiten estos sentidos. El sentido del gusto se desarrolla aun, próximo a la superficie – allí existe una clara conciencia de ese sentido del gusto. Pero a pesar de que todo nuestro cuerpo, al menos con excepción del organismo de los miembros (pero, en definitiva también él), a pesar de que todo nuestro cuerpo posee la condición de ejercer el gusto, la minoría de las personas está en condiciones de descubrir las cualidades de las diferentes comidas que se hallan en el estómago, porque en esa dirección la civilización, o la cultura, o tal vez pueda decir, el sibaritismo, no están desarrollado en tal medida: la menor cantidad de personas pueden aun gustar las comidas llevadas al estómago. Apenas logran gustarlas en los demás órganos; pero, un vez integradas al estómago, a la mayoría de las personas les es indiferente como son, a pesar de que, de manera inconsciente, el sentido del gusto posee continuación a través de todo el tramo digestivo.

El hombre en su conjunto en definitiva degusta aquello que ingiere, pero se neutraliza rápidamente, cuando lo ingerido se participa al cuerpo. A través de todo su cuerpo, todo su organismo, el hombre desarrolla su sentido del olfato, el comportamiento pasivo referido a los cuerpos oledores; esto a su vez se concentra a lo más superficial, mientras que en realidad el hombre en todo su ser es afectado por el perfume de una flor o el olor de otra materia, etc. Por el lecho de saber como el sentido del gusto y del olor compenetran a todo el ser humano, también sabemos lo que se halla contenido en esa vivencia del oler, del gustar y como esto prosigue hasta el interior del hombre- y nos alejamos entonces, de todo tipo del concepto materialista, cuando sabemos por ejemplo, a lo que equivale el gustar. Y teniendo la certeza de que ese proceso del gustar pasa por todo el organismo, ya no estamos en condiciones de referir al consecutivo proceso digestivo, de manera tal como en la actualidad es referido por la ciencia materialista de la actualidad.

Por el otro lado empero, no podemos negar, que existe una gran diferencia entre aquello, que aquí he marcado con amarillo y aquello, que de manera esquemática he marcado con rojo: una diferencia enorme entre el contenido que tenemos en nuestra alma, en nuestra vida del alma a través del sentido del yo, el sentido de la palabra, etc., y las vivencias que tenemos a través del sentido del gusto, el sentido del olfato, el sentido del movimiento, el sentido de la vida, etc.

Se trata de una diferencia enorme, radical. Y podremos evaluar esa diferencia de mayor manera, al tomar conciencia de aquello que vivenciamos dentro de nosotros mismos, al escuchar las palabras de otra persona o estar atentos a un sonido. Aquello, que estamos vivenciando dentro de nosotros mismos, en principio no tiene importancia para el proceso externo: ¡Qué le importa a la campana que la estemos escuchando! Allí tan solo hay una conexión entre nuestro interior, nuestra vivencia interna y el proceso que tiene lugar en la campana, en tanto que estemos escuchando.

No podemos decir lo mismo, cuando contemplamos al proceso objetivo en ocasión del gustar o en ocasión del oler, o hasta digamos al emplear al tacto. Allí, estamos frente a un proceso universal. Lo que allí acontece en su organismo, no lo podemos separar de aquello que acontece en nuestra alma. En esa oportunidad no podemos decir como en el caso de la campana: ¡a la campana le es indiferente que la escuchemos! Es así, que no podemos decir: ¡a aquello que acontece sobre la lengua, nada le importa lo que vivenciamos cuando estamos bebiendo vinagre! Eso, no lo podemos decir así: allí impera una íntima relación; allí, lo que es íntimo proceso, se unifica con el proceso subjetivo.

Los pecados que sobre ese terreno se cometen por la fisiología moderna, de hecho rayan en lo inaudito, por la razón, de que un proceso tal como el gustar, se le presentan al alma de similar manera como el mirar o el escuchar. Y existen tratados filosóficos, que de simple manera y en general, hablan de cualidades sensorias y su relación hacia el alma. Locke, y hasta Kant, hablan en términos generales de una relación del mundo exterior sensorio, con respecto a la subjetividad humana, mientras algo completamente diferente está dado, con respecto a todo aquello que desde el sentido de la visión se halla consignado hacia arriba, y en aquello que desde el sentido del gusto está consignado hacia abajo. Es imposible, abarcar estas dos regiones con un solo precepto. Y como así se ha hecho, se ha planteado esta tremenda confusión, que desde Hume o Locke y aun con anterioridad a ellos, ha desbastado los conceptos modernos, llegando hasta la fisiología moderna. No podemos tomar conocimiento de la naturaleza y la esencia de los procesos y con ello  tampoco del ser del hombre, al analizar las cosas según conceptos pre-establecidos y sin observarlas de manera imparcial.

Por lo tanto, tenemos que tener en claro, que al contemplar de esta manera al hombre, por una parte tenemos una vida orientada hacia el interior, que el hombre vive para sí mismo al mantenerse perceptivo frente al mundo exterior; por otra parte, de hecho también percibe…pero, con aquello que percibe, se ubica en el mundo. Si me permiten expresarme de manera radical, en definitiva es así, tenemos que decir: aquello que acontece en mi lengua mediante el sentido del gusto, se trata de un proceso objetivo dentro de mí, al tener lugar en mi interior, se trata de un proceso mundial. Mientras que no puedo decir, que aquello que se genera en mi interior como imagen a través de la visión, es un proceso del mundo, del universo. Podría desaparecer, y el mundo seguiría siendo lo que es. Tenemos que fijar con firmeza, la diferencia entre el hombre superior y el hombre inferior. Al no fijarla, tendremos la imposibilidad de acceder a determinadas orientaciones.

Disponemos de verdades matemáticas, verdades geométricas. La contemplación superficial del hombre considera: y bien, de su cabeza, o de alguna otra parte, el hombre saca la matemática (no son tan definidas las suposiciones que realizamos). Pero no es así. La matemática procede de regiones muy diferentes. Y si contemplamos al hombre, nos hallamos frente a las regiones, desde las cuales procede lo matemático: se trata del sentido del equilibrio, el sentido del movimiento. Desde estas profundidades hasta  cuales ya no accedemos con nuestra habitual vida anímica, procede el pensamiento matemático. Debajo de nuestra vida anímica habitual vive aquello, que nos eleva aquello, que desarrollamos en formaciones matemáticas. Y vemos entonces que lo matemático en realidad se arraiga en aquello que en nosotros a su vez es cósmico. En realidad somos subjetivos tan solo con aquello, que desde el sentido de la visión AQUÍ, se encuentra hacia arriba (ver esquema). Y con aquello, que ALLÁ se encuentra hacia abajo arraigamos en el mundo; estamos insertos en el mundo: con aquello empero que se encuentra abajo, somos como un tronco de madera – al igual como todo el mundo exterior restante.  Por ello, jamás podemos decir, que la geometría posee algo subjetivo, dado que proviene de algo dentro de nosotros, en lo cual nosotros mismos somos objetivos. Es exactamente el mismo espacio que transponemos al caminar, y el cual nos proporcionan nuestros movimientos… es con exactitud el espacio aquel que empleamos luego, cuando mediante la imagen lo hemos extraído de nosotros, con referencia a lo contemplado. Con referencia al espacio, jamás se afirmaría, que pueda tratarse de algo subjetivo, dado que no proviene de la región de la cual proviene lo subjetivo.

El modo de contemplación como el aquí expresado, le es ajeno a todo el Kanteanismo, porque desconoce esa diferenciación radical entre estas dos regiones en la vida humana. 

No sabe que el espacio no puede ser algo subjetivo, porque el espacio se genera en la región en el hombre, que de por sí, es objetivo, frente al cual nos comportamos de manera objetiva. Tan solo resulta que con él nos relacionamos de diferente manera que con el mundo exterior, pero se trata de mundo exterior, auténtico mundo exterior – y todas las noches se convierte en mucho exterior, cuando estando dormidos, nos replegamos con nuestra subjetividad, el yo y el cuerpo astral.

Es necesario comprender: de nada vale, reunir gran cantidad de hechos externos, referidos a una supuesta ciencia, que a su vez está destinada al fomento de una cultura, cuando existen conceptos completamente confusos acera de la comprensión del mundo, cuando acerca de las cosas más importantes, no existen conceptos claros. Y es aquello que tenemos frente a nosotros, como misión ineludible, para poder oponernos a las fuerzas de decadencia y en apoyo a las fuerzas del bien: que tener que reconocer sobre todo, que es necesario llegar a conceptos claros, no difusos.

Tenemos que tener en claro, que de nada sirve el partir de conceptos, el partir de definiciones, y que lo importante es, la contemplación desprejuiciada de las regiones de los hechos. 

Ninguna persona tiene el derecho, de limitar por ejemplo a la región de la visión a algo, que luego caracteriza a modo de un ámbito sensorio, cuando no a su vez delimita digamos, al ámbito de la percepción de la palabra como ámbito de la misma índole. Intentemos membrar al ámbito de la experiencia global de manera tal como ya lo hice reiteradas veces, y podremos ver entonces, que no podemos decir: tenemos ojos, por lo tanto tenemos un sentido de la visión y contemplamos al sentido de la visión… y en cambio tendremos que decirnos: por cierto esto está relacionado con algo que la facultad de la vista posee órganos tan expresamente físicos sensorios; esto empero no justifica, delimitar al ámbito de los sentidos a aquello de lo cual se hallan en existencia órganos físicos claramente perceptibles. Con ello, por mucho no nos aproximamos a cualquier contemplación superior, sino que tan solo accedemos a aquello que tiene lugar en la vida común del ser humano. Accedemos al hecho importante, que tenemos que diferenciar entre aquello que es subjetivo en el hombre, lo que es la vida anímica interior en el hombre, en lo cual, de hecho el hombre está dormido. El hombre es un ser cósmico por ejemplo en relación a todo aquello que transmiten sus sentidos: allí, es un ser cósmico. En nuestra vida común del alma – al menos, no sin contemplación superior – nada sabemos de aquello que acontece, cuando movemos nuestro brazo: esto es desarrollo de la voluntad. Se trata de   un proceso que se halla fuera de nosotros, al igual como cualquier otro proceso exterior – así y todo, está íntimamente ligado con nosotros. Pero se encuentra fuera de nuestra vida anímica. En cambio no puede haber una representación, sin que participemos con nuestra conciencia. Al membrar estos tres ámbitos, por lo tanto aún obtenemos otra cosa.

Con todo aquello que nos transmiten nuestros sentido del yo, nuestro sentido del pensamiento, nuestro sentido de la palabra y nuestro sentido de la audición,   al convertirse esas transmisiones en vida del alma, obtenemos en sentido eminente todo aquello que es ALLEGADO A LA NOCIÓN, AL CONCEPTO. 

En el mismo sentido, todo aquello que es sentido del calor, sentido de la visión, sentido del gusto, sentido del olfato, es ALLEGADO AL SENTIMIENTO. En alguno, no es tan ostensible, como en el caso del sentido de la vista. En el caso del sentido del gusto, en el sentido del olfato y del sentido calórico es llamativo, pero en el sentido de la vista, aquel que pone dedicación, también lo podrá encontrar.

En cambio aquello que está relacionado con el sentido del equilibro, el sentido del movimiento, el sentido de la vida, y también con el sentido del tacto, aunque allí es más difícil notarlo, por el hecho de que el sentido del tacto se retrotrae hacia el interior… todo es ALLEGADO A LA VOLUNTAD. De hecho en la vida del hombre todo se halla entre-emparentado y a su vez todo se encuentra metamorfoseado.

De esta manera he tratado de resumir lo dicho en las diferentes otras oportunidades, para adherir luego el contenido de los encuentros de mañana y pasado mañana.


30.10.2017