LOS SENTIDOS DIURNOS Y LOS SENTIDOS NOCTURNOS PARALELISMO ENTRE LOS SENTIDOS Y LOS SIGNOS ZOODÍACOS (De: La ciencia de la evolución del hombre, G A 183 – 25.08.1918) Con todo aquello que hasta aquí he desarrollado, tiene que cruzarse otro discernimiento en la entidad del hombre. El hecho es necesario, que acudamos a discusiones tan complejas, dado que de otro modo, no podremos acceder a comprensiones más exactas. Tengo el ferviente deseo, que para estos debates, no impere tan solo “un soportar el asunto”, sino que justamente para estos asuntos difíciles – por ser algo tan necesario para la humanidad de la actualidad – se genere un poco de entusiasmo, un poco de participación temperamental, algo tan difícil para ser logrado por la sociedad de la época actual. Como sabemos, orientamos nuestros sentidos hacia afuera. Allí, mediante los sentidos encontramos expandido al mundo exterior, a modo manifiesto. Trazo de manera esquemática aquello que de manera manifiesta se encuentra expandido a nuestro alrededor. Aquello que afuera rodea (ver dibujo) debe ser azul. Cuando orientamos nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro sentido del olfato, etc., hacia el mundo exterior, hacia nosotros se orienta, hacia nuestros sentidos se orienta, aquello que es el lado interior de ese lado exterior – y bien: el lado interior del lado externo (izquierda). Supongamos, que orientamos nuestros sentidos hacia aquello que acabo de dibujar (flechas), entonces, estos sentidos se hallan orientados hacia el mundo exterior y vemos aquello que en el interior se inclina hacia adentro. Ahora viene la difícil idea, a la que tengo que arribar. Todo aquello que estamos mirando, se nos está mostrando desde adentro. Imaginemos, que esto también tiene que tener un lado exterior. Y bien, esquemáticamente lo quiero presentar a nuestra mirada, diciendo: al mirar hacia afuera, vemos como límite de nuestra contemplación al firmamento: lo que he dibujado, se asemeja a esto, solo que en forma diminuta. Imaginemos ahora, que podemos salir volando por aquí, para estar mirando desde allá afuera, observar nuestras manifiestas impresiones desde el otro lado: (ver dibujo, flechas arriba). De hecho, no lo estamos viendo, pero si pudiéramos ver de esa manera, eso sería el aspecto respectivo. Tendríamos que salir de nosotros mismos para mirar del lado opuesto, todo nuestro mundo manifiesto. Por lo tanto, aquello que se orienta a nosotros a través de un color, lo tendríamos que mirar del lado opuesto, aquello que se nos manifiesta a modo de un tono, lo tendríamos que contemplar del lado opuesto, etc., aquello que hacia nosotros llega en forma de un olor, lo contemplaríamos del lado opuesto en la nariz. Es decir: la contemplación del mundo se llevaría a cabo del lado opuesto: las cosas manifiestas, expendidas a modo de un tapiz, para luego contemplar al tapiz del lado opuesto. De este lado opuesto tan solo vemos un trozo pequeño un trozo muy, muy pequeño. Esto trozo muy pequeño, aquí tan solo lo puedo conducir a la visibilidad de la siguiente manera: imaginemos ahora, que dibujo aquello que veríamos del lado opuesto con calor rojo, de modo tal que puedo decir, que de manera esquemática, lo manifiesto lo vemos así: tal como lo vemos de manera habitual, lo vemos de color azul, al verlo del lado opuesto, lo vemos de color rojo, pero naturalmente, no lo vemos. En aquello que veríamos de color rojo, en primer lugar está contenido todo aquello que podemos vivenciar entre la muerte y un nuevo nacimiento, en segundo lugar, aquello que se encuentra descripto en “La ciencia oculta”, como la evolución de Saturno, Sol, Luna, Tierra, etc. Allí se encuentra atesorado aquello que se halla oculto para la contemplación manifiesta. Esto se encuentra en el otro lado del globo. Pero podemos ver un trozo muy pequeño de ello, esto tan solo lo puedo dibujar de manera tal que ahora digo: tomemos este pequeño trozo de lo rojo, yendo hacia ese lado (abajo en el dibujo, cruzándose con el azul, de modo tal que el azul, en lugar de encontrarse adelante ahora se encuentra atrás. En realidad aquí tendría que dibujar de manera de la cuarta dimensión. Y bien, ALLÍ (a la izquierda) los sentidos se hallan orientados hacia el azul, ALLÍ, no están orientado hacia el azul, sino al rojo, que de otro modo no lo vemos. Pero detrás del rojo se ha cruzado aquello que de ordinario se ve, y que ahora está por debajo. Y esa pequeña pieza que allí se cruza con el otro, esa la estamos viendo de manera constante en la conciencia común. Y se trata de nuestras memorias almacenadas. Todo aquello que se genera a modo de memoria no se genera según las leyes de ese mundo de las percepciones exteriores, sino que se genera según las leyes, que se corresponden a ese mundo posterior. Esa parte interior que tenemos a modo de memoria, se corresponde con aquello que se encuentra en el otro lado (derecho). Al orientar nuestra mirada hacia el interior hacia aquello que son nuestros recuerdos, de hecho estamos viendo al mundo, sobre un tramo del otro lado; allí se vislumbra un poco lo otro, vemos al mundo del otro lado. Y si entonces podríamos abrirnos paso a través de nuestras memorias, tal como están registradas, si pudiéramos descender hasta allí, ver por debajo de nuestras memorias, para mirarlas del otro lado (ver dibujo por la derecha), entonces veríamos las memorias a modo de nuestro aura. Veríamos al hombre como un ser áurico, espiritual-anímico, tal como de otro modo vemos al mundo exterior, manifiesto en las percepciones. Solo que eso no sería muy grato, por el hecho de que el hombre allí, aun no es bello de este otro lado. Y bien, esto es lo interesante, que tenemos que cruzar con la otra comprensión del hombre trimembrado. Este cruce aquí se encuentra en el hombre del medio, el hombre del pecho. Recordemos el dibujo que hice hace ocho días, en el cual vimos las lemniscatas en sí mismas enroscadas, con los lazos orientados hacia atrás: es lo que aquí tendría que dibujar. Aquí tendría que dibujar a ese hombre del pecho, con las lemniscatas volcadas hacia atrás (ver dibujo en la página 12, abajo a la izquierda): esto concordaría con la esfera de la memoria. De modo tal que este hombre trimembrado aquí en esta parte del medio tiene su giro humano, donde lo interior se convierte en externo y lo externo en interno, donde una imagen, que solemos considerar como la gran memoria universal ahora estamos viendo como nuestra propia memoria pequeña, microcósmica. Mediante nuestra conciencia habitual, vemos aquello que ha acontecido desde los tres años hasta ahora: se trata de un apunte interior, un pequeño tramo para aquello que muestra las mismas características, que por otra parte es apunte referido a toda la evolución universal que se encuentra en el lado opuesto. No sin motivo, con anterioridad he hablado, y también lo he remarcado en mi libro “Los enigmas del alma”, de hecho que el hombre en realidad tiene doce sentidos. Y a esos sentidos los tenemos que imaginar de manera tal que una cantidad de estos sentidos se hallan orientados hacia lo manifiesto y otra cantidad de estos doce sentidos, se encuentran orientadas retrospectivamente. Los mismos, en el dibujo, allá abajo (página 12) se encuentran orientados hacia aquello, que ya ha sido girado. Los sentidos orientados hacia lo exterior-manifiesto, son: el sentido del yo, el sentido del pensar, el sentido del hablar, el sentido auditivo, el sentido de la visión, el sentido del gusto, el sentido del olfato. Estos sentidos están orientados hacia lo manifiesto. Los demás sentidos no llegan a la conciencia del hombre, por estar orientados hacia su propio interior, y luego, hacia lo inverso del mundo. Estos, de manera preferente son: el sentido del calor, el sentido de la vida, el sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido del tacto. De modo tal que podemos decir: para la conciencia común, siete sentidos se encuentran iluminados (arriba) y cinco sentidos se encuentran en la oscuridad (abajo). Y estos cinco sentidos que se encuentran en la oscuridad, están orientados hacia el otro lado del mundo, y también orientados al otro lado en el hombre (dibujo en la página 12). Podemos tener entonces, un perfecto paralelismo entre los sentidos y entre otro asunto, al cual ahora nos vamos a referir, (ver dibujo del círculo). Supongamos entonces, que tengamos que registrar como sentidos, el sentido de la audición, el sentido del hablar, el sentido del pensar, el sentido del yo, el sentido del calor el sentido del a vida, el sentido del equilibrio, el sentido del movimiento, el sentido del tacto, el sentido del olfato, el sentido del gusto, el sentido de la vista, entonces, de manera esencial tenemos todo aquello que desde el sentido yo va hasta el sentido olfato, ubicado en la claridad en aquello accesible a la conciencia común (ver parte rayada del dibujo). Y todo aquello que se haya opuesto de la conciencia común del mismo modo como la noche está apartada del día, eso pertenece a los demás sentidos. Naturalmente el límite tan solo está esquematizado; existe una confluencia, las realidades no resultan ser tan cómodas. Esa membración del hombre en dirección a los sentidos empero es así, que en el esquema de los sentidos tan solo es menester trazar los signos celestes, y obtenemos: aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, libra – siete símbolos zodiacos referidos al lado iluminado; cinco para el lado oscuro: escorpio, sagitario, capricornio, acuario, piscis: día, noche, noche, día. Y tenemos un paralelismo perfecto entre el hombre microcósmico – aquello que está orientado a sus sentidos y aquello que se aparta pero en realidad, orientado a sus sentidos inferiores – y entre aquello, que en el cosmos exterior conforma al cambio del día y de la noche. En cierto modo, en el hombre acontece lo mismo que aquello que sucede en el universo. Allí se suceden día y noche, en el hombre también se suceden día y noche, en el dormir y el estar despierto, aún cuando ambos se han emancipado entre sí, con respecto al cielo actual de la conciencia del hombre. Durante el día el hombre se encuentra orientado hacia los sentidos diurnos; a su vez podríamos decir: Aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, así como podríamos decir, sentido del yo, sentido del pensar, sentido del habla, etc. Podemos ver el yo de cada persona, podemos comprender los pensamientos de la otra persona, podemos escuchar, ver, gustar, oler: tratándose de sentidos diurnos. Durante la noche, la persona es así, como cuando la tierra se encuentra orientada hacia el otro lado, sucede tan solo que estos sentidos aun no están plenamente desarrollados. Recién al cabo de la época de Venus, se habrán desarrollado de manera tal que podrán percibir aquello que acontece del lado opuesto. Están sumidos en la noche, como en el caso del tránsito por las otras regiones celestes, las otras imágenes zodiacas, cuando la tierra está sumida en la noche. El tránsito del hombre por sus sentidos puede ser paralelizado con el paso – ya sea del sol alrededor de la tierra, o de la tierra alrededor del sol, lo cual es indiferente al caso; pero estas cosas están relacionadas. Y estos contextos eran conocidos por los sabios de los antiguos misterios. Esto ha desaparecido para la conciencia paulatinamente, durante la cuarta época post-atlántica, pero tiene que ser recuperado aun, frente a las resistencias que se levantan en oposición, tiene que ser restituido para la cultura de la humanidad. Dado que, en los conceptos que de esa manera adquirimos, yace aquello que nos permite comprender, lo que está sucediendo en la vida social, en lo histórico. Mientras separamos la vida natural y la vida espiritual de la manera, como hoy lo acostumbra la humanidad moderna, no podemos llegar a conceptos tales, que en la evolución de la historia puedan asumir un rol, sino que son sometidos por los conceptos que adquieren un rol en la vida histórica. Son derrotados, subyugados. Al respecto hay muchos ejemplos…
1.11.2017 |