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Walter Holtzapfel

ESTEREOTIPIAS DEL MOVIMIENTO EN LA EDAD INFANTIL

Un peculiar trastorno que se produce a la hora del conciliar el sueño y que en las últimas décadas se produce con una frecuencia cada vez mayor, es el menear nocturno de la cabeza (Jactatio capitis nocturna) de los niños. A continuación brindamos un informe al respecto:

Un alumno de 11 años es traído al consultorio por su madre.

Poco recuerda la madre acerca de la primera época de vida del niño. Aprendió a caminar tarde, con anterioridad aprendió a hablar, y antes aún, cantaba. Cuando la madre, que es violinista, practicaba, el niño, que aún no tenía un año, y cuya cunita se encontraba en ese lugar, repetía de correcta manera símpeles secuencias tonales (Vale decir, una secuencia inusual del desarrollo, dado que habitualmente, los niños primero aprenden a caminar, luego a hablar y mucho más tarde, reproducir sonidos de correcta manera)

A los 10 años tuvo ictericia, fuera de ello, no existe información acerca de su salud. Le agrada comer alimentos dulces, pero no come carne. A pesar de disponer de una buena dentadura, no le gusta masticar y prefiere las papillas.

Una vez que ha llegado a la cama y se ha apagado la luz, comienza a mover la cabeza de manera rítmica-horizontal, a la par de emitir un sonido monótono a modo de zumbido. Esto puede durar una hora o más. Con anterioridad pudo acontecer que despertara en medio de la noche, moviendo la cabeza de esa misma manera. Además y aparentemente sin sentir dolor, golpeaba con su cabeza contra el borde de madera de la cama, que la madre despertó por el ruido.

Los padres están separados, la madre, por su profesión de violinista a menudo está ausente, quedando entonces el niño al cuidado de una tía.
Hallazgo: Altura 142 cm, pero 31,6 kg., circunferencia del cráneo 57cm. Niño de cabeza más bien grande, con espesa cabellera oscura con rulos y agradables rasgos blandos. Zurdo. Operado de hernia de ombligo. Pie plano.

El momento en el cual se produce este hábito peculiar, el tiempo del quedarse dormido, nos puede aproximar a la comprensión de este proceso, que de creciente manera se está observando en los niños de la actualidad. Podemos recordar como la madre hamaca a su pequeño niño hasta que duerma, siendo que además entona una canción de cuna. Pero así y todo, la situación es diferente. El niño ya no pertenece a la edad del mecer. De hecho la cabeza, que es el polo fijo del organismo, es llevada al movimiento mecedor. El paso del estar despierto al dormir, que normalmente se lleva a cabo de manera rápida e inadvertida, es alargado de manera artificial, y evidentemente, experimentado con deleite. En algunos niños no tan solo el movimiento involucra la cabeza, sino también el tórax, con los brazos elevados hacia la cabeza. En ocasión de estos movimientos, podemos recordar las danzas culticas de los pueblos primitivos mediante las cuales los participantes se trasladaban a un estado de embriaguez y éxtasis, o a movimientos similares de las danzas derviches, que de la misma manera buscan una modificación de la conciencia . También estos niños están en una búsqueda, que va más allá de lo posible de la conciencia diurna, más cercana al estado del sueño y que transmite una intensiva vivencia del sentimiento. Un hombre joven , que siendo niño ha tenido este habito me contó, que la vivencia a modo de embriaguez que se produce al menear la cabeza se hizo tan fuerte, que detuvo al movimiento, para no perderse. De hecho es poco común que un niño pueda tener tanto dominio sobre sí mismo, que pueda regular su estado.

Según la experiencia, son dos grupos de niños que muestran una tendencia hacia este nocturno menear de la cabeza: por un lado se trata de niños hospitalizados o internados en sanatorios, en orfanatos, suele expandirse a veces a modo de epidemia en las salas. Cuando por otra parte aparece en el contexto familiar, una dejadez cambiante con una supra-dedicación, favorece su aparición. En ambos casos existe una carencia de la vivencia necesaria, de la calidez maternal ecuánime, sobre-entendida, con respecto a lo cual se busca una equiparación en la vivencia anímica relacionada con el menear de la cabeza. Desde la frialdad, del ámbito gris, la insuficiencia anímica del medio circundante, los niños huyen de retorno a la vivencia de la infancia temprana, con lo cual en nuestro caso corresponde la alimentación a modo de papilla.

De hecho tengo que decir, que al menear nocturno de la cabeza, a veces lo he encontrado en niños, a los cuales no parecía faltar la calidez maternal. Se trataba allí, de niños con cabeza marcadamente grande, de los cuales podemos afirmar, que en ellos la dinámica del metabolismo supera la tendencia de calma requerida por la cabeza. Lo que en estos niños encuentra su expresión anímica a modo de un fuerte don de fantasía, en estos casos también en lo motriz halla una expresión en el nocturno sacudir de la cabeza.

En nuestro caso pude jugar un rol que un niño anímicamente exigente – dotado en lo artístico y en lo referido a la fantasía se encuentra con una situación familiar empobrecida.

La charla con la madre promueve la intensión de que tratará de dedicarse más tiempo al niño. Pero tenemos que tener en cuenta que las posibilidades al respecto están limitadas por la situación vital de la madre. Por lo tanto aquí como también en otros casos tiene que intentarse que la escuela colabore, en la medida en al cual la familia fracasa. Vivencias intensivas durante las clases, portantes contenidos anímicos, sentimientos de pertenencia en el grado, es lo que el niño necesita. El tratamiento medicinal correspondiente, en relación con medidas dietéticas con implementaciones acuáticas, conducirán desde la constitución las fuerzas de la fantasía del niño hacia la vida correcta. Un ejercicio eurítmico curativo, especial, podrá suplantar los movimientos de meneo. A la madre se le da el consejo, leerle al niño antes del dormir de la “Kalewala” finlandesa cuyo ritmo mecedor de sana manera va al encuentro de aquello que el niño está buscando de manera anormal, mediante el movimiento de la cabeza.

Otro ejemplo brinda el siguiente informe referido a una alumna de diez años:
Anamnesis familiar: siendo niño, el padre también había “sacudido”. La madre es depresiva. El hermano, un año menor, una y otra vez es afectado por ecxemas, asma y fiebre del heno.

Anamnesis propia: el parto aconteció sin particularidades llamativas. Fue amamantada durante 8 meses. Caminó con 15 meses, habló con 10 meses.
Tuvo sarampión y varicela. Apetito malo, no come carne. Desde el tercer año de vida existe el meneo de la cabeza. Sacude la cabeza “de manera regular como un reloj”, a la par de un zumbido. Al ser preguntado porque estaba haciendo eso, contestó: “porque así me olvido del miedo”. Por la mañana le cuesta despertarse.

En la escuela anterior, dijo que había sentido miedo. La maestra no la había atendido y la había ridiculizado frente a los demás alumnos.
Hallazgo: altura 153com, peso 33kg., circunferencia de la cabeza 51 cm. Niña de cabeza chica, extremadamente delgada (1okg. De sub-peso), niña con cara flaca y gris y comportamientos nerviosos, frecuencia cardíaca 130 (!), sin otras particularidades.

En este caso, fuera de la tara patológica por herencia, ha tenido un rol, la insuficiente capacidad de carga del medio circundante. La madre tiene problemas consigo misma, y poco sostén puede brindarle a la hija. A la escuela anterior, la niña asistió con mucho miedo. A partir del cambio de escuela está más relajada. También el apetito ha mejorado. El día en el que la nueva maestra de grado a la cual aprecia, hizo una visita a la familia, ha dormido sin sacudir la cabeza. Esto muestra con toda claridad que la aparición o desaparición de este síntoma está relacionado con el hecho de la medida en la cual la niña puede sentirse portada y amparada por el medio circundante humano.

Similares cursos rítmicos de movimiento pueden ser hallados con frecuencia en los niños ciegos. Aquí, se presentan no tan solo en oportunidad del quedar dormido, sino también durante el día y pueden durar horas. Al respecto, el cuerpo a veces es sacudido de un lado a otro, de manera rítmica. “A veces los movimientos comienzan con excursiones relativamente leves, para luego –como a modo de resonancia – tornarse fuertes y más fuertes. Los movimientos de balanceo pueden ser tan violentos, que la cama en al cual el niño yace, puede moverse a sacudones a través de la habitación. De manera habitual, estos movimientos rítmicos están relacionados con claras señales de bienestar. A veces con el incremento de la intensidad, los niños entran en un estado de excitación, en el cual a menudo se agitan de extraña manara las manos y los pies. Estas fases de excitación pueden ir disminuyendo lentamente pero también pueden acabar de manera abrupta, al entrar en una rígida inmovilidad, en al cual los niños dan la impresión del estar concentrándose a aquello que les es transmitido por el oído. En los niños mayores, en edad escolar, el balanceo rítmico en menor medida está relacionado con la señal de la excitación, como más bien con la expresión de una fuerte concentración orientada hacia el interior. En pequeños niños ciegos podemos observar con frecuencia movimientos rítmicos de balanceo, de una pierna a la otra, a veces también movimientos giratorios a modo de danza. Algunos niños ciegos desarrollan estereotipias peculiares que luego caracterizan al comportamiento motriz de manera especial. Un tipo especial de semejantes estereotipias del movimiento podemos observar en niños que aun están en condiciones de percibir un halo de luz. Evidentemente, para generar un movimiento de luz-sombra, mueven una mano con los dedos abiertos a modo de abanico frente a los ojos, eso a veces lo hacen con un objeto. A menudo, los ojos también se cubren alternadamente con el torso de la mano, o se los expone a un rayo solar, moviendo la cabeza.”

La manifestación mencionada en último término, se corresponde de directa manera con aquello que hemos conocido como “abanicar”, en una determinada forma de la epilepsia. Aquí, como allá, la vivencia placentera del ritmo experimento luz-sombra. ¡Aquello empero, que en el epiléptico aún es un concepto inusual, el hecho de que esta manifestación se basa sobre una alterada relación hacia la luz, obra evidencia en el caso del niño casi ciego!

El muy divulgado balanceo de la cabeza de los niños ciegos, puede dar referencia acerca de la esencia de esta manifestación en general. En el caso de estos niños está alterada la relación hacia el mundo circundante por el hecho de que se encuentra cerrado el portal sensorio principal, en otros niños hospitalizados, en condiciones familiares incompletas, etc.) el trastorno se basa sobre el hecho de que el niño no logra encontrar la conexión anímica de manera completa. El niño que en el mundo circundante no puede hallar las suficientes experiencias, se entrega a los ritmos que ascienden desde su interior cuando la oscuridad lo rodea – el niño dotado de visión, tan solo de noche el niño no-vidente, también de día. La íntima conexión existente entre las dos formas aparentemente tan diferentes de la alterada relación hacia el mundo circundante, conduciendo hacia las mismas consecuencias referidas a la vivencia interior del niño se evidencia asimismo en el hecho de que el balanceo de la cabeza del niño ciego desaparece cuando se restablece el contacto hacia el mundo circundante de otra manera – mediante intensiva dedicación humana. G. Mackensen, a quien mucho le debemos con respecto a la comprensión de estereotipias del movimiento de los niños ciegos, informa de un caso en el cual los movimientos rítmicos comenzaron a desaparecer, cuando la madre bajo la indicación médica-pedagógica, comenzó a ocuparse intensivamente del niño. Cuando más tarde el niño fue presentado nuevamente, se constató una fuerte desmejora ¿qué había pasado? La madre había tomado un empleo y ya no pudo ocuparse del niño.

También en niños anormales – así llamados niños deficientes mentales, autistas, postencefalíticos – se producen semejantes estereotipias del movimiento. Al cabo de los conocimientos ahora adquiridos podemos decir, que también allí tiene que estar alterada la relación hacia el medio circundante. A menudo podemos descubrir en estos niños como mediante los movimientos rítmicos entran a la vivencia del goce de una especie de mundo intermedio – ya no del todo despiertos, pero aun no dormidos. Podemos entender entonces, porqué Rudolf Steiner justamente en el caso de estos niños remarcó, que tenemos que conducir su atención una y otra vez hacia el mundo circundante.

27.10.2018