UN SER MUY ESPECIAL Miguel Dagraca Belchior Nunca olvido que mi hija no es solo una niña o una bebé, es un ser especial, tan especial como cada hijo, es un ser humano en devenir, un ser que trae una misión, un trabajo. Antes de ser la bebé o niña que es ahora, en un momento de su vida preparatoria a la llegada a la tierra, vio su vida anterior, vio aquello en lo que se equivocó y, luego de ver esto, tuvo una ansia irrefrenable de volver a la tierra para corregir lo que había hecho mal, reparar sus errores, transformarse para perfeccionarse en el camino de ser el ser humano que nos mostró CRISTO. Vislumbró, entonces, que cosas debía hacer para lograr esto, que cuerpo necesitaba, que herencia necesitaba y nos vio a nosotros como seres espirituales capaces de ayudarle en este camino. Seguramente no vio nuestras debilidades terrenales, sino nuestro ser espiritual, y como tal, capaz de lograr cambios y transformaciones, lo que yo llamo auto educación. Entonces, si no olvidamos que no son solo niños, sino seres humanos espirituales con una meta, una meta muy especial, como cada uno de nosotros tiene, de la que tenemos como recuerdo quizás solo el anhelo difuso de aquello que nosotros trajimos como meta, entonces vamos a tomar la educación de nuestros hijos de una manera diferente. Cada minuto cuenta. Un niño no es una bolsa vacía o una hoja en blanco a la cual hay que llenar. Ellos ya traen un cúmulo de pensamientos, ya traen vivencias, ya traen muchas cosas. Son una individualidad, que puede ser fuerte o débil. A veces traen dificultades muy grandes, las más claras son las físicas. Pero a veces también son anímicas. Y debemos ayudarles a que esto que traen, lo que ellos necesitan para SER, lo puedan liberar, expresar. Y además debemos ayudarles a transformar sus debilidades, ayudarles en sus carencias, a fortalecerlos. Y si nos buscaron es porque nosotros también tenemos tesoros para darles. Ese ser espiritual que nos vio a nosotros también como seres espirituales, vio esos tesoros en nosotros. Pero muchas veces, lamentablemente ya dejamos de verlos en nosotros, o nunca los vimos. Pero yo creo que ese niño vio en nosotros ese tesoro. Y una de nuestras obligaciones más firmes al ser padres, es hacer relucir ese tesoro, para entregárselo. Y el tesoro muchas veces es sólo la búsqueda de éste, no es necesario encontrarlo. Es querer producir el cambio en nosotros de aquello que comenzamos a vislumbrar como equivocado. Cuantos de nosotros aquí reunidos, durante años tratamos de cambiar defectos. Y de pronto viene el hijo, entonces viene la fuerza del cambio. Pero a ese nacimiento hay que apoyarlo. Nace, pero como una flor que se marchita si uno no la riega, esa transformación posible también muere. Y otra cosa que quiero transmitir es que uno esta a tiempo de realizar esa transformación, por mas que haya ocurrido lo que haya ocurrido, nos pudimos equivocar tremendamente, pero cuando comprendemos el daño que hicimos podemos transformarnos. Quizás no podemos modificar lo hecho, lo hecho quizás ya es imborrable, pero cuenta que a partir de ahora seamos diferentes. Que tratemos de dar lo mejor. Cada minuto cuenta, es muy valioso. Uno puede pecar también por exagerado, pues de pronto toma el camino opuesto al que llevaba y eso tampoco para mi es correcto. El camino de la salud y la verdad es el del medio, en el cual a veces nos desviamos a la izquierda y otras a la derecha, pero siempre debemos retomar el centro del sendero. Entonces, que hacer. No ser obsesivos, pero tampoco dejados. Yo dejé el televisor fuera de mi casa por el pensamiento… ¿de que le sirve a este ser espiritual estar sentado solo un minuto frente a esta imagen?. Y pensé, de nada, solo lo enferma. Seguro que la vida la va a confrontar con este aparato. Pero mientras tanto yo le quiero mostrar otras cosas, darle otras fuerzas, darle otro acompañamiento. Cantar juntos, caminar juntos, llorar juntos. Cuando llegue el momento espero estar ahí para trabajar este tema; y si no estoy ahí, para que tenga la fortaleza de vencer aquello que viene con esas imágenes. Que hacer. Estar juntos. Estar y no estar. Siempre la vida es tan contradictoria. Un ejemplo es cuando un niño juega. No darle indicaciones de cómo jugar. Preparar el terreno para que tenga posibilidades de jugar y explorar sin que haya cosas por las cuales preocuparnos y estar encima diciendo esto no, aquello no, por temor a que se lastime o rompa algo. Dejar que esa individualidad pueda fantasear, pueda sentir esa alegría por el juego autodidacta, pero estar mirando y actuar cuando nos necesite. Percepción es lo que debemos desarrollar al máximo en ese momento y durante toda la vida. Quién es ese niño, qué dotes trae, qué necesita, qué preguntas me hace con la palabra, con su mirada, con sus dificultades y con las piedras que nos tira y a veces se tira a él mismo. Pensamos cada día a la noche al ir a dormir que fue lo que nosotros le entregamos a ellos?. Pensamos sobre la cualidad de aquello que recibieron?. Por nuestra propia debilidad menospreciamos aquello que en realidad deberían recibir diciendo: no le va a hacer tan mal, tan malo no es, es un mal necesario... Pero cada cosa cuenta, cada minuto vale. Para cumplir sus propósitos ellos necesitan herramientas, necesitan pensar libremente, tener sentimientos propios, hacia el mundo y no exclusivamente dirigidos a su propio cuerpo, necesitan tener voluntad firme y fuerte. Y desde su cuerpo físico, al cual debemos ayudarles a que lo usen como puente para lograr esa meta espiritual, y no sea éste cuerpo físico tan impenetrable que le trabe en su propósito. Y así, mil cosas mas. Entonces, la pedagogía Waldorf no quiere evitar confrontaciones con aquello que el mundo, la sociedad y nuestro tiempo nos presenta, sino que trata de darle al niño las herramientas y el tiempo necesario, para que cuando sea el momento podamos enfrentar estas cosas con la madurez y fuerza necesarias. No es el sentido de estar encerrado en una burbuja de cristal, todo lo contrario, es prepararnos para la vida de la mejor manera y que podamos lograr la evolución del hombre, hacia el verdadero ser humano transformado, que es posible a través del camino del Cristo. MIGUEL DA GRACA BELCHIOR |