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Misiones de la educación en la pubertad. (Christoph Wiechert)

Ya en el 1919, la Escuela Waldorf trajo al mundo un claro impulso en dirección a la coeducación. Esto, es un hecho que fácilmente se olvida y es tomado poco en cuenta dado, que en la actualidad para nosotros es un hecho totalmente natural que los varones y las niñas practiquen juntos la gimnasia, la natación, que tanto los varones como las niñas practiquen esgrima, todo esto es natural.
Las escuelas Waldorf colocan empero aun otro parámetro en la dirección inversa de este ámbito: los varones tejen, aprenden a coserse una camisa y en los grados superiores los podemos ver en una vestimenta (que deja de lado el sexo fuerte) ataviado con tules, moviéndose al lado de las jóvenes damas, en una representación euritmística.
En el ínterin, el panorama formativo ha adoptado mucho de las escuelas Waldorf: la enseñanza en épocas, lenguas extranjeras en los ciclos inferiores, la valorización del arte y de lo artístico en las escuelas, trabajos de cierre, práctica y otros. Lo que empero hasta ahora no ha sido copiado, es la inclusión de ámbitos tradicionalmente femeninos a los ámbitos masculinos. Es un paso de difícil realización.
La coeducación en la escuela Waldorf no solamente significa “que las niñas participan en aquello que hacen los varones”, sino también “que los varones participan en aquello que hacen las niñas”.
¿Puede ser, que este principio nos revela, que los sexos se han polarizado en desmedida? ¿Se vuelven demasiado grandes los contrastes? ¿En lugar de la complementación por el otro, se genera un abismo, en lugar de unificación, contradicción insalvable? ¿Esto concuerda con un desarrollo orientado hacia lo humano? Al contemplar el hecho, de que 8 de cada 10 casos criminales por lo general son cometidos por jóvenes masculinos u hombres, vemos, que la coeducación no funciona.
Me atrevo a afirmar: A pesar de la coeducación implementada en términos generales, se encuentra orientada en desmedida hacia lo masculino. Los alumnos y las alumnas durante su escolaridad se confrontan con cualquier cantidad de “macho”, para lo cual fun, geil, gras, cool, fucking gut son tan solo las expresiones verbales de los jóvenes mismos. La escuela lo complementa con enseñanza orientada al rendimiento, cursos para el logro de rendimiento, clausuras, entornos orientados a la instrucción, aberturas de tiempo, con cualquier cantidad de cálculo con respecto a los resultados obtenibles, en fin, los baluartes del racionalismo y de la eficiencia se encuentran al servicio del espíritu masculino, orientado hacia aquello que vendrá. Quien no puede soportar esto, se encontrará con problemas, puesto que el racionamiento de la explotación neurodidáctica de la juventud se encuentra recién en sus comienzos. Y se trata del pensar puramente masculino.
A partir de la imposibilidad de la reforma del sistema formativo podemos experimentar también la escarcha que impera en las estructuras. Aquello, que debería ser modificado, se orienta, va precisamente hacia aquella dirección, de la que justamente debemos alejarnos; no se trata de una estabilización de lo existente, no se trata de mayor control, mayor seguridad de rendimiento, mayor supervisión, sino, justamente de accionar en contra de todo esto, para orientarnos en el niño, en sus fortalezas y sus padecimientos.
Cuanto mas frío se torna este clima, tanto mas cálido tendrá que resultar la equiparación.  Esta cálida equiparación frente a una burocracia formativa despectiva de lo humano, según mi criterio conoce diversos rostros. Una cara es la disposición a la violencia, extremismo de derecha es otra. El extremismo de derecha es a su vez también un producto de nuestras costumbres de formación, como resultado del predominio del procedimiento  de selección, que muestra tener aun, raíces fachistas. Una tercera cara es una configuración del tiempo libre, que padece de toda cualidad del medio: ya sea, que uno se pierde por completo en el escenario de las party y disco, se desarrolla en un zombi de la computadora de la red del Lan. Una forma cultural dominantemente masculina. ¡Inténtese hallar una joven en un party-Lan! El puente entre estos contrasentido por cierto únicamente es el alcohol. El escenario es iluminado por una vida económica omnipresente, que “intuye” con exactitud lo que la juventud precisa.
Desconcertados, constatamos, que es un milagro, que niños y jóvenes aparentemente sigan estando tan normales. ¿Acaso, de hecho aun lo son? ¿O será que nosotros estamos perdiendo el parámetro de lo normal?
Dentro de estos panoramas exteriores e interiores van creciendo los jóvenes, llegando a la madurez que los faculta a tener a su vez hijos. Rudolf Steiner nos habla de madurez terrenal, señalando con ello, que se trata de algo mas que la mera procreación. Caracteriza la madurez terrenal como la posibilidad generada, de amar al mundo, auténticamente, vale decir, desde el fondo de nuestro ser, sin guía ni causante exterior. Según el parecer de Rudolf Steiner, la facultad del amor sexual es una parte de la facultad del amor general por el mundo. Para que esa facultad  de amor pudiera prosperar saludablemente, era misión de la educación, conducir a los jóvenes púber de manera tal hacia el mundo, que su interés principal estuviese orientado  hacia ese mundo y no, hacia ellos mismos. Debiera ser evitada una excesiva orientación hacia sí mismos. En el caso de presentarse en el varón – así decía Rudolf Steiner- esto conduciría al apetito de poder y al erotismo. En las jóvenes en cambio, a un cerrarse frente al mundo, a una vida excesivamente ocupada con ellas mismas.
Según la concepción de Steiner de la década del veinte, la misión principal de la educación a la edad del púber, era la procuración de un justo equilibrio entre el afuera y el adentro. El ‘estar orientado hacia el mundo’ se encuentra frente al ‘estar orientado hacia si mismo’. A modo de puente entre ambos, era considerado la materia de enseñanza. Mediante la fuerte referencia hacia el aprendizaje, el mundo interior y el exterior se hallarían en un equilibrio. En la década del veinte del siglo pasado, el capítulo pubertad era tratado como algo al que debía prestarse atención y no como un campo problemático, dos conferencias dedicadas a este ámbito, consecuentemente llevan el título: “Cuestiones educativas en la edad de la maduración”, y no “Problemas educativos en la edad de maduración”.
Hoy, la llegada a la madurez terrenal a menudo (no siempre) está relacionada con problemas que el alumno tiene que pasar, y en los cuales, la escuela juega un rol importante. ¿Qué puede aportar el principio de Steiner en la actualidad? ¿Qué importancia posee el adentro y el afuera en la pubertad? ¿Qué significa, poder amar al mundo? La percepción de los niños comienza a cambiar. El doceañero mira algo con un interés general, y hasta casi objetivo, despierta su curiosidad, quedando libre empero, del alma que siente y vivencia. Esto se evidencia en el trato con los hobbys. El coleccionista de estampillas está sumergido en su especialidad. Dispone de poderosos conocimientos de detalles y está en condiciones de emitir juicios fundamentales acerca del valor y la rareza de una estampilla. Algo en su alma lo ah impulsado  hacia ese hobby, casi nunca sabe, que ha sido. Solo sabe, que quiere esto, y lo colma en lo que sabe de si mismo. Quien empero lo está observando, vé: no está adentro del todo, algo queda afuera. Tiene el aspecto de un pre ejercicio. El alma busca objetos elegidos, para relacionarse con ellos en pureza dentro de un marco definido, pero con elevada especialización y conocimiento. En las jóvenes podemos estudiar esta primera entrega al mundo, en un marco limitado, cuando por ejemplo se enamoran en caballos y en la equitación. Hacen la prueba de familiarizarse en un pequeño ámbito del mundo, abarcable con la visión y lo hacen con toda la intensidad que está a su disposición. Así y todo, no están completamente insertas, es como si estuviesen observándose a si mismas. Y es asombroso ver, como este familiarizarse desaparece al cabo de algunos años y no se le guarda tristeza, la fascinación terminó, sonríen un poco al recordarla.
Algo completamente diferente muestra la situación del varón en edad púber. La distancia hacia el objeto no solo desaparece, en nada se trabaja y nada se vivencia, que no es querido por el joven mismo, con seguridad instintiva. Ya sea que se trate de las tareas para el hogar  ordenadas por un maestro “bobo”, o cool, el cuidado de amistades o una experiencia  de la sexualidad incipiente.
El erotismo y el pudor adquieren un nuevo contenido, ardiente. El radio de lo vivenciable se agranda poderosamente. El alma pasa por bajones temibles, para ascender luego, a vertiginosas alturas. Ofensivos y vulnerables a la vez, los jóvenes se precipitan de vivencia en vivencia. Según el temperamento en cada casa, el entorno es partícipe intensivo. El joven tiene que hallar su camino en un mundo interior, que tiene un doble requerimiento: en una parte del alma busca idealidad, amor, entrega y por tal razón también sucesión, que se expresa en el atavío de la identificación. En otra parte del alma tiene que debatirse con Eros
y con sexo. Antiguamente, ese debate era de índole mas bien interior, con exclusión de público. Hoy, de los techos  resuena el grito que llega a cada transeúnte: La vida del hombre consiste de la veneración del sexo. También aquí, surge la pregunta con respecto a la compatibilidad mediante una reciprocidad mutua. Para muchos, se conforma en un dilema.
Cierta vez, Steiner lo ha caracterizado de la siguiente manera. Habla acerca de la relación de la cabeza hacia el cuerpo, diciendo, que esa relación originalmente había sido diferente, para agregar luego: Por este hecho empero, se ha producido algo muy particular, (...) se ha originado de que el hombre justamente en los órganos, que comunmente llamamos los órganos de su naturaleza inferior, es réplica de los dioses. Solo, que esa réplica de los dioses, tal, como el hombre es sobre la tierra, se ha pervertido. Justamente, lo que es lo supremo en el hombre, lo que debería ser espiritual, desde el cosmos, justamente eso se ha constituido en su naturaleza inferior. Por favor, no olviden, que aquí se trata de un importante misterio del hombre. Aquello, que ahora es la naturaleza inferior del hombre es inferior por la ingerencia de Lucifer; en realidad, está destinado a ser de naturaleza superior. Eso, es lo contradictorio en el ser del hombre. Esto, es algo que resuelve incontables enigmas del mundo y de la vida, si lo comprendemos de la manera correcta.
Tratemos de comprenderlo de la manera correcta. ¿Podemos utilizar este pensamiento como base del estado anímico de nuestro propio comportamiento como maestro? Podemos vivenciar, que lo sagrado y lo profano se sitúan muy próximos el uno del otro, también en nuestra propia vida y que aquí, la educación en el sentido directo sobre todo significa proceder con tacto frente al joven? ¿Acaso, aun conocemos al tacto a modo de medio educativo para los jóvenes?
Estamos dispuestos a considerar de que manera nosotros mismos estamos insertos en este asunto, o, lo hemos estado en nuestra juventud? ¿Podría acaso ser esto una ayuda en el trato con los jóvenes? Entonces, no solamente obtendríamos el respeto necesario con referencia a las expresiones de esa edad, obtendríamos asimismo la fuerza y la sinceridad de encontrarnos con los jóvenes amigos, no solamente a partir de la antipática postura de la corrección. No tenemos que apostar tan solo sobre las estrategias de la evitación y la prevención, sino al acompañamiento. ¿Tal vez reconoceremos algo de nuestra propia juventud?
En un campamento de verano de la Comunidad de Cristianos, llamó la atención de los padres, el libre trato imperante entre los varones y las jóvenes. Al ser consultado el sacerdote que estaba a cargo del campamento, este respondió de modo lapidario: si pasa, mejor acá que en otra parte. Una sabia afirmación. Los afectados y el medio circundante experimentan este período a modo de un proceso universal reducido, al que uno mismo ha conocido y por el cual se ha pasado.
‘Comprensión’, de hecho es una palabra gastada, ¿no será mejor amar a estos jóvenes en ‘padecimiento’? ¿Intensamente, según el lema de Steiner que dice, que el maestro se diferencia de otras personas por el hecho de que tiene mayor capacidad de amar?
Es un hecho la impresión, de que por el lado pedagógico (padres y maestros) se va al encuentro de la pubertad invadido por el miedo. El miedo ha sido siempre, un mal consejero. Cuantas veces está anunciado el temeroso desconcierto, que luego, con toda seguridad, conduce a las medidas equivocadas
Cuando la escuela, los padres y los maestros logran, que el alumno puede seguir de alguna manera intencional con el material didáctico, en la mayoría de los casos será suficiente como para trasponer esta época. La conexión intencional con el material didáctico impone empero a su vez, un máximo esfuerzo a los maestros, justamente cuando la corriente común afirma que en el ciclo superior el trato debería ser mas objetivo, dado que ahora los alumnos poseen un criterio propio. Justamente lo contrario es el caso. Lo indicado no es la objetividad en la enseñanza, sino la lucha mas intensiva por despertar el interés de los alumnos. Todos los maestros lo saben: justamente en estos años no hay orden ni concierto.
Al respecto, Rudolf Steiner trasmite un consejo en la última conferencia del Estudio del Hombre, al señalar que justamente en la edad entre los 12 y los 15 años requiere en alta medida  de un acercamiento pleno de fantasía de los maestros, una capacidad de fantasía por parte de los maestros. ¡Justamente a esa edad! Podemos complementar diciendo, que todo el trato debe ser ingenioso, libre y exento de temores, con una mirada hacia los alumnos, como seres humanos en evolución y no como proveedores de rendimientos. En 5º y 6º grado aun sería posible proceder así, allí, la producción del rendimiento aun está libre del alma abocada a si misma.
Un alumno de 10º año ha fumado (siendo prohibido) en la escuela. ¿Recibe el castigo estipulado, o, se nos ocurre algo ingenioso? En tales procesos banales, circunstancialmente se definen destinos. El castigo estándar en realidad dice: de hecho no eres nuestro alumno, sino un sujeto que necesita corrección. Un maestro empero, que tiene una ocurrencia, que compromete al alumno a una descripción exacta, botánica de la planta del tabaco a modo de ejercicio retórico, va al encuentro del ser humano en vías de elevación. A un “castigo de esa índole nos recordaremos por el resto de la vida, embargados por una delicada alegría. El castigo estándar en cambio tratamos de eliminarlo cuanto antes de nuestra memoria; de algún modo, es un desconocimiento del ser humano.
Notorio es aun el siguiente hecho que constituye un importante camino de ejercitación para el maestro. En las significativas conferencias referidas a este tema en el tomo “Toma de conocimiento del hombre y configuración de la enseñanza”, Rudolf Steiner describe con magnifica sensibilidad, que el joven a esta edad, exteriormente se muestra de manera diferente a como es interiormente. Ahora se presenta la pregunta, ¿cómo reacciono yo, siendo el maestro, frente al joven? El mundo exterior de los hechos, por él vivida, es la única referencia, o trato de concentrarme en lo no expuesto por el joven?
Tengo que proponerme, de formular siempre la pregunta, ¿qué aspecto posee interiormente? Este comportamiento burdo-ruidoso no es el testimonio de una inseguridad interior, o, del pedido por un encuentro?
Una chicuela traviesa había elegido a la maestra de inglés para causarle problemas durante la clase. Como la colega conocía a esta niña según su ser interior, pudo impedir siempre la confrontación. Cuando cierto día la colega perdió la paciencia, la niña reaccionó profundamente afectada y dijo: “Pero, tu me conoces”.
Con respecto a esta desigualdad de lo exterior hacia lo interior, tenemos que estar despiertos, justamente en el caso de los varones. Su ruidosidad es expresión de gran inseguridad interior, dado, que en el hombre en formación, el Yo se reunirá mucho mas tarde con el cuerpo astral. Por tal razón, durante largos tramos quedan sin orientación y sin sostén. Justamente por ese hecho, su sentimiento anímico propiamente dicho es casi exactamente lo opuesto a lo que viven.
Todo lo contrario sucede en el caso de las jóvenes durante la pubertad, el Yo se une fácil y tempranamente con el cuerpo astral, mediante lo cual muestran una capacidad de criterio y una madurez que es engañosa. Mucho antes que los varones despetarán la impresión de ser mas de lo que son realmente. Una fuerza que puede deslumbrar y que a veces también es deslumbrante, se ostenta. Pero, esa seguridad, al ser requerida, también  puede derrumbarse.
Estos modelos básicos del desarrollo humano son tapados por la civilización. Tenemos por lo tanto, la tarea, la misión doble, de no solamente interpretar la apariencia del joven y comprenderlo, sino que además tenemos que quitar el velo de la civilización para poder avanzar al auténtico alumno. No es una misión sencilla. Pero, quien ama a sus alumnos, puede lograr mucho mas.
Y, allí se impone la pregunta Margarita (del Fausto) de la pedagogía en la edad de la madurez: ¿Podemos amar a estos jóvenes? ¿podemos ir a su encuentro con un amor inmaculado, reservado, por otra parte, activo, un amor humano? Por supuesto que la convención dice: si, naturalmente. La práctica muestra algo diferente.
No es fácil requerir esta facultad. Cuando en el recuerdo retornamos a nuestra infancia en la escuela, teniendo presente a los maestros, con respecto a el ciclo primario recordaremos sobre todo , si la maestra o el maestro nos han querido, o no. Allí, la competencia o la autenticidad no han dado una impresión perdurable aun. Al tratar de recordar maestros del ciclo superior, la imagen del recuerdo resultará ser muy diferente. La impresión duradera está dada por el saber hacer en armonía con la autenticidad. La manera, como el maestro o la maestra han tratado la materia, de que manera han logrado que la materia actúe sobre nosotros, en que medida pudieron despertar nuestro entusiasmo, la alegría por realizar la tarea, ha sido esto, lo que ha dejado su huella. Y ha sido esto, lo que ha marcado nuestra relación para con el maestro. Todos, hemos tenido esta experiencia o similares. Hubo maestros junto a los cuales podíamos distendernos, permitirnos ciertas libertades. Hubo diversión, pero poco respeto. Hubo otros maestros, frente a los cuales sentíamos que podíamos ir al asunto y hablar objetivamente, puesto, que eran auténticos. En estos maestros, la personalidad se hallaba en completa armonía con la materia que debía representar. Esto cobra un efecto sanador; a ellos podíamos confiarnos.
Estos son encuentros, que se conforman en fuertes experiencias y que pueden brindar también un apoyo interior a los jóvenes en la pubertad. No es casual, que la elección de unas cuantas orientaciones de estudios post escolares se remiten a tales encuentros con una materia, dada por el maestro ‘amado’.
Esta empero, es una cualidad que no solamente puede ser caracterizada con la capacidad del amar. Un efecto pedagógico tal se logra únicamente, cuando el maestro de hecho ha adquirido la autenticidad en su vida y esto, es una facultad del Yo.
En esta caracterización se confirma la ley principal: lo que parte del maestro, actúa sobre el miembro del ser próximo-inferior. Un encuentro, que inflama el alma de los jóvenes, por lo tanto tiene que proceder del ámbito de la individualidad.
Como esto se busca a modo de principio, no necesitamos reglamentos para el ciclo superior, que determinan la conducta de los jóvenes, dejando de lado la responsabilidad propia. Cuando como principio se realizan tales formas  de la auto educación de los maestros, también los jóvenes hallarán el camino, para poder charlar con sus maestros aquello, lo que debe ser hablado en el curso del llegar a la adultez.
Tal vez aun tengamos una oportunidad de poder transmitir a todo aquello que tiene que ver con el despertar sexual, el lugar correcto en las biografías  de los alumnos, compenetrada por un profundo conocimiento del ser humano. Algo me parece ser absolutamente cierto: Esto depende de un mayor arte educativo.